Tras una estadía europea de dos años, entre Portugal y Francia, el creador de “Los Micromundos de Brass” e integrante de Hugo & Los Gemelos y La Fanfarria Ambulante pasó por Santa Fe para “sanar”, dejarse abrazar, y prepararse para su próximo desafío, como integrante de una compañía circense francesa. De todas estas cosas, y de su búsqueda artística espiritual, conversó con El Litoral.
Martín con su característico saxo soprano curvo, junto a la compañía Les Rois Vagabonds, quienes lo invitaron a compartir su espectáculo (en la foto, en La Spezia, Italia) y lo recomendaron con Akoreacro. Foto: Gentileza Enrico Amici
“Tengo mucha esperanza en mi viaje en mi camino como artista: me lo estoy apostando también, me lo estoy regalando. Siento que mi vuelta fue entender y descubrir que hice un camino acá; y que está sembrado: porque toqué mucho, porque estuve en muchos proyectos, porque gesté mucho, porque trabajé mucho; porque fui parte de muchas cosas. Y donde pude siempre sumé”.
El que habla es Martín Testoni Almirón, “Brass” para quienes lo identifican por sus últimas andanzas en solitario en Santa Fe. “He hecho quizás cosas mal también, como ser humano. Pero en el Sonamos Latinoamérica, el Guaranider con Los Gemelos, el Trío Cosa en el Paraninfo con Ramón Ayala: situaciones donde uno quedó totalmente expuesto a ese hecho artístico. Sé la fortaleza que tiene ese momento, y lo que hay que cuidar, y el compromiso que tiene que estar en esos lugares. Y no es para cualquiera estar parado en un escenario y tener un micrófono abierto al palo”.
Las palabras suenan desde un pasado reciente: meses atrás Martín estuvo de visita en Santa Fe, reencontrándose con afectos y amistades luego de dos años en Europa, antes de prepararse para un nuevo desafío: sumarse a la compañía circense francesa Akoreacro, con la que hoy está preparando su nuevo espectáculo para los próximos cuatro años. En esa recorrida, se hizo un tiempo para charlar con El Litoral.
Andanzas en Santa Fe: junto a Manu Chao, tocando con Motta, y con Paquito D’Rivera, con el maquillaje de La Fanfarria Ambulante. Fotos: Gentileza del artista
Etapas
-Mirando fotos tuyas, la que estás con Manu Chao es de Santa Fe, y la de Paquito D’Rivera estás pintado de Fanfarria Ambulante. No tuviste que irte para hacer eso: la decisión de viajar fue para formar otra cosa.
-Cuando uno se va, piensa que como no está la gente olvida. Eso lo escuché en una entrevista a Natalia Lafourcade: ella tuvo un tiempo de crisis, cuestiones familiares, tiene un hijo; ella menciona: “Yo tenía miedo a que la gente se olvidara de mí”. Cuando pasó ese tiempo, ella volvió a tocar después de varios años, creo; la gente no se olvida de vos, y si se olvidó es porque quizás esa persona ya está en otra etapa y lo que vos hacías ya no lo identifica.
Me estoy dando cuenta de que la gente no se ha olvidado de lo que hice; y cada uno cuando me ve se acuerda de algo que le tocó. O quizás no; ojalá venga alguien y diga: “Che, ese día que tocaste estuvo horrible”. Estaría buenísimo también (risas).
-Que sea un recuerdo completo.
-Claro. Al final eso es lo lindo de lo que uno genera cuando uno hace. Por eso si uno se queda guardado, solamente tocando el saxo, quizás te perdés esa riqueza. Y no se genera un discurso: no se genera la cadena de un discurso, que se hace con un otro.
-Se construyen incluso esos recuerdos.
-La música, como es algo vivo, se hace con el otro. Vos hacés un álbum para después tocarlo en vivo.
-Suponés que hay un otro, aun cuando estás grabando.
-Ponele. ¿Por qué la pandemia nos mató, nos dio tan duro al ambiente escénico, a las “artes vivas”, como les llaman los franceses? Porque no teníamos ese espacio. Y bueno, metimos cámara, micrófono, hicimos todo; pero sabíamos que no era lo mismo. Nos golpeó eso de no tener un público que esté ahí: “Eh, dale, otra”.
Nuevos comienzos
-¿Cómo está siendo el reencuentro con los afectos? En el turno que podías salir de allá y volver.
-Me sale “sanar”: vine a sanar y vine a abrazar, a dejarme abrazar. Sanar el pasado, porque si uno se va, es porque hubo cosas que al final no estaba encontrando acá, o estaba desencontrado conmigo. Creo que ha sido muy gratificante para mí esta vuelta: sentí que la gente no se olvida de uno, y eso me da ganas de seguir fortaleciéndome. Porque quiero volver a Santa Fe con algo distinto: quiero volver a tocar en Santa Fe y decir: “Esto aprendí en esto que fui a hacer”.
Quizás sea también una exigencia mía, como la gran autoexigencia que tengo como artista, pero como ser también. Por eso sigo madurando algo que se está gestando, que es un poco de todo lo que aprendí desde lo escénico, lo clownesco de la Fanfarria, de lo actual. De lo actoral de Hugo y Los Gemelos; del reggae, lo instrumental y el power de Motta; de lo latinoamericano del Trío Cosa. Todo ese bagaje meterlo en una olla y cocerlo a fuego lento, vas encontrando los condimentos.
Ese proceso natural, esa alquimia propia, lleva la vida entera. Pero ahora lo que estoy buscando es una “voz propia”, estoy cocinando.
-Estás haciendo cosas personales, está trabajando también con otros en el circo. ¿Qué hiciste en estos dos años, y qué está previsto para tu vuelta?
-Me fui con “Los Micromundos de Brass” en el brazo, que es como un proyecto express: agarré mis todos los tips que encontré en todos mis años y me hice un proyecto de dossier, fotos, conciertos: Sala Mayor, Marechal. Buscar las fechas que sean puntuales, buscar los diarios, los videos, las live sessions. En un año y piquito hice todo ese proyecto para irme a Europa, y decir en Europa: “Vendo mi proyecto”.
Llegué a Portugal, a Lisboa puntualmente, y no sirvió nada eso que tenía: porque no tenía los músicos, no tenía los técnicos, no tenía los contactos, no conocía la gente. No me servía porque no lo podía plasmar en ese presente. Y ahí fue quedando mi carpeta a un costado, y tuve que ir a hacer todo lo que había hecho acá en 15 años: contactos, ir a los lugares, conocer cuáles son los lugares, cuáles son las ondas, qué música se escucha; quién quiere tocar conmigo, dónde puedo yo tocar, cómo puedo trabajar.
Estuve un año y medio en Lisboa, y me llevó seis, siete meses conocer los espacios. Es una ciudad como Paraná, son 500.000 habitantes; imagínate caer de cero a Paraná y decir: “¿Dónde queda el centro?” (risas). Uno va con la lógica de acá: supone que en un lugar puntual está todo. Eso fue rico y lindo, pero fue como “bueno, tengo que salir, ir a hablar”.
En Lisboa me mantuve tocando en la calle con dos argentinos de Buenos Aires: salíamos a los bares, hacíamos dos horas y en eso ganábamos moneda para vivir. Salíamos dos o tres veces por semana y con eso vivíamos bien; estuvo bueno un año entero de tocar en la calle.
-No es que iban al bar, sino que se le paraban en la puerta, y estaba todo bien.
-El bar ya después nos conocía: “Pasen cinco, diez minutos; pasen la gorra y se van”. Y siempre esquivando la Policía, que nos pedía un permiso no teníamos, nos teníamos que ir medio rápido. En Portugal los policías son buena onda, te los charlás. Para mí era como un Paraná, pero en Brasil: porque era en portugués, y además lleno de brasileños. Medio loco Portugal: un “Segundo Mundo”, un primer paso a la Europa más del este; que sería donde estoy ahora, en Francia.
Armamos un grupo, pero no logré vivir bien, hacer sala, lo que quería; entonces me terminé moviendo a Francia, un año y medio después. En Francia, con un contacto de una compañía francesa, que son Les Rois Vagabonds (Los Reyes Vagabundos), un grupo que vino al Festiclown (los vi ahí); son acróbatas, músicos y payasos, fusionado en un espectáculo, una pareja increíble. Ellos tenían una araña colgada, se trepaban de la araña; fue en 2017: trompetista él, ella violinista; una cosa de un gran nivel musical y a la vez de un gran nivel escénico y fotográfico; humo, pétalos y acrobacia.
-Francia es una gran escuela circense.
-Lo que tiene Francia, que lo tiene también quizás Rusia (estos países con gran desarrollo cultural), es un trabajo en el entramado, que es una película en vivo: vos estás ahí y te comés el viaje. Y a la vez una especie de línea que hilvana: algo muy fino, muy difícil de crear.
-Es una gran tradición en cada disciplina por separado, que hace que estés tocando bien, haciendo la acrobacia bien.
-Y una técnica, y un nivel alto de conciencia y exigencia social hacia la cultura. Eso me lo estoy regalando, porque digo: “¿Uno lo tiene o no tiene? No sé, hay que probarlo”. Sé que tengo una disciplina, y he estudiado en un Instituto y me recibí; y me han hecho estudiar mucho. A veces uno subestima la exigencia: “Sí, quizás yo tengo ese nivel”. O eso me tocó; me tocó encima ser del interior. Me mostró un “wow, me encantaría hacer esto”. Acá con la Fanfarria hicimos un montón, pero sentía que me faltaba socialmente un puntito más. Es complejo de decirlo.
-Que el piso esté más alto.
-Me parece que sí: sentía que acá no nos daba la nafta en algún sentido. También uno tiene que vivir acá, y a veces está haciendo muchas cosas. El tener que hacer muchas cosas a la vez nos diluye un poco: uno toca en un momento jazz, y después toca balkan, y después folclore; y después pintás casas. Quizás te hacés una persona completa, pero a la vez no lográs profundizar.
-No sos un especialista en ninguna de esas cosas.
-Y yo soy un obsesivo a veces con las cosas: prefiero hacer las cosas “bien” que hacer mucho y no terminar nada; prefiero terminar algo, que hacer mucho y estar con todo 20 años. Fue sentir que no podía acá apretar más la clavija.
Interactuando con una espectadora en un festival realizado en Besanzón (Francia): “Si uno se queda guardado, no se genera la cadena de un discurso, que se hace con un otro”, afirma Brass.
Foto: Gentileza Sylvie Maugras
Proyecto a futuro
-Tenías el contacto con Les Rois Vagabonds. ¿Qué pasó?
-Les escribí y fui de voluntario dos veces a ayudarlos a su carpa: estacionarles los autos, de voluntario en la carpita, durmiendo; ellos te dan de comer y los ayudás dos o tres horas por día; pero estás con ellos. Estás cerca de ellos, vi su espectáculo diez veces, me lo sé de memoria; aprendí un montón de verlo.
Ellos no necesitaban una persona más; entonces me quedé buscando en Francia. Me fui a París, donde toqué en un barco con un guitarrista, para pagar las cuentas y la casa. Ellos me mandaron un casting de otra compañía (Akoreacro), que estaba buscando músicos para hacer su nuevo espectáculo; me dijeron: “Presentate al casting que nosotros te recomendamos”. El mundo funciona parecido en todos lados: si alguien te recomienda, y si ese que te recomienda tiene una historia, quizás te dé una mano.
Bueno, me dieron la mano: hice el casting, ellos me recomendaron, me llamaron, quedé en esta compañía, y es a lo que vuelvo: es una compañía que tiene 18 años de trayectoria, ya hicieron cinco espectáculos; van a hacer su nuevo espectáculo y se estrena en julio, en Bélgica. Y vamos a estar trabajando con ese espectáculo por cuatro años: con ese mismo espectáculo que vamos a crear.
-Ya saben que esa es la vida de ese espectáculo.
-Sí, es un poco el modo circo: vamos con una carpa, vivimos todos juntos por un mes, un mes y medio; hacemos el espectáculo cuatro veces por semana. Nunca viví hacer el mismo espectáculo un mes entero cuatro veces por semana. Vacaciones, tres, cuatro semanas, y otra vez a trabajar se ha dicho.
-En nuestro medio, salvo compañías como Fuerza Bruta, no hay elencos que mantengan los espectáculos: hay cuatro artistas en la historia que hicieron el número del que corre contra el viento. No es el caso de los artistas del interior.
-Si vas al circo, a lo que se instalan acá...
-En la tradición del circo sí.
-Es que justamente es esa tradición; y allá existe, está viva. Este no es el Cirque du Soleil, es una compañía nacional de Francia: no es internacional, mundial. La dinámica es parecida a los circos que se instalan acá un mes, mes y medio, dos meses: se estira según cuánto público logran generar (eso es un poco flexible a veces). Y actúan quizás todos los días de la semana; pero suelen ser más de miércoles a domingo, de jueves a domingo.
-A lo que iba es que no podés armar en Santa Fe “Los Micromundos de Brass” y hacer cuatro funciones. En tu propia cabeza no está pensado para decir “esto es un laburo”. Tiene que predisponerse a que sea un trabajo de cuatro días a la semana.
-Sí, el cuerpo también. Vengo esquivándole al trabajo del cuerpo físico, por vago. Pero el otro día lo charlaba con un quiropráctico amigo: “Loco, vas a tener que trabajar el cuerpo: sin tu cuerpo no vas a hacer nada de todo esto que querés hacer”. También se me viene un desafío físico: esta repetición de trabajo escénico va a ser una apuesta física también, un trabajo muy físico. Y me interesa: me parece que cada uno, en algún momento de la vida, tiene los desafíos; y este desafío va a ser ponerme a punto físicamente. Y obviamente mucho público, mucho mucho viaje, vivir con la gente con la que uno trabaja y uno hace arte: eso también es un sueño. Hay varios desafíos de los que iba a buscar a Europa.
-¿Ya hubo reuniones?
-Sí, ya conozco a todos los chicos, ya fui a ver dos espectáculos de ellos diferentes; me invitaron a tocar una vez. Son todos franceses, se habla en francés; hay una chica de Rusia, un chico español, un chico de Canadá, y un argentino: yo. Eso va a ser muy lindo: estar hablando en otro idioma, haciendo un espectáculo desde ese lugar, un desafío divertido.
Nacimiento en el final
-Hay un nuevo video, “Corriente”, parte de un espectáculo que presentaste en Lisboa; lo hiciste con la gente que habías hecho el video de “Beirut”. Fue hecho en un contexto del que ya te fuiste.
-Es una composición propia, un poco de este trabajo de creación: todas las creaciones que uno va haciendo son desde el lugar de la composición, o el arreglo; que pase por mis filtros eso que estoy mostrando.
“Corriente” es un live de una composición instrumental, de un concierto en Bota, en Lisboa: es un espacio como si fuera la Sala Marechal, pero internacional: ahí va siempre Santiago Vázquez, (Marcelo) Moguilevsky, Nadia Larcher, Chango Spasiuk, Yamandú Costa. Es un lugar por donde pasa mucha gente del lado alternativo, pero pro; y para mí tocar ahí fue como la coronación de Lisboa: es el espacio de todo el mundo, cuando tiene un poquito de renombre, va.
-Y el espectáculo “Nacimiento”, en el que estaba esa canción, ¿por dónde iba?
-Fue el nacimiento de “Los Micromundos de Brass” en Europa. Eso fue al final: fue un veintipico de septiembre y yo me fui el 3 de octubre a Francia. Entonces fue como el nacimiento del cierre, de la muerte, porque volvía otra vez a morir. En París volví otra vez a lo mismo como cuando llegué a Lisboa: otra vez no conozco a nadie, plantado con lo que hice acá. La resiliencia la aprendés muriendo: uno aprende cuando sufre un montón, porque querés el otro que ya no podés ser más, por ejemplo.
No quería que todo el mundo me conociera en Lisboa, pero acá venís y es muy fácil todo: ya conocés quién está en cada lugar.
-O conocés al que conoce.
-Llegás. Entonces “Nacimiento” fue un poco esa paradoja de la vida y la muerte, que me ha pasado: tuve ciertas situaciones con la muerte, con gente cercana que ha muerto, y me ha hecho crecer mucho ver la muerte desde otro lugar. Y así los procesos, los ciclos: que algo cierra para que vuelva a nacer algo nuevo. Y entonces “Nacimiento” fue hacer un poco el espectáculo que yo hice acá, pero con otros músicos de otros países, en Lisboa, en Europa; de un proceso de un año y medio que me costó llegar a todo eso; que nació y murió, pero no; porque en mí quedó esa consagración de haberlo logrado.
Viaje espiritual
-En un momento hablás de “clown, las artes visuales, performativas y espirituales”. ¿Cuáles serían las artes espirituales?
-Leo mucho a Jiddu Krishnamurti, que es un filósofo espiritual de la India. Sumé a último momento “artes espirituales”; pero más que nada para dimensionar la espiritualidad como la filosofía espiritual. Ahora está de moda decir: “No, yo soy apolítico”. Es mentira: tenés una política interna, todo el mundo tiene una espiritualidad; el tema es con qué resonás, cuál es tu fe, cuál es tu creencia inmaterial,
Entonces la sumo porque está muy presente: el silencio, tocar las emociones para mí ya es algo que está desde el lugar metafísico. Y tener ese acceso o esa posibilidad es mágico.. La simpleza en la complejidad, la vida y la muerte, son cosas de las que Krishnamurti habla mucho, y que me encanta, me representa
-Te obliga todo el tiempo a replantearte cosas. En “Amor, sexo, castidad” uno le pregunta algo sobre la relación y él dice: “A mí me gustaban mucho las motos. El problema no es que te guste la moto; sino el momento en que empezás a desear y ver cómo te la comprás”. O cuando dice: “Hágalo o deje de hacerlo, pero no lo convierta en un problema”.
-El observador es el que observa, dice Krishnamurti, y el observado es uno nuestro que nos controla al que observa. Decís: “Yo soy celoso”, y el que lo ve dice: “No tenés que ser celoso, porque no está bien visto”. Pero lo que vos estás sintiendo es una inseguridad. Te lleva todo el tiempo a observar lo que pasa sin un prejuicio, “eso está bien, eso está mal; eso está permitido, eso no”. Porque ese es el que observa.
Te puede gustar la moto, pero porque te gusta ir al aire libre con la velocidad: hay cosas ahí que a vos te conectan con alguien la realidad.
-Él lo decía en relación al deseo: cuando empiezo a pensar en cómo ahorrar para comprarla.
-Del deseo dice que es justamente un generador de sufrimiento. Pensás como carencia.
-Otros han llevado eso a una mirada más política, de cómo tus deseos y tu subjetividad se constituyen desde afuera.
-Por eso es importante la cultura. Un artista, o alguien apasionado en alguna disciplina, te muestra que lo que es fusionarse con algo como un niño; lo que es estar en un lugar de disfrute, de pasión, de encuentro, de relación.
Y eso que nos venden a veces es una relación con satisfacer un deseo, una necesidad creada, ¿por quién? El deseo a lo material, al contenido, al sexo, al divertimento. Hay ciertos artistas que me conectan también con un lado espiritual de la vida.
-También la vida del artista muchas veces está estructurada: “La carrera es por acá, los objetivos que tenés que tener son estos”. ¿Cómo se hace para poder desarrollarse (en el sentido que uno se quiera desarrollar) como artista, y al mismo tiempo escaparle a esa pauta que te pone la industria cultural?
-Se me aparece la imagen de Paco Amoroso y Ca7riel en el Tiny Desk; como decir: a veces hay que entrar en el sistema para romperlo. Hay que conocer, hay que viajar, hay que recorrer; por eso no me podía quedar en Santa Fe: estaba siendo perjudicial para mí, para mi expansión.
Tenés que conocer, que hablar en otro idioma con otro; tenés que intentar decir quién sos, qué hacés, a otro; mostrarle, tocarle. Creo que la gente más rica es la que ha recorrido, la que tiene una mente abierta, la que conoce culturas; y la que logra después también hacer un propio pan de todas esas recetas de pan que conoció y que comió.
-No es sólo que la leíste a la receta.
-No, me la olvido si solamente la leo a la información, si solamente la escucho. Pero si ya tenés la melodía dentro tuyo, la tocás en el saxo, y ya ahí pasan un montón de otros procesos que son medio alquímicos, y a la vez de pasar por diferentes lugares a la materia.
No lo quiero ver solamente a un artista, a una persona que hace arte, o a alguien que tiene una mirada así sobre alguien que hace arte. Porque un luthier, el diseño, la estética, la escritura, todo lo podemos pasar por esos filtros.
-Ahí es donde trascendés la técnica, lo humano.
-O al revés: ves al humano en sus maneras de representación.
-Pero habiendo atravesado la técnica.
-Hay algo que uno tiene que aprender o lograr adquirir desde un lugar técnico: un gran carpintero es una persona que aprendió a manejar la máquina, la técnica, y elegir la madera; todo eso no lo podés hacer de un día para otro. Por eso el que mucho abarca poco empuja en ese aspecto: si vos sos carpintero y herrero, está buenísimo; quizás hagas una cosa que está buena con las dos, pero te va a llevar más tiempo que si solamente sos carpintero.
En mi caso, que es un poco artes escénicas, un poco de música, un poco de filosofía espiritual o de la vida misma, ya me está llevando un montón de tiempo: no lo puedo lograr en un año, lo voy a lograr de acá a mis 40 (tengo 32). Me regaló estos ocho años porque ya empecé con el proceso creativo de mi obra.
-Ocho años para la síntesis.
-Creo que en ocho años ya estaré girando mi vida con eso; quizás me muero antes, no sé: quizás pasan cosas, uno nunca sabe. Pero mi proyección de mi lugarcito como solista o como mi artista propio... porque también uno tiene necesidad ser libre: uno necesita viajar, ir, venir, radio, medios; y cuando tenés que hacerlo con cuatro o cinco está bien, pero estar solo te da más posibilidades. Lo veo en artistas que me gustan: al final siempre es el camino solista. Lo estoy experimentando: no hace mucho que estoy como Brass.
-También para construirte obligatoriamente con otros, como vas a hacer ahora. El camino del solista también tiene que incluirlos.
-Sí, porque no se puede hacer solo. Pero sí hay algo de la individualidad que es importante.
Nuevos calendarios
-Ahora te volvés y empezás a ensayar.
-A trabajar se ha dicho. Los franceses tienen algo que me parece que está bueno, que es: se hace algo bueno, porque después se va a utilizar. Los alemanes: se hace bien para que dure.
Es algo que está en mí: vamos a hacerlo bien, pero para eso no lo podemos hacer una hora por día; necesitamos cinco horas por día. Y yo estoy dispuesto a eso, siempre lo estuve; mi prioridad en los últimos años siempre fue el arte, la música. De hecho, vine a Santa Fe y cuando me enteré que estaba el Festival de Jazz, el “CCP Experimenta: Cumbialkan”, quería ver todo. Me decían: “Vamos a vernos”, “Bueno, venite, vamos a encontrarnos acá”. Es lo mejor que puedo darle a mi amigo: “Vayamos a ver arte, nos encontramos ahí y después charlamos”.
-¿Cómo son los plazos? ¿Cuándo se empiezan a ensayar, cuándo se estrena?
-Vamos a estar de noviembre hasta julio haciendo el proceso de residencia de creación: son cuatro encuentros de más o menos un promedio de un mes; donde vivimos todos juntos, y donde vamos a estar mañana y tarde trabajando con un director, con un productor musical; vamos a componer la música, vamos a armar las escenas. No está nada armado, hay una especie de línea temática, que son las cuatro estaciones: es una búsqueda de los ciclos del año, de los ciclos de la vida también: la vida, la muerte.
Al final estuvo buenísimo, para mí lo contemporáneo, tiene esta cosa muy existencial; al final pasó todo el show y quedaste igual que como empezó, pero a la vez no (risas). Está muy rica la temática; hay que ver hacia dónde la llevamos y hacia dónde el director quiere apostar. Pero es una búsqueda desde la fusión, de que todos seamos una sola cosa y que de ahí se desprenda cada uno su lugar principal.
-De esos cuatro encuentros tiene que salir.
-Sí, pero imaginate: viviendo todos juntos, son cuatro encuentros de un mes entero trabajando toda la semana, es un montón: nunca en mi vida tuvimos tanto tiempo para crear algo; me veo sobrado.
En julio estrenamos en Bélgica, el primer año es el de armado, ellos me lo dijeron: los chicos de la compañía, los actores, los acróbatas. “El primer año no va a salir el mejor espectáculo; vamos puliendo. El segundo año empieza a ser, y el tercer año es la consagración”. Yo dentro mío diciendo: “Bueno, joya, gracias: me da más tranquilidad todavía; porque si ustedes ya ven que el primer año no es para invitar a la gente, es para que pase”.
-Aparte decís: “Yo en un mes y cuatro funciones tenía que resolver todo”.
-Claro. Estoy agradecido: es otra cabeza, es otro calendario. Es otra la manera de proyección, se proyecta a mediano... para mí cuatro años es mediano y tirando a largo plazo. Eso es necesario: en el mundo del espectáculo, vos le querés pedir la sala al Teatro Municipal y siempre fue seis meses; y es Santa Fe. Imagínate en un teatro de Buenos Aires, donde deber ser un año, ocho, nueve, diez meses, que vos pedís la fecha: de ahí en adelante.
Las agendas se van construyendo así: los festivales abren convocatorias un año antes del festival. En Europa está muy clavadito, ese proceso de producción pensando a un año; Les Rois Vagabonds tienen la cabeza dos años para adelante.
Pero si es tu prioridad, tenés que poder: si no podés, estás frito en el rubro. Como es mi prioridad, me encanta el desafío. ¿A dónde vamos, además? Eso es lo lindo después. Vamos a República Checa, a un festival, dos semanas; vamos a Bélgica, acá, allá. Es la elección que uno hace, y que los privilegios que tengo me lo permiten.
-Es lo que soñaste, lo que estuviste buscando.
-Seguro: el que busca, encuentra.
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