La agrupación musical santafesina Canto Libre (coro y pequeña orquesta) está celebrando -este 10 de junio- sus bodas de plata. Son sus directores y fundadores de este gran proyecto artístico los profesores Silvia Alejandra Martini y Daniel Arturo Sánchez.
Un 10 de junio de 1996, en el salón de actos de la Escuela Bustamante de Santa Fe, por votación de los integrantes del coro de niños de esa escuela, eligen llamarse Canto Libre. Y a partir de allí comienzan a soñar con interpretar todos los géneros musicales e invitar niños de otros colegios y otros pueblos.
Esta “locura” de sus directores, llevo a tener que independizarse y buscar nuevos lugares de ensayo y nuevos escenarios; más allá del salón de actos de alguna escuela. Siendo que el mismo Ministerio de Educación lo había declarado de interés educativo por tanta dedicación y esmero.
Luego vinieron viajes y conciertos por doquier; Festivales y recitales en pueblos del interior de Santa Fe; Entre Ríos; Corrientes; Misiones; Neuquén; Río Negro; Buenos Aires; en escenarios de gran jerarquía; compartiendo conciertos junto a Opus Cuatro; Lito Vitale; Juan Quintero; Luna Monti; Juan Falú; Orquesta Juvenil de la provincia; Orquesta Sinfónica del Paraguay; Sonidos de la Tierra, entre tantos otros.
Un punto de inflexión fue la presentación de la Opera Gaucha “El Evangelio Criollo”, que llevaron en gira por Holanda, Suiza, Italia y Ciudad del Vaticano; presentando la obra junto a la “Misa Criolla” de Ariel Ramírez.
Estaba previsto para el jubileo de estos 25 años la realización de varios conciertos; convocando a ex integrantes de las distintas etapas de la agrupación; pero la pandemia que estamos pospuso ese sueño. Para no dejar pasar el aniversario, El Litoral conversó con sus directores para repasar las andanzas de esta familia musical ampliada.
-¿Cómo fue ese momento en que el coro de la Escuela Bustamante se convirtió en Canto Libre?
Daniel: -Fue muy interesante, porque era un coro de Niños de la Escuela Bustamante, incluso ya habíamos hecho algunas actuaciones extraescolares: más allá de ciertos recitales chiquitos en la escuela misma habíamos ido a otros lugares y había gustado, por el hecho de que no era solamente coro sino también varios instrumentos.
En un ensayo, un día de llovizna, después de clases (salíamos a las cinco y media de la tarde) decidimos ponerle un nombre. Dijimos distintos nombres, salió Arco Iris, muchos para un coro de niños. Tuve esta idea de proponerles alguna canción del chileno Víctor Jara, que se llama “Canto libre”. A algunos chicos les quedó y ahí salió ese nombre, que nos daba la idea de la libertad de elección de todo tipo de repertorios.
Empecé a incorporar chicos de otros colegios: como docente de música andaba de escuela en escuela, y los iba invitando al grupo; los padres los traían. La directora de la escuela en ese momento, siguiendo la currícula del Ministerio, no se quería hacer cargo responsables de alumnos de otras escuelas. En ese momento había traído chicos hasta de mi pueblo, San Javier, a mi esposa (Silvia) para que colabore conmigo (era docente de música en otro colegio).
Ya la cosa era muy importante, y eso derivó en que tengamos que irnos de la escuela y de ahí empezar a deambular por otros espacios que nos prestaban salones para ensayar. En un principio fue como un momento triste, pero creo que fue lo mejor: de esa manera pudimos hacer todo lo que hicimos en todos estos años, gracias a esta idea de independizarnos como grupo.
-¿Cómo fue pegar el salto a recorrer festivales, otras ciudades, recibir invitaciones?
Daniel: -Se fueron dando por ciertos contactos. Un músico amigo me comentó cuando nos escuchó que en Paraguay se hacía el festival “Itá; Unidos por el canto” (se sigue haciendo, cerquita de Asunción); en ese momento, año 97, no existían los celulares y otras cosas. Les mandé un mail y me pidieron algún material, que les envié todo por mail. Fue todo un riesgo: era un coro de niños, ya era Canto Libre; pero era un festival internacional en Paraguay, había un grupo de padres que decían “van a raptar a los chicos” (risas). Había un miedo de ir, pero decidimos que sí: por suerte había un grupo de padres que confiaba muchísimo en nosotros y decidió apoyarnos.
Creo que eso fue impulsor, porque quedaron contactos; generó vínculos con gente de Chile, de Brasil; y de Argentina, con gente de Corrientes, Misiones y Neuquén. Un festival llevó a otro: fuimos a Neuquén, y ahí otros contactos; de ahí a Misiones. El resultado era que Canto Libre cada año tenía una gira programada.
Fue un tiempo de mucha siembra: durante casi diez años sostuvimos un mismo grupo que primero fueron niños y después jóvenes. Cuando comenzaron la facultad queríamos mantener la esencia de niños y jóvenes, así que el grupo se fue transformando, cambiando sus integrantes. Así aparecieron chicos como Rodrigo Naffa, que era un niño que llegó todo tímido, y ahora es todo un director de coros; Mario Spinozzi, tocando por primera vez en grupo, y hoy son grandes músicos.
Ellos lo reconocen: tenemos como tres grupos de reencuentro de WhatsApp, para poder conectarnos todos. Porque desde el año pasado queríamos hacer para este año algo muy interesante: la pandemia nos privó de esa experiencia, pero lo lindo fue reencontrarnos con chicos que hoy ya son papás; incluso hay hijos de esos chicos en Canto Libre. Es muy lindo, porque es algo que nació como vocacional y lo sigue siendo.
-¿Por qué creen que la agrupación es un caldo de cultivo, y qué sienten ustedes cuando los ven crecer?
Daniel: -Lo que más sentimos es orgullo, satisfacción. Creo que Canto Libre se sostuvo tantos años porque lo generamos desde la familia: mi señora, yo, mi hija (que en ese momento era chiquita); después nació mi otro hijo, que ahora es un gran violinista. Eso nos llena de satisfacción, porque construimos algo desde lo familiar, y el apoyo de los padres, los jóvenes y los niños fue porque veían la simpleza de un grupo familiar que quería sostener el proyecto.
Silvia: -No sólo se general lo artístico, lo musical específicamente, sino también lo humano: era muy tenido en cuenta para con los integrantes. El hecho de hacer convivencias para fortalecer el grupo, viajes. Le dábamos mucha importancia al valor humano.
-¿Cuál fue la experiencia de la gira europea de 2016 y qué significó para Canto Libre?
Daniel: -Fue la más esperada. Habíamos recibido a lo largo de los años otras invitaciones, pero nunca podíamos encarar el proyecto desde todo el grupo; era muy difícil salir. Una vez nos invitaron para ir a Francia y pudimos mandar solamente diez chicos para que puedan participar en esa experiencia, ni siquiera nosotros fuimos. A Colombia y Ecuador también.
La experiencia de 2016 fue muy especial, porque armamos “El Evangelio Criollo”, una coproducción con gente de Misiones, de Corrientes y de Santa Fe. Fue una experiencia difícil de llevar adelante, porque era una locura decir ir a Europa.
Interesó primero la propuesta de “El Evangelio Criollo”, porque hasta el Vaticano llegó la propuesta. Habíamos hecho toda la movida por la Argentina (Santa Fe, Misiones), nos invitaban los obispados; y llegamos a mostrarlo en el Teatro Nacional Cervantes. Ahí nos ve gente de allá y ellos mismos mandaron la nota al Vaticano. Un tiempito después nos dijeron y no lo podíamos creer.
Con algunos contactos armamos la gira: Holanda, Suiza, Italia y Ciudad del Vaticano. Fue una experiencia maravillosa, muy esperada, y tan sufrida que tuve problemas cardiológicos, no es fácil (risas).
-Además de poder concretar los festejos suspendidos, ¿qué metas o sueños se ponen para seguir adelante?
Silvia: -Es como que se va solito el boca en boca; Santa Fe es relativamente chico, y siempre hemos tenido hasta el día de hoy el reconocimiento de ex integrantes: nadie tiene un mal recuerdo de su paso por Canto Libre, al contrario. Y nos han mandado hijos y hasta hijos de sus hijos. Es como un volver a ver a los antiguos integrantes; es una familia musical donde se proyectan talentos, sí, pero importan los valores humanos: fundamental para que lo otro también sea fructífero. El buen trato, el compañerismo, generarse actividades extramusicales como para afianzar el grupo. Dicen que su paso por el coro han sido los mejores años de su vida: para nosotros es un orgullo.
Daniel: -Uno nunca deja de soñar, quiere seguir haciendo cosas hasta el final de sus días, creo que uno de los sueños es terminar “de pie y de cara al sol”, como decía el poeta nicaragüense. Teníamos una invitación de un coro de Suiza que conocimos en la gira, los invitamos al año siguiente y vinieron; para 2020 teníamos prevista gira por Suiza, con un montón de conciertos, casi un mes, y por la pandemia se pospuso.
Siguen sueños por concretar, para no decaer. Ahora estamos grabando canciones y ensayando virtualmente, pero no es lo mismo, nos resulta muy difícil. Estamos con la esperanza de que esto tiene que pasar, y volver a como era antes: cada año era un proyecto nuevo, una gira nueva, un viaje nuevo. Ahora tenemos una invitación a “Patagonia Canto”, en San Martín de los Andes: es en septiembre, estamos esperando que se pueda hacer. Ellos lo tienen ya organizado, pero si la pandemia los va a dejar.