Jueves 25.11.2021
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En 1968, cuando se estrenó “2001: Una odisea del espacio”, la recepción fue heterogénea. Algunos reconocieron en ella una especie de bisagra en la historia del género, otros vieron una serie de aparatosas reflexiones científicas, filosóficas y antropológicas unidas por una rebuscada línea argumental. De hecho, consta en las crónicas que, durante el estreno, el actor Rock Hudson se levantó indignado de su butaca y preguntó: “¿Alguien sabe de qué demonios va todo esto?”. El tiempo, sin embargo, no le dio la razón al actor de “Gigante”. Es que la ciencia ficción ingresó en una nueva etapa a partir de la obra de Stanley Kubrick, quien demostró que ese género hasta entonces considerado menor podía ser un vehículo para meditar sobre el origen y el destino de la humanidad. Algo similar le pasó a Ridley Scott a principios de los ‘80 cuando rodó “Blade Runner”, a la postre considerada también obra maestra. Tras una sesión privada, obligado por los productores, debió modificar el final previsto (que luego retomó en su edición de 1992) y colocar un happy end algo fuera de foco respecto al tono sombrío del film.
En el último año de la década de 1990, lo propio ocurrió con “Matrix”. Cómo todo producto rupturista, dividió las aguas. Algunos, como el crítico Kenneth Turan, vieron “un thriller futurista salvajemente cinematográfico destinado a subyugar la imaginación”. Otros, por el contrario fueron lapidarios: “es alucinante que tanto dinero, talento, habilidad técnica e imaginación visual puedan estar al servicio de algo tan estúpido”, escribió Bob Graham, de SFGATE. Lo cierto es que el film no dejó a nadie indiferente, mucho menos al público que colmó las salas, atraído por un trabajo que era capaz de ofrecer, en dos horas, un menú de temas filosóficos y acción a raudales, sin que una de estas variantes invalide a la otra.
Warner Bros.Es tanto lo que confluye en esa primera entrega de “Matrix” que difícilmente pueda ser enumerado sin olvidar algo. Pero, a modo de estrecho resumen, se puede decir que hay elementos de “El mago de Oz” (“Significa que te abroches el cinturón de seguridad, Dorothy, porque Kansas se va a despedir”). De “Alicia en el país de las maravillas” (“Esta es tu última oportunidad. Después de esto, no hay vuelta atrás. Tomas la píldora azul, la historia termina, te despiertas en tu cama y crees lo que quieras creer. Tomas la píldora roja, te quedas en el País de las Maravillas y te enseño lo profundo que es la madriguera del conejo”). De la Biblia (las continuas referencias al “elegido”, que tiene un claro paralelismo con Jesucristo). De la novela “Neuromante” de William Gibson (escrita en 1984, describe un futuro en el cual los usuarios conectan directamente sus cerebros y penetran en un mundo de sueños para intercambiar información). Del film “Terminator” (en esa especie de futuro controlado por las máquinas y frente al cual emerge una resistencia humana). De “Días extraños” (los humanos que habitan en una especie de realidad virtual). Y de “Brazil” de Terry Gilliam, por sus toques postapocalípticos y oníricos, no exentos de humor.
Toda esa mezcla, alimentada por una épica que va in crescendo, en paralelo con la elegancia visual, se desarrolla con la naturalidad que exige un producto comercial. Y en este punto estriba la mayor originalidad de la primera entrega de “Matrix”. Como señaló el crítico Steven Jay Schneider “uno de los aspectos más fascinantes de la película es la forma en que trata de negociar entre los progresivos mensajes de inconformismo y autorrealización y los imperativos de género impuestos por el sistema conservador de los estudios de Hollywood”. Sistema que, además, impone la inclusión de una tríada actoral formada por Keanu Reeves, Laurence Fishburne y Carrie-Anne Moss, quienes cumplen sus roles a la perfección, sobre todo Moss con la fe inquebrantable que le aporta a su personaje Trinity.
Warner Bros.Si Francis Ford Coppola logró en “El padrino II” superar las expectativas generadas en torno a la primera y Robert Zemeckis apenas logró obtener un aprobado con los dos capítulos a través de los cuales dio continuidad a “Volver al futuro”, Lana y Lilly Wachowski no lograron satisfacer, ni mucho menos, las expectativas generadas con “Matrix: recargado” y “Matrix: revoluciones”, que vieron la luz en 2003. El reto era, de primera mano, mayúsculo. ¿Cómo hacer para darle continuidad a un film que, además de reescribir los mandatos de la ciencia ficción, cerraba en forma tan redonda, sin dejar cabos sueltos? El camino que eligieron fue el menos pedregoso: poner el acento en la acción y en los efectos visuales antes que en la profundidad de las ideas que están desparramadas a lo largo del guión.
Warner Bros.Ahí, entonces, radica el problema central. Si algo se valoraba de la primera entrega de “Matrix” era su premisa ingeniosa, cuya valía se realzaba gracias a una técnica visual inédita. Al poner el énfasis solo en este último aspecto, el desequilibrio se torna evidente. Cómo señaló en su momento el crítico Diego Lerer, la cuestión pasa por “recargar, engordar, acumular”. Y si el público, todavía inquieto por conocer más detalles del destino de un grupo de personajes con los cuales había empatizado, perdonó esto una vez, esa tolerancia iba a tender a difuminarse en “Matrix: revoluciones”. Tras esta tercera entrega, la saga quedó detenida en ese año 2003 y alojada en la zona movediza y moldeable de los fenómenos populares inconclusos o carentes de un cierre a la altura de las circunstancias que ellos mismos contribuyeron a crear.
Warner Bros.Con esos antecedentes, en diciembre llegará a los cines argentinos “Matrix: resurrecciones”, que mostrará finalmente qué pasó con los personajes que, desde 1999, son parte del imaginario colectivo de los cinéfilos. Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss, nuevamente interpretarán a Neo y a Trinity. Los avances que se conocieron hasta el momento son prometedores, pero habrá que esperar hasta el 23 de diciembre para ver si, casi veinte años más tarde, la saga vuelve a encarrilar su rumbo o si otra vez llegará con “mucho ruido y pocas nueces”. El trailer, al menos, es prometedor.