En su nueva novela “A veces la tarde miente”, Judith Mendoza-White posa la mirada en la Buenos Aires de principios del siglo XX. A través de la combinación de diferentes técnicas, construye una trama donde los mandatos, los secretos, el destino y los amores prohibidos tienen una gravitación central. “Cuando escribo trato de empaparme de la época”, contó en una entrevista.
“Juramento de amor”, obra del pintor Faustino Brughetti. Foto: Verbo Casa de Subastas
En la estructura de “A veces la tarde miente”, la nueva novela de Judith Mendoza-White que editó Planeta, hay dos fuerzas que pugnan todo el tiempo: ser y parecer. Es que en el microcosmos de la aristocracia de la Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX, reflejo tal vez de un país que quiso alcanzar, sin lograrlo, el estatus de primer mundo, las apariencias parecen ser tan relevantes como los propios sentimientos. A través de una serie de personajes cuyos caminos se cruzan de formas más o menos inesperadas, la autora propone una descripción puntillosa de la vida cotidiana de las clases altas argentinas en esos tiempos de pujanza. Pero marca, a la vez, un contraste con la humildad extrema de los sectores más desfavorecidos en un pequeño pueblo de provincia. En esos contextos, edifica una trama cuyos ladrillos principales son los secretos, los amores prohibidos, los mandatos, las pasiones y la idea del pecado.
“En ‘A veces la tarde’ miente exploro el tema de los ancestros, de la memoria generacional, la manera en que las generaciones anteriores pueden tener un impacto en nuestras decisiones y destinos, y la forma en que los secretos o lo ‘no dicho’ en las familias pueden señalarnos. Por esto mismo, el lector va a ir dándose cuenta de por qué les pasaron ciertas cosas a determinados personajes, a medida que la historia avanza”, explicó Mendoza-White en una entrevista concedida a este medio.
“Además de la historia que quiero contar, también me interesa mucho la forma en que la escribo", afirmó Mendoza-White. Foto: Gentileza de la autora
La autora remarcó que además del qué, le interesa mucho el cómo. “Además de la historia que quiero contar, también me interesa mucho la forma en que la escribo. Soy muy exigente conmigo misma: busco que las palabras suenen como lo deseo, que las frases tengan el ritmo y la cadencia que quiero lograr. Escribir es mi pasión y mi obsesión, y trato de crecer como escritora con cada obra”, afirmó. “La historia se fue formando en mi mente como un rompecabezas del que al principio solamente tenía pocas piezas. Después, de una manera casi mágica, los hilos se fueron uniendo y surgieron estas dos historias que se unen de manera inesperada, con giros que sorprenden”, agregó.
Romper o aceptar
-En tu novela aparecen muchísimos temas. Pero hay dos, particularmente el de los mandatos familiares y sociales y el del rol de la mujer que dialogan fuertemente con agendas actuales. ¿Cómo es escribir hoy sobre estas cuestiones, más allá de la apelación a unas coordenadas espacio temporales bien precisas?
-El tema de los mandatos sociales y familiares es central en mis novelas, ya que es un tema que me apasiona, y considero que pese a los avances logrados en las últimas décadas, aún siguen señalando existencias. En ‘A veces la tarde miente’ hay dos tipos de personajes femeninos: aquellos que se dejan arrastrar por los estereotipos sociales de la época con aceptación casi ciega, y otros que se permitirán trascenderlos. En las primeras décadas del siglo XX la mujer tenía un rol casi ornamental, de belleza y obediencia, en tanto que los hombres decidían y mandaban. En mi novela anterior, ‘Cuando pase la lluvia’, que transcurre en la época colonial en Buenos Aires y en la época contemporánea, hay un personaje actual que demuestra que estas situaciones continúan ocurriendo, ya que esta mujer se siente apresada por expectativas de belleza física, comportamiento sexual y roles familiares tradicionalmente atribuidos a las mujeres. Lamentablemente estos estereotipos se perpetúan pese a la lucha actual por revertirlos, porque muchas mujeres y hombres continúan, consciente o inconscientemente, adaptándose a ellos. Se dice que mis novelas suelen tener un trasfondo feminista, lo cual es cierto, pero sobre todo intentan reflejar la condición femenina y masculina a través de las épocas con la mayor fidelidad posible.
Retorno al pasado
-¿Qué fuentes usás para realizar esas descripciones tan precisas y profusas de las costumbres y escenarios de la Buenos Aires de finales de las primeras décadas del XX, donde se sitúa la novela?
-Cuando escribo trato de empaparme de la época, para poder meterme en la piel de los personajes y sentir sus vidas diarias, imaginar sus pensamientos, sus acciones, sus sensaciones. Si bien mis novelas no relatan hechos históricos, y todas las historias son producto de mi imaginación, es muy importante para mí que todo detalle que incluyo sea verdadero, por eso investigo cada detalle de la vida diaria, comportamientos y costumbres de la época, incluso los más mínimos. Para esta novela leí diarios, revistas y correspondencia del periodo histórico, busqué detalles de la ropa que se usaba, las comidas que se servían, los productos que estaban en boga, la forma de hablar y de comportarse en público y en privado, en la aristocracia del Buenos Aires de principios del siglo XX.
Portada del libro. Foto: Gentileza Planeta
Para la parte de la novela que se sitúa en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires acudí a mis recuerdos de los relatos de mis abuelos, que crecieron en pueblos similares alrededor de la misma época, y visité el registro civil y archivos de Bragado, mi pueblo natal, donde tuve accesos a correspondencia y documentos que me permitieron aumentar mi conocimiento de la vida y actividades de esos tiempos.
Un rompecabezas que se arma solo
-¿Qué te llevó a diseñar la novela a través de este formato que cruza diferentes técnicas literarias? ¿Cómo lograr que todo eso fluya con tal armonía?
-Me gusta experimentar con diferentes técnicas literarias, y las que utilicé en esta novela son muy variadas precisamente porque me gusta que todas mis obras sean diferentes, y porque esto contribuye también a crear una historia rica, haciéndola distinta y única. Eso es muy importante para mí, ya que no me gusta leer (y mucho menos escribir) novelas o historias predecibles, donde desde el principio sabemos o adivinamos lo que va a ocurrir. En ‘A veces la tarde miente’ incorporé la forma epistolar para contar cosas desde adentro, desde los personajes mismos, y una mirada fotográfica por medio de artículos de diarios y revistas, entre otras técnicas. Hacia el final de la novela, sentí que todo se armonizaba como un rompecabezas que se arma solo, donde cada pieza encaja y el resultado final se revela en un diseño completo.
Palacio Anchorena de Retiro en 1936. Foto: Archivo.
“Nostalgia de lo no vivido”
-Tu novela anterior “Cuando pase la lluvia” está situada también en un contexto histórico bien preciso, a cuyos detalles atendés también con mucha precisión. ¿Tu idea es continuar, en próximos proyectos, en ese mismo camino?
-Sufro, como mucha gente en este mundo actual que es a veces difícil y conflictivo, de lo que a veces se denomina ‘nostalgia de lo no vivido.’ Amo la historia, el pasado, imaginar cómo se sentían y vivían aquellos que nos precedieron, y considero que recrear el pasado es un arte en sí mismo. Estoy escribiendo una tercera novela situada entre los años 1920 y 1960, de modo que sigo favoreciendo las épocas pasadas. Sin embargo, estoy trabajando también en una novela en inglés que transcurre mayormente en la época contemporánea, aunque el género histórico es en el que me siento más a gusto. Tengo muchas novelas adentro, y muchas ganas de seguir explorando tiempos pasados en la mayoría de ellas.