Sábado 30.12.2023
/Última actualización 13:11
La gacetilla de prensa decía: El miércoles 27 de diciembre a las 21 horas Martín Bossi dio a conocer su nuevo espectáculo “Bossi Live Comedy” en el Teatro Mar del Plata, propiedad de Carlos Rottemberg en una producción conjunta de Federico Hoppe, Ezequiel Corbo, Diego Djeredjian y Luis Penna.
A pocas semanas de llegar de Londres donde cerró su gira teatral internacional europea, Martín Bossi estrena en Mar del Plata su nuevo espectáculo “Bossi Live Comedy en Mar del Plata”. Martín Bossi con este espectáculo festejará los 150 años de la ciudad balnearia.
(Aclaración: en febrero del 2024 el hecho sucederá, con o sin Martín Bossi).
El espectáculo que se dio a conocer en Miami y que luego llegó a Londres, Dublín, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Alicante y Sevilla, y que cerró la gira internacional en el teatro más emblemático de la capital inglesa llega a la ciudad de Mar Plata con una orquesta en vivo.
A lo largo de dos horas de espectáculo el público se deslumbrará con el arte de este showman que actúa, canta, baila, imita y ejecuta todos los instrumentos musicales frente al público. Un show que es un mano a mano del artista con el público, donde evaluará si todo tiempo pasado fue mejor o peor, y qué se ganó y perdió a lo largo de los años. Las canciones más famosas de los últimos tiempos se cantarán y hasta se bailarán con el público y el teatro llegará a convertirse en una pista de baile para poder bailar lentos y hasta “chapar” con el que tengas al lado.
Staff: Martín Bossi: protagonista. Nelson Gesualdi: dirección musical. Pablo Fábregas: puesta en escena y dirección. Martín Bossi: dirección general.
Equipo creativo: Barby Majule: diseño de coreografía. Lucila Rojo: diseño de escenografía. Gustavo Ledesma: diseño de sonido. Victoria Villaverde: diseño de vestuario. Matías Otalora: diseño de pantalla. Hernando Teijeiro: diseño de luces. Ana Paula Gambaro: diseño de maquillaje. Nicolás Reijik: diseño gráfico. Johanna Kassir: comunicación. Gabriela Thiery: diseño de piezas graficas.
Artistas en el escenario: Ana Paula Buljubasich: actriz y cantante. Nelson Gesualdi: piano, guitarra, saxo. Francisco Cordima: teclados. Juan Cordima: batería y coros. Julián Santagada: guitarra. Janette Gesualdi: bajo. Naara Gómez: violín. Nelson Gesualdi: arreglos musicales.
Producción general: Román Vargas. Asistente producción: Claudio Salomone. Producción ejecutiva: Noelia Barakian. Administración contable: Ezequiel Corbo, Luis Penna, Federico Hoppe, Diego Djeredjian, Martín Bossi.
Funciones: martes a domingos.
Mas allá del entusiasmo de las gacetillas la obra debutó con aplausos. Después de los primeros 10 minutos a toda velocidad, con Martín Bossi desarrollando sus sueños, que van de Mick Jagger a Michael Jackson, tramo que realmente impresiona, comienza otro show.
Si el espectáculo fuese sólo ese despliegue inicial uno estaría asistiendo -lo está, lo está- a una violencia corpórea, una presencia que apabulla y sorprende. En esos 10 minutos iniciales uno queda en vilo y no supone lo que vendrá.
Lo que sigue es un Bossi en estado completo, virginal y transitado, si se me permite la contradicción. Es el mismo de siempre, con su clara ilusión de enamorarnos (es él, el mismo quien sostiene que de eso se trata) y esa presunción de inocencia, de pedir nuestro afecto, es el eje del show.
Sus monólogos recurren a la nostalgia y el “te acordás”. Describir la aldea es describir el mundo decía el viejísimo escritor ruso. La aldea de Bossi es el Gran Buenos Aires, ese arrabal de la única ciudad de Argentina. Pero hay varios mundos en un Gran Buenos Aires. Varias aldeas para describir.
El recurso debe multiplicarse porque cualquier sitio es el mismo pero diferente. El almanaque no hace bromas: transcurre. La nostalgia de Bossi debe fracturarse en varias generaciones y eso la vuelve amplia y sin tanta profundidad como el sentimiento necesita.
Chico Buarque de Hollanda, acaso uno de los más importantes artistas del siglo pasado, con existencia plena en este siglo XXI, cantor, actor, compositor y dramaturgo sostiene en uno de sus temas que “la nostalgia es un barco que no tiene puerto donde recalar” (cito de memoria) Cuánto más difícil resulta si se busca, por la nostalgia, la identificación, por la identificación el aplauso, por el aplauso el recuerdo y el afecto pero caramba, hay público de 70 años y jóvenes de 20. Bossi anda en el mar del Teatro Mar del Plata con demasiados barcos sin puerto, para concluir con la cita de Chico Buarque.
Es, con estas indicaciones, un show que no cesa. Son, como dice la gacetilla, dos horas de Bossi en el escenario y sus altibajos son para respirar, para que el espectáculo respire.
Nadie puede traer aquello que no tiene y, si de indicar se trata, lo que se visibiliza es cuál ha sido la formación de Bossi en lecturas y aprendizajes. A caballo de un mundo donde había que leer y otro donde es necesario resumir -y presumir- Bossi no puede menos que ser honesto: lo que está en el escenario es su formación, sus devaneos, sus ilusiones y sus observaciones. Como dijese Lerner: “Tan humano como la contradicción”. Muestra un clarísimo rechazo a las formas musicales de las plataformas. Para decirlo con onomatopeyas: rap, trap, TikTok y bultos que se menean, esto último literal.
Pese a su ronquera, mínima pero audible, no estaba al ciento, logra un punto alto con un Fito Páez (“Un vestido y un amor”) hace un homenaje a Sabina (“Contigo”) que la gente, en ambos casos, corea sin problemas (¿es, acaso, esa la generación que mejor lo acompaña? porque el tema de Fito es de 1992 y el de Sabina de 1996 y, otra vez, cito de memoria).
El cierre, sentado al borde del escenario, lo realiza pidiendo que lo quieran y aclara que no actúa por dinero, ni porque necesite fama sino porque está vivo solamente en el escenario o, mejor, tan solo en el escenario. Vamos: solo en el escenario. Antes había cerrado con esa frase de Calamaro: “Algún lugar encontraré...” No es casualidad, es de 1995.
Se puede suponer que su pedido sobre los afectos viene de una colina que nos cuesta tanto. Un lenguaje que se fue. Códigos que se difuminaron. Aquel Fin de Siglo y esto que somos hoy. Eso dice, acaso sin poder remediarlo, el espectáculo de Martín Bossi.