Música argentina de antes y de ahora, para celebrar la Patria
En presencia de autoridades provinciales y Municipales, la Sinfónica Santafesina estrenó obras de Ignacio Freijo y Ramiro Gallo, dedicadas a sendas personalidades de la historia reciente. Bajo la dirección de Silvio Viegas, cerró el bloque nacional con una pieza de Amancio Williams y, para el final, interpretó el “Concierto de Aranjuez”, de Joaquín Rodrigo, junto al solista de guitarra Juan Francisco Almada.
Bajo la dirección de Silvio Viegas, cerró el bloque nacional con una pieza de Amancio Williams. Créditos: Manuel Fabatia
En la noche del 24, como todos los años, la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, dependiente del Ministerio de Cultura, se presentará en su tradicional Velada de Gala por los festejos del aniversario de la Patria. Como es habitual, la sala elegida para la ocasión fue el Teatro Municipal 1º de Mayo, lo que permite todos los años un palco compartido entre las autoridades provinciales y municipales. Así, se reunieron el gobernador Maximiliano Pullaro con el intendente Juan Pablo Poletti, y sus respectivas áreas de Cultura; encabezadas por Susana Rueda y Paulo Ricci en un caso y por Luciana Ceresola en el otro. También participaron legisladores nacionales y provinciales, representantes de las fuerzas armadas y de seguridad y demás fuerzas vivas
El titular del organismo, el brasileño Silvio Viegas, eligió para la ocasión un programa integrado en su primera parte por música argentina, con dos estrenos mundiales, y una segunda parte dedicada al “Concierto de Aranjuez” para guitarra y orquesta del español Joaquín Rodrigo, con la actuación como solista del guitarrista argentino Juan Francisco Almada.
Como es habitual, la sala elegida para la ocasión fue el Teatro Municipal 1º de Mayo. Créditos: Manuel Fabatia
A través del tiempo
La velada comenzó con un repaso histórico a cargo del locutor oficial, que habló de “celebrar a los que hicieron la Patria”, pero le bajó un poco el precio a la efeméride al afirmar que “los cambios institucionales después de la Semana de Mayo no fueron muchos”, aunque la Primera Junta adoptó con el tiempo “un fuerte carácter simbólico y de referencia”. Después habló de los acuerdos y desacuerdos que llegan hasta el presente, “con pactos exitosos y otros no tanto”. Pasó también de recordar a San Martín, Belgrano y Moreno, como a los héroes de Malvinas Oscar Ismael Poltronieri (único soldado conscripto vivo en recibir la máxima condecoración militar Argentina: la Cruz al Heroico Valor en Combate) y Alicia Mabel Reynoso (santafesina, una de las 14 enfermeras que estuvieron en el Hospital Reubicable de la Fuerza Aérea Argentina en Comodoro Rivadavia. Recordó asimismo los 30 años de la reforma constitucional de 1994, como ejemplo de concordia.
La transición entre lo institucional y la música estuvo dada por la ejecución del Himno Nacional Argentino, creación de Vicente López y Planes y Blas Parera, en una vigorosa versión conducida por Viegas; con especial brillo en los pasajes instrumentales agregados y expandidos por el “Niño” Juan Pedro Esnaola.
El conductor dijo que para él y muchos brasileños dirigir el Himno Argentino es una emoción casi comparable a hacerlo con el de su país, “porque nos representa” y “es importante cantar nuestro himno con pasión”.
La Sinfónica Santafesina estrenó obras de Ignacio Freijo y Ramiro Gallo. Créditos: Manuel Fabatia
Tierra adentro
La primera obra inédita de la noche fue el “Preludio del Insilio”, del compositor Ignacio Freijo (presente en la sala). “Insilio” es un neologismo para referirse al exilio interior de quienes se refugiaron en zonas alejadas del país, o dentro de sí mismos, en los largos años de la última dictadura. La composición está dedicada a Bonifacio Palavecino, joven vinculado al Ejército Revolucionario del Pueblo que, tras ser torturado por Antonio Musa Azar, se refugió en el monte santiagueño durante el resto de los años de plomo.
En la pieza, Freijo comienza con los vientos maderas para mostrar un primer lamento y algo del ambiente del monte, para crecer en las cuerdas hasta llegar a un segmento de tensión, con algo de banda sonora épica, en tiempo de chacarera, con el justo apoyo en la sección de percusión. Tras el primer clímax, los vientos vuelven a minimizar, para ir al pizzicato de los cellos, como quien se prepara para “la segunda”. Tras otro pasaje dramático, la obra vuelve a estallar en tensión desde los bronces hasta el final épico.
Para “Horacito”
El segundo estreno fue “Viajero”, poema sinfónico de Ramiro Gallo (el crédito santafesino, también presente) dedicado a Horacio Castillo: aquel guitarrista nacido en Posadas que se crió y formó artísticamente en Santa Fe, para volar por el mundo junto a Raúl Barboza y otros artistas, antes de fallecer en accidente de colectivo el 8 de Julio de 2009, a los 37 años.
Gallo presenta en el corno inglés, el clarinete y la flauta diferentes motivos que se van cruzando a lo largo de la pieza, en diferentes tensiones y colores: el principal de ellos es una melodía descendente, con algo de “A tonga da mironga do kabuletê” (melodía de Toquinho), que en su momento más festivo y luminoso cabalga sobre ritmo de candombe, para salir a un crescendo que representa al choque; un pasaje romántico en las cuerdas se mete en el medio, y son las maderas las que presentan al alma de Castillo en su viaje final.
El programa siguió con la Primera Obertura de concierto, Op. 15, de Alberto Williams. Viegas se deshizo en elogios al compositor, nacido en la segunda mitad del siglo XIX, afirmando que se lo conoce poco, y que todas las orquestas tendrían que interpretarlo.
Antes de abordar la pieza, el maestro volvió a arremeter (ya lo había hecho frente a la ministra y ahora repitió ante el gobernador) en su reclamo por un teatro provincial más grande, para que nadie se quede afuera de los conciertos de la Sinfónica y el Coro Polifónico.
También contestó “a algunos que escriben en Internet que se gastan millones en orquestas y coros: esas personas no saben lo que es una orquesta o un coro”, e instó a que el gobierno nacional invierta en un fondo para pagar los derechos de las obras de autores argentinos contemporáneos y que sean tocadas por las orquestas del país. “Nosotros como argentinos (afirmó, incluyéndose) tenemos derecho a escuchar música argentina. Y si no les damos un empujón a los compositores, no van a venir de Alemania a buscar sus partituras”; del mismo modo que es la orquesta provincial y no “la Filarmónica de Berlín” la que dará oportunidades a los nuevos intérpretes.
Finalmente se abordó la pieza de Williams (nieto de Amancio Alcorta y padre de Amancio Williams, el inventor de la “bóveda cáscara”, como se conoce a “los paraguas duros” de El Molino), escrita bajo la tutela de su maestro, el francés César Franck, uno de los inspiradores estilísticos de la obra, junto con Jan Sibelius, de quien tomaría más tarde impulso para la adopción de la música nacional en la academia. El Preludio es una composición que demanda una cierta precisión matemática y las emociones del romanticismo al mismo tiempo: una buena prueba para la batuta del carismático director y para la capacidad expresiva de su instrumento, la orquesta toda.
Tras el intervalo, fue el turno de la pieza de Rodrigo, el pianista ciego que creó con elegancia para la guitarra (retroalimentado por su vínculo con Pepe Romero). El valenciano sacó provecho de la amplificación (uno de los elementos que dieron gran impulso a la guitarra clásica como instrumento solista, junto con las cuerdas de nylon), que permitió poner a este instrumento al frente de una formación sinfónica.
La obra tiene tres movimientos: Allegro con spirito (que representa su luna de miel en Aranjuez con la pianista turca Victoria Kamhi), el celebre Adagio (el momento en que su primer hijo nace muerto en Alemania y casi muere su esposa) y el Allegro gentile (donde “oye a Dios” y acepta su destino).
En cuanto a Almada, graduado en la Universidad de La Plata y posgraduado en Mar del Plata de la mano del paranaense Eduardo Isaac, es un guitarrista de toque elegante, capaz de transmitir emociones sin estridencias. Así abordó el primer movimiento, festivo en el rasgueo inicial, toque ibérico por excelencia, que la orquesta toma casi “apretada” al principio, para abrir las melodías de este “baile de casorio”, en el que la guitarra y los vientos intercambian líneas melódicas, siempre volviendo al protagónico de la primera
El Adagio podría ser una obra en solitario (y en la práctica suele funcionar como tal); la guitarra pasa de tocar los rasguitos sufrientes (“latidos”) acompañando al corno inglés en el motivo principal, para tocarlo como si fuera un instrumento melódico sobre la orquesta, que lo retoma a lo grande: desde afuera parece una composición fácil, y aunque lo fuese, no perdería emoción y “efectividad”. Más tarde habrá una cadenza para la guitarra, que dialogará consigo misma (quizás como Rodrigo ante su tragedia), tocando alternadamente melodía y acordes en las bordonas, hasta encontrar la síntesis.
El tercer movimiento es un tour de force: si se quita la orquesta bien podría ser una obra para guitarra sola de Tárrega o Albéniz, porque la guitarra no sale de escena más de un par de compases, y demanda tirar arpegios, campanelas y melodías con acordes. Almada, después de dejar mucha energía en el movimiento anterior, salió airoso en esta demostración de virtusismo.
Así llegó la ovación final para el solista invitado, los instrumentistas destacados en la pieza y el ensamble todo. Y se demostró que la música y la creación artística son elementos ideales para celebrar la Patria, sin grandilocuencias; y que son centrales a la hora de pensar en “la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación”. Aunque algunos nos quieran convencer de lo contrario.
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