"Morir. Aullar. Vivir": tres voces en diferentes lenguajes
El grupo Cuatro Casas, integrado por María Rosa Pfeiffer, Raquel Minetti, Elina Goldsack y Daniela Ferrari, pondrá en escena nuevamente esta creación basada en un texto de la primera. Será con las actuaciones de Huaira Basaber, Vanina Dadone y Viviana Quaranta, quienes trabajaron sus actuaciones con Fabiana Godano, y edición de videos de Elisa Martínez. De este proceso creativo habló El Litoral con Pfeiffer, Goldsack y Godano.
El sexteto en escena: Vanina Dadone (la muerta), Huaira Basaber (la viva) y Viviana Quaranta (la perra); al fondo, Elina Goldsack (composición, flauta y piano), Ivana Papini (clarinete) y Olga Ponce Caballero (fagot). Foto: Gentileza Elizabeth Ingrid Rucker
El viernes 7 de junio a las 21, se realizará en el Centro Cultural y Social El Birri (Gral. López 3698) la performance “Morir. Aullar. Vivir”, gestada por la “colectiva de artistas” Cuatro Casas, que combina música en vivo, proyección y lectura dramática. La entrada será “a la gorra consciente”, con valor sugerido (en efectivo o por transferencia); habrá servicio de buffet.
Son tres historias que se entrecruzan, a partir de textos escritos por María Rosa Pfeiffer. Tres monólogos enlazados por un mismo tiempo y un paisaje común, con características de biodrama. La obra se originó en el período de aislamiento social, invitando a mujeres de diferentes localidades de la provincia a grabar fragmentos de la obra en espacios domésticos con sus propias voces y a enviar el material producido. Esto generó una red de apropiación de la historia, que se fue diciendo en distintos recortes. Los videos se subieron periódicamente a la plataforma Instagram, sugiriendo la historia por fragmentos.
Para conocer más sobre este proyecto, El Litoral conversó con la dramaturga, con la compositora e intérprete Elina Goldsack (integrantes del grupo gestacional) y con Fabiana Godano, colaboradora a la hora de definir la puesta en escena.
El equipo en la primera presentación en el ISM: Elina Goldsack, Olga Ponce Caballero, María Rosa Pfeiffer, Fabiana Godano, Huaira Basaber, Raquel Minetti, Julia Torres Goldsack, Elisa Martínez, Viviana Quaranta Vanina Dadone. Foto: Gentileza Elizabeth Ingrid Rucker
Desde casa
-¿Cómo fue la génesis de “Morir. Aullar. Vivir”, y cuál fue la inspiración para crear esta performance?
Pfeiffer: -Nos autoconvocamos en 2009 con Elina Goldsack (música), Raquel Minetti (artista plástica), Daniela Ferrari (teatrista, directora, actriz), y yo en mi rol de dramaturga. Armamos un grupo y nos presentamos en las convocatorias Crear de la UNL. Fuimos seleccionadas e hicimos nuestra primera experiencia performática, a partir de un texto mío que se llamaba “Detrás de la ropa”. Convocamos a dos actores, Damián Bojorque y Huaira Basaber, reescribiendo ese texto y cruzándolo con imágenes proyectadas en vivo, que iban construyendo el espacio visual.
Elina fue elaborando la banda sonora en base al texto, a las improvisaciones actorales y a las imágenes, que utilizamos como pivote: ese lugar en donde íbamos y volvíamos para desarrollar la performance. Reeditamos la experiencia en el 2013 con otros cuerpos en escena y en el desarrollo de imágenes proyectadas.
En el tiempo de aislamiento social nos vinculamos nuevamente las cuatro artistas gestoras: Minetti, Goldsack, Ferrari y yo. Vale tener en cuenta que Daniela Ferrari es una teatrista, docente e investigadora de Tandil.
-Durante ese aislamiento grabaron fragmentos con mujeres de diferentes localidades.
Goldsack: -En esa etapa de aislamiento nos reencontramos las cuatro, por Zoom. Tomamos como punto de partida un nuevo texto de María Rosa; fue una manera de entrar en frecuencia.
En primera instancia hicimos una lectura de la obra. Raquel propuso crear un espacio en Instagram, desde donde convocar a mujeres para participar con videos, seleccionando fragmentos del texto con la consigna de que en las imágenes no aparecieran rostros. Lo iniciamos con videos realizados por nosotras. Luego se sumaron fotografías a la propuesta. En esa instancia decidimos proponer a Elisa Martínez que se ocupara de las ediciones y publicaciones del material recibido. Ese Instagram funciona como plataforma donde se va desarrollando la obra en fragmentos.
Otra alternativa que ensayamos fue la lectura del texto en un Zoom, por tres actrices, de tres localidades distintas: San José de Rincón, Tandil y Humboldt. Yo había hecho algunas músicas que me había inspirado el mismo texto. Esa lectura fue grabada completa.
Vanina Dadone, Huaira Basaber. Foto: Gentileza Elizabeth Ingrid Rucker
De la vida a la escena
-María Rosa: escribiste el texto sobre una historia real de tu pueblo. ¿Cómo fue llevar eso a un formato más biodramático?
Pfeiffer: -Empecé a escribir ese texto en la época del aislamiento social; fue provocado por un hecho real que sucedió en mi pueblo, con una chica que era mi vecina, a la que yo conocía, y había sido también alumna mía en la escuela de Artes Visuales Mantovani. Concretamente fue un femicidio. Eso coincidió con una situación personal, que tuvo que ver con la pérdida de mi perro y con una ruptura afectiva.
Entonces, está construida a partir de tres hechos reales, con una forma de escritura no convencional. Tres monólogos. Tres personajes: la que está viva, la que está muerta y la perra. Lo que había surgido en principio como una obra de teatro, fue abriéndose y siendo interceptado por otras imágenes; las que producía Elina desde la música, Raquel desde lo visual, Daniela Ferrari desde lo conceptual.
Pensando cómo nombrarnos se nos ocurrió Cuatro Casas, porque cada una desde su lugar, abrimos las puertas para que entren otras mujeres y aporten lo suyo.
Ya pasada la pandemia y con ganas de mostrar esta propuesta en diferentes contextos, planteamos variantes de presentación de la performance.
Goldsack: - concretamos una primera presentación en el Patio de las Orquídeas, en Villa California, en una noche de eventos multimediales. Hicimos una lectura de fragmentos de la obra, paralela a la proyección de videos seleccionados del Instagram, y música grabada. Esa fue nuestra primera salida del “mundo casa y pantalla”; después vino lo del Instituto de Música.
Pfeiffer:- Hicimos una intervención para el 27 de marzo, en el mes de la no violencia, en el Instituto Superior de Música, donde el formato fue una lectura dramática por tres actrices, música en vivo a cargo de tres músicas, previa proyección de una nueva edición de videos.
La última experiencia fue en la Escuela de Bellas Artes de Neuquén, donde convocamos a tres actrices y a un músico del lugar, lo que generó una nueva atmósfera poética y reflexiva.
Nos interesa trabajar con el público estudiante porque abre un abanico de resonancias.
“Pasé todas esas músicas a los tres vientos: una flauta, un clarinete y un fagot. Después el público asoció eso a los personajes; yo no hice esa asociación directa: unos me decían que la flauta era la viva, el clarinete la muerta y el fagot la perra”, cuenta Goldsack. Foto: Gentileza Elizabeth Ingrid Rucker
Presencias
-¿Cómo fue ese salto a la música en vivo, las presencias actorales y la relación con el público presente?
Pfeiffer: -La puesta se pensó en distintos espacios en las tres oportunidades. Tenemos los textos, la música, los videos. Cada espacio sugiere distintas posibilidades. En la casa de las Orquideas el espacio lo definió la pileta y las luces reflejadas en el agua. En el Instituto de Música fueron los atriles los que definieron la escena. Las luces las planteamos con la idea de tres lunas que iluminaban a cada uno de los personajes.
Los videos funcionan como un prólogo que introduce de a poco al espectador en la historia.
Goldsack: -Es muy fuerte esto de lo caleidoscópico: en el video hay muchas voces, muchas mujeres, muchas elecciones visuales diferentes,. Es abrir a múltiples interpretaciones del texto fragmentado, que después se escucha en su totalidad.
En la música hice inicialmente un trabajo en el piano, después me sonaban tres vientos, paralelos a esos tres personajes: una flauta, un clarinete y un fagot.
Con el trío de vientos grabamos la música, que tiene partes fijas, algunas improvisadas; ese material es el que se usa en los videos: un poco de eso, un poco del piano. Y después aparece en vivo.
-¿Quiénes tocaron?
Goldsack: -Ivana Papini en el clarinete, Olga Ponce Caballero en el fagot, y yo en la flauta. En el Instituto estaba el piano divino, así que también usé el piano.
-En Neuquén tocó un guitarrista.
Goldsack: - Sí. Mi elección fue esa sonoridad que me encanta: se produce como un sexteto entre voces e instrumentos que me parece fascinante. Pero no impide que la obra se pueda hacer con otra construcción sonora. Esto de que pueda ser interpretada por otros me parece importante para que circule la obra abriendo nuevas posibilidades, del mismo modo que con las mujeres que leen.
Viviana Quaranta. Foto: Gentileza Elizabeth Ingrid Rucker
-Fabiana: ¿cómo fue tu entrada y tu aporte a la puesta?
Godano: -Entré ya con la propuesta bastante avanzada. Trabajé sobre la expresión, pero muy sutil; con cosas muy chiquitas. Primero con el respeto al producto ya elaborado, y trabajando esencialmente con voces, tiempos, ritmos; y sobre todo los subtextos que le otorgaban fuerza a los personajes.
-¿Como un semimontado?
Godano: -Una performance con mucha fuerza actoral. Pero desde la lectura dramática. Las tres actrices son maravillosas, y lo único que hice fue darles unas pautas que vi desde afuera.
Pfeiffer: -La dirección la hacemos entre todas, Daniela tirando algunas cosas desde lejos. En esta performance las actrices, por más que es una lectura dramatizada, no están poniendo sólo su voz: están poniendo su cuerpo. Por eso no es un semimontado: es una lectura dramatizada, pero donde el cuerpo está presente; donde ese texto atraviesa los cuerpos, aunque desde movimientos mínimos. Por eso nos pareció fundamental la intervención de Fabiana, en esta instancia del progreso del trabajo performático. Del mismo modo es fundamental el aporte del equipo técnico que conforman Juli Torres Goldsack en sonido y Elisa Martínez en edición de proyección de imágenes.
Godano: -Tiene que ver con esta vibración corpórea, que es importante a la hora de actuar; hay que ser muy consciente para sentirla, y sobre todo desde un espacio de quietud que determina la lectura detrás de un atril.
Pfeiffer: -Es interesante pensar esa tensión que se genera desde el espacio de la virtualidad y el espacio real. Las voces que van diciendo en los fragmentos de videos y los cuerpos presentes de las mujeres en la lectura inmediata. La relación del público de las redes y el público presente. Y la dinámica de la performance que abre nuevas lecturas y posibilidades interpretativas de lo poético.
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