Viernes 30.7.2021
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No es una locura pensar que, de haber vivido en la Roma de 1946, Bruno Stagnaro podría haber sido un exponente del neorrealismo. Es que lo que hizo con “Okupas” en 2000 fue más o menos lo mismo que hicieron Roberto Rossellini, Vittorio De Sica y Luchino Visconti en esa Italia consumida por las llamas de la Segunda Guerra Mundial: contar historias cotidianas de gente común que sufre en carne propia los embates de la realidad.
La serie protagonizada por un joven Rodrigo de la Serna, marcó un hito en la forma de hacer ficción en Argentina. Los mismos parámetros que Stagnaro había insinuado en “Pizza, birra, faso” (1998) se hicieron presentes con cruda potencia. Una cámara rápida, inquisitiva y movediza, ambientes sórdidos y personajes al límite. Pero también códigos que salen a flote en los momentos difíciles y que impiden el quiebre total.
A través de cuatro amigos que, por razones diferentes, terminan en una semi derruida casona de Buenos Aires, Stagnaro expone el progresivo periplo a los infiernos de la sociedad argentina. La decadencia social y económica se expresa no sólo en los protagonistas y sus dilemas, sino en todos los pequeños detalles que los rodean en su deambular por la ciudad. De entrada, el director lanza, en términos de Roberto Artl, un cross en la mandíbula: muestra a varias familias desalojadas violentamente del edificio que han ocupado. Esto marca el tono que tendrá la serie.
Más allá de los giros de la trama, el acierto de “Okupas” es la lectura que hizo de su tiempo. El personaje que mejor sintetiza esto es el de Rodrigo de la Serna, un ex estudiante de Medicina que inicia el desesperante camino del descenso social y debe introducirse en un terreno distinto al que marcó su crianza. A su vez, como hicieron los neorrealistas italianos, Stagnaro fue capaz de captar formas de hablar y moverse de los grupos sociales sumidos en la marginalidad. “Acá hay demasiado mucho para mucho poco”, dice uno de los personajes. Y su diagnóstico es perfecto.
Ideas del SurUna clave para ver el presente
“Okupas” está, desde hace poco tiempo, disponible en el catálogo de Netflix. Y es uno de los productos que ocupa un lugar destacado en las tendencias. ¿Cómo se explica esto? Una posible respuesta se puede hallar en su calidad técnica y su condición de obra de culto de la Argentina del siglo XXI. Otra, en la nostalgia que despierta entre todos los que la vieron en su momento y quedaron prendados.
Pero esas aristas explican sólo a medias el fenómeno. Lo central es que la serie parece una clave para descifrar el país de hoy. Si Ricardo, Pollo, Chiqui y Walter tuvieran teléfonos celulares, el paisaje urbano fuera apenas un poco distinto y le agregaran algunos ceros al valor de la moneda, podría pensarse que sus secuencias se filmaron ayer. Es que la preocupante falta de horizontes entre los jóvenes, agudizadas por el encierro al que se vieron expuestos durante más de un año, la pobreza en ascenso, la clase media hastiada, la inflación que mengua los salarios y la sensación de cataclismo en ciernes que trajo la pandemia, tienen mucho que ver con el clima que Stagnaro captó con tanta precisión hace 21 años.
Ideas del SurA ese panorama, se adiciona una dirigencia política divorciada de la realidad, que parece más preocupada por las roscas para definir espacios en las listas y por obtener ‘likes’ en las redes sociales que en generar propuestas novedosas a la altura de la situación actual. “Este pollo simboliza, representa, algo que para mí estaba oculto ¿Entendés? Simboliza, que, yo antes no afanaba y que ahora afano”, le dice Ricardo al Pollo en una escena de “Okupas”. Ni el mejor de los analistas podría haber encontrado una metáfora más cristalina para explicar hasta dónde puede llegar la degradación social si no se ponen en marcha los mecanismos para impedirla.