Martes 3.5.2022
/Última actualización 10:03
“Cuando la vida se hace canción”. Así tituló El Litoral en junio de 2018 cuando se produjo el estreno de “Como flor de enredadera”. Es que en este punto se encuentra el corazón de este espectáculo de Edgardo Dib, que intenta generar una propuesta de “teatro en clave musical”. El propio título va en esa dirección, ya que evoca unos versos de la canción “Arrabalera”, de Tita Merello. Artista popular si es que las hay, adherida con fuerza a la memoria colectiva de los argentinos.
Luego de permanecer en pausa durante los casi dos años en que la pandemia mantuvo en jaque la posibilidad de concretar actividades presenciales, “Como flor de enredadera” volverá a la escena santafesina a través de seis funciones que tendrán lugar en las instalaciones de La 3068 (sala cultural ubicada en San Martín 3068) los sábados 7, 14 y 21 y los domingos: 8,15 y 22 de mayo, siempre a partir de las 20.
Cuerpos presentes y canciones
La marca distintiva de la puesta es que no es solamente teatro ni es una comedia musical. Es, en una síntesis que hizo el propio dramaturgo y director Edgardo Dib, una obra de teatro en la cual un cancionero “popular” se integra al relato escénico. Esa incorporación del universo musical no es caprichosa, responde a una búsqueda de melodías cuya presencia en la memoria de los espectadores posibilite que lo narrado esté anclado tanto en la palabra hablada como la cantada, que remite a un cúmulo de referencias vinculadas al rock, la ópera, el tango, la cumbia, los boleros y lo melódico. “Enredar lo intrínsecamente teatral con el universo musical es el desafío”, habían señalado los realizadores antes del estreno.
“Como flor de enredadera” contiene un serie de guiños que sirven para despertar la nostalgia del público: un sifón de soda de una marca muy conocida, el repelente de mosquitos, la picada con queso, salamines y aceitunas, los mosquitos, el canto de los grillos y las chicharras. En ese marco, que configura una típica noche estival santafesina se desarrolla la trama, que tiene como protagonistas a Julia, recién llegada de España, luego de cinco años, a su cuñado, el Gringo y a Kuki, trabajadora “todo terreno” que además de cuidar enfermos, preparar viandas y lavar la ropa, sabe preparar las milanesas como nadie. A través de la enredadera, los cubre el recuerdo de Tita, la madre muerta de las hermanas.
Gentileza producción / Leonardo GregoretFoto: Gentileza producción / Leonardo Gregoret
La obra tiene estructura similar a la cajas chinas o a las muñecas rusas, en la medida en que una historia está dentro de otra y ésta dentro de otra. En cierto modo, cada una abre paso a la siguiente. Desde esa estructura, la cena familiar se transforma poco a poco en escenario de reproches, se develan secretos y salen a flote verdades ocultas. Convergen el realismo y el melodrama y el espectador en forma paulatina puede ahondar en los conflictos psicológicos de los personajes y proyectar desde ahí la complejidad de los vínculos.
El equipo detrás de la puesta
Además de Daniela Romano, Luciana Tourné y Rubén Von Der Thüsen, intervienen en la concreción del espectáculo el músico Esteban Coutaz, también responsable de los arreglos musicales están en escena. El diseño escenográfico, de vestuario y de iluminación es de Dib. La realización escenográfica de Lucas Ruscitti y Federico Toobe (asistente técnico a la vez). El diseño gráfico de Martín Valpondi y la fotografía de Leonardo Gregoret. La producción ejecutiva a cargo de Leilen Bouchet y la asistencia de dirección de Luchi Gaido. La autoría de la obra y dirección general llevan la firma de Edgardo Dib.