Ignacio Andrés Amarillo
La histórica banda llega en el marco de su gira aniversario, para presentarse en el Centro Cultural Provincial “Paco Urondo”. En exclusiva, Néstor Ramljak dialogó con El Litoral para contarle sobre la historia y el presente de este proyecto vigente.
Ignacio Andrés Amarillo
Este domingo 18 desde las 20, en el Centro Cultural Provincial “Paco Urondo” (Junín 2457) Nonpalidece festejará sus dos décadas de vida junto a sus seguidores locales. Las entradas desde $ 300 están en venta en la boletería de la sala, en Megaforce (Galería Colonial, local 33), Santa Fe Rock & Tour (Galería Florida, San Martín 2347, locales 8 y 9), Terco Tour (San Martín 2495, Local 14, y Corrientes 367, Paraná) o de manera online por sistema Ticketway (con tarjeta de crédito de dos a seis cuotas).
En la previa, El Litoral dialogó con Néstor Ramljak, voz y referente de la formación nacida en Tigre hace más de dos décadas.
La vista atrás
—Siguen con la Gira 20 Años. ¿Cómo se ven las cosas en perspectiva, con respecto a todo ese tiempo?
—Sinceramente es la primera vez que como banda hicimos una recapitulación de lo que pasó en todos estos años. Porque la historia nuestra es de salir a tocar mucho y no nos detenemos a recordar cosas que pasaron, o anécdotas. Pero el número 20, y hace ya unos meses largos que estamos girando, aparecieron unas fotos, unos volantes viejos. Al ir a tocar por varias ciudades te encontrás con gente que te viene a ver hace mucho, y empezás a recopilar anécdotas.
La historia es para escribirla: es la de unos pibes de barrio que armaron una banda y creyeron en lo que hacían. En ese camino aprendimos todo lo que tiene que ver con cómo producir eventos, cómo expandir la música o cómo crecer en eso. Y todo eso fue tan intenso que los años fueron pasando, y somos la misma formación que grabó el primer disco. Como no hubo cambios rotundos la historia se hizo más amable, fue pasando.
Ahora empezamos a pensar en todos los países que visitamos, es como para enorgullecerse haber tocado en una decena de países: la banda pudo traspasar fronteras, no es poca cosa. La otra vez nos acordábamos que tuvimos un número 1 (con “Revolución”, primer tema de nuestro segundo disco) mucho tiempo en una radio en Costa Rica, que es un país que nos abrazó desde temprano. Nos reíamos porque estábamos primeros y abajo Red Hot Chilli Peppers.
Tocamos con artistas internacionales en la Argentina y girando: Israel Vibration ensayando en nuestra sala; Kenyatta Hill, con el cual grabamos un disco; Gregory Isaacs, Michael Rose, Alpha Blondie, Skatalites, todos referentes. Incluso bandas contemporáneas, que están sonando muy fuerte en otros lados, y compartir giras, como con Dub Inc de Francia, que fueron acá y nosotros allá. Estuvo transitado el camino.
Desarrollo
—Cosas que en el ‘96 nunca se les hubieran ocurrido.
—Lo curioso de la historia de esta banda es que en esos años la intención del grupo, o de nosotros como amigos que tocábamos y teníamos inquietudes con los instrumentos, era sacar ese sonido y crecer como músicos, ensamblar mejor. No estaba planeado el proyecto de “hay que armar una fecha, salgamos a tocar”, presionados por eso. Lo que nos entusiasmaba era juntarnos dos veces por semana en una sala de ensayo para aprender. En ese aprendizaje empezamos a componer.
Después sí se fueron dando cosas: el debut de la banda fue en esa sala, en La Nave Katmond. Era un reducto de la Zona Norte, una casona reciclada con tres cuartos que funcionaban como salas de ensayo, y un living bar, donde uno esperaba su turno tomando una cervecita, cambiando el mundo (risas), esas horas eran fabulosas. En ese living debutamos, ante unas 35, 40 personas; de ahí pasamos al cumpleaños de un amigo, los primeros pasos.
—El debut fue antes de entrar al circuito “comercial”.
—Nosotros somos de Tigre, y en ese momento los permisos municipales para una banda tan under no eran tan complicados como ahora.
—Cambió mucho Tigre.
—Sí, en ese momento había dos o tres bares o pizzerías en los que corrías las mesas, armabas y tocabas para 50 personas máximo. Pero cuando tuvimos que cruzar la General Paz para ir a Capital, la gente te escuchaba pero te decía: “Mostrame algo de lo que hacés”. Acatraz, el Marquee, lugares donde había un circuito de shows. Ahí fui que nos dimos cuenta de que teníamos que grabar algo, y decidimos grabar un demo, que terminó siendo el primer disco.
Unidad
—De la primera formación quedaron Facundo (Cimas, bajista) y vos, pero el resto está desde el primer disco. ¿Cómo se mantiene a nivel humano?
—Evidentemente nos llevamos bien, aunque suene una zoncera, y nos queremos. Después está la banda. Lo que pasó también es que contamos los 20 años desde el primer show bajo el nombre de Nonpalidece, en septiembre del ‘96. Pero entre esa fecha y el ‘98, ‘99, fue la época en que se fueron Diego (Bravo) y Galo (Llorente), se sumó Agustín (Azubel) en el saxo, Bruno (Signaroli) en la trompeta (hoy toca la guitarra): fueron años de cambiar piezas. Germán (Bonilla) fue el único músico que vino por un aviso en el Segunda Mano: nos llamó, fue el único baterista que probamos y quedó.
Después todo empezó a crecer, todo generó otras responsabilidades, y en esa dinámica nos seguiremos llevando bien. Obviamente con los cortocircuitos que hay, como puede haber en cualquier relación, especialmente donde te ves mucho y en espacios reducidos: micros, camarines, más tiempo que con tu familia de sangre.
También hacemos lo que amamos, y eso es una estructura que además de llenarnos de felicidad paga las cuentas. A mí me gusta la orfebrería pero no me dediqué; haber descubierto una vocación, desarrollarla y que pague las cuentas es una realización maravillosa. Y la gente nos viene a ver, nos dice cosas lindas.
—Comparten eventos con bandas y públicos diversos: en Baradero dijiste: “Somos el hielo en el gigantesco vaso de fernet”.
—Porque nos pusimos en el día rocanrolero a fondo (risas). Es re loco, porque ahora que la gente nos conoce más ocupamos un lugar importante en el género reggae, pero también en lo que eso significa en el mapa musical argentino. Un género que llegó tarde, que no se había formado como el blues, el metal o el rock and roll; quizás estábamos más cerca de lo que es hoy el hip hop, que uno lo ve como apariciones pequeñas, como que no hay un movimento fuerte, y en realidad lo hay, pero no está en el circuito de difusión.
Proyectos
—“Activistas” ya tiene algunos años. ¿Hay nuevo material en vista?
—Estamos por editar un single, algo que nunca habíamos hecho. Lo grabamos con Errol “Flabba” Holt, fundador de los Roots Radics, una banda legendaria que grabó con una veintena de artistas jamaiquinos, esas bandas de estudio que acompañaban a los cantantes. Están con Israel Vibration hace más de 15 años. Flabba es uno de los bajistas pilares del género, junto con Aston “Family Man” Barrett de los Wailers y Robbie Shakespeare de Black Uhuru. Estaba de gira acá, abrimos el show, fuimos al estudio y grabamos dos temas.
A los meses conocimos a Brinsley Forde, que fuera el cantante de Aswad, le hicimos escuchar los temas, se redondeó y está a punto de salir. Es una canción con un video, tenemos pensado editarla en unas semanas, ahora que se cumple el 1° de julio el Día Internacional del Reggae.
Tenemos un evento en Buenos Aires con una banda jamaiquina, Culture, que vienen a representar un disco que salió hace 40 años: “Two Sevens Clash”. Son una banda de la era dorada, Joseph Hill (cantante fallecido en 2006) era muy histriónico y tenía una visión muy copada del mensaje en el reggae (ahora canta su hijo, Kenyatta, con un timbre muy similar). La otra canción la lanzaremos más adelante, según cómo venga ésta.
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Alzar la voz
—Ustedes apoyan a la fundación que preside Susana Trimarco, a Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Cómo se fue dando el vínculo?
—Tiene que ver con el estilo que hacemos. Cuando nosotros le pusimos “Activistas” al disco después de charlas con nuestro diseñador, un peruano que nos diseña las cosas, no tenía nombre, se iba a llamar “Nonpalidece”. Nos dimos cuenta de que ese tema representaba el hilo conductor de todo el disco, se lo dije y no me dejó cambiarlo (es una persona a la que le damos mucha cabida). El arte del disco recorre a distintos activistas desde México hasta la Argentina pasando por toda Latinoamérica, con luchas que se libraron quizás en silencio. La intención era demostrar que hubo gente que dio su vida porque todos estemos un poco mejor.
A partir de ese nombre nos empezaron a llamar mucho para hacer conciertos, apoyar causas, amplificar voces: cuando tu banda tiene llegada con muchos pibes y tenés un micrófono abierto, eso también amplifica cuestionas que nos interesan.
Susana organizaba conciertos para concientizar sobre la trata de personas, ella nos decía que la juventud nos viene a ver y es importante lo que sucede ahí. A Abuelas les brindamos la banda para lo que necesiten: muchas bandas no lo hacen porque tienen costos, gente que labura, costos que no los tenés o no los querés poner.
Tener la banda a disposición les genera una complicidad con nosotros muy bonita: las ayudamos a preparar el cumpleaños 39, hicimos un concierto hermoso en el Espacio de la Memoria (ex Esma); tocamos en el Patio Central para 10.000 personas en un lugar que sigue siendo sórdido. Ahora cumplen 40 años y quieren que volvamos a tocar. Ellas están en el arte de “Activistas”, al igual que Darío y Maxi (Santillán y Kosteki): se cumplen 15 años y nos llamaron para tocar en el Puente Pueyrredón. Estas cosas nos movilizan y nos fortalecen como grupo humano.