Lunes 16.12.2024
/Última actualización 16:12
Pablo De Santis es un escritor bonaerense graduado en Letras por la UBA. Trabajó como periodista y guionista de historietas. Ha sido galardonado con el Premio Konex de Platino 2004, el Premio Planeta-Casamérica 2007, el Premio de novela de la Academia Argentina de Letras 2008 y el Premio Nacional de Cultura 2012. Este año publicó la novela “La cabalgata de las valquirias” (Seix Barral), motivo por el que conversó con El Litoral.
Cosas que no sirven
Según relata De Santis a este medio, la trama comenzó a escribirse hace tiempo. Dos elementos hicieron combustión, pero tranquilamente podrían resumirse en uno: los viajes.
Elemento 1: “Mi mujer estaba en un casamiento en Italia. Compartía la mesa con gente que no conocía. Alguien contó algo sobre una costumbre siciliana que tiene mucho que ver con el trasfondo policial de esta novela”.
Elemento 2: Aproximaciones al sur argentino. Entre ellas, Pablo refiere a unas vacaciones en familia y más de un viaje por trabajo a Esquel y a San Martín de los Andes. Lo conmovió el paisaje antes y después de la ceniza. “Quizá en el libro está un poco exagerado, pero fue bastante grave para la aparición del turismo por la cancelación de vuelos”.
Finalmente, para llegar a “La cabalgata de las valquirias”, el escritor se valió de una secuencia grabada a fuego en su ADN. “Mi padre juntaba muchas cosas en cajas. Tenía una que decía COSAS QUE NO SIRVEN PERO NO SE TIRAN. Me parece que así es la cabeza de un escritor: uno va juntando cosas hasta que en algún momento le encuentra la utilidad”.
El tesoro
“Bioy Casares decía que por las digresiones entra en los escritos la vida”, responde De Santis sobre la construcción del suspenso. Pero, agrega, “en la novela policial tiene que haber un esquema bien organizado para que las pistas estén en un orden significativo. Que la verdad llegue como una consecuencia natural. Contar una historia policial es como organizar para los chicos la búsqueda del tesoro. Primero se pone el tesoro y después se van poniendo las pistas en un sentido inverso. Uno empieza al revés de cómo están las cosas puestas en la trama. En la novela policial hay que tener en cuenta la diferencia entre lo que Umberto Eco llama fábula y trama. La fábula es el orden cronológico de los acontecimientos y la trama es el orden en el que se le aparecen al lector”.
La cronología de “La cabalgata de las valquirias” comienza con la ceniza volcánica, un año antes de que el comisario Conrado Nebra pise Bosque Blanco. “Al escribir, uno está muy atento a la trama, al detective, a la investigación. Yo trabajé con bastantes esquemas y anotaciones para no perder de vista el almanaque”. El entrevistado habla de las novelas de enigma -la que nos convoca es un ejemplo de ellas- como novelas de diseño. “Antes de ponerse a escribir, uno tiene que tener la trama en la cabeza, por lo menos una orientación”.
En cuanto al proceso de escritura, explica: “Si uno es demagógico se equivoca. Tiene que ser fiel a uno mismo. Yo tengo muchos libros para chicos y nunca pensé en el lector de una época determinada ni en agregar elementos de tecnología. Pienso que de haberlos agregado hubieran quedado desactualizados y casi incomprensibles. En cambio yo metía máquinas de escribir de las viejas y eso continuó (risas). Ya eran viejas en esos años pero siguen teniendo cierto significado”.
Conversaciones
Nebra es un investigador foráneo, hijo de policía y formado en Derecho que viaja desde la capital de la provincia hasta el lugar de los hechos. De Santis recuerda que en la primera versión del libro, era uno más en la historia. No le cerraba el estilo frío hasta que encontró la primera persona. “Este personaje un poco melancólico me abrió la posibilidad de terminar el libro”, destaca con la obra finalizada. Nebra-enhebra la trama. “El argumento siempre se puede modificar, pero si uno no tiene la voz narrativa no hay manera de avanzar. Para mí fue muy importante, y también un desafío, poner a un policía contando su historia y no a alguien intelectual. Al ser abogado, Nebra está un poco más cerca del mundo de las letras. De hecho, en ‘El Quijote’ se habla del discurso de las armas y las letras, y en esa época las letras no significaban, sino el derecho”.
Nebra construye un trío particular, un nodo, con sus compañeros de trabajo: la sargento Mayra Santelmo y el subcomisario Gabriel Valeri. Esta articulación responde a un condimento fundamental en los policiales, según el autor de “La cabalgata de las valquirias”, la conversación. “El género policial, más que con un crimen, comienza con dos personas que conversan. Ya en Poe, el maestro, están las conversaciones entre el narrador de la historia y el detective. Si a ‘Sherlock Holmes’ le sacamos al doctor Watson, le sacamos lo más interesante, porque en esas conversaciones se desenvuelve el género. Como si fuera una especie de diálogo platónico, uno tiene el método y el otro no. Aquí en la novela está mucho más repartido. Santelmo hace un poco de Watson, lo ayuda. Valeri es una especie de rival para Nebra. En algunos puntos se unen sus investigaciones, pero a regañadientes. Como detective, Nebra no es genial. Es un hombre empecinado que quiere encontrar la verdad. Aunque es un hombre inteligente, tiene más virtudes morales que intelectuales. No es un genio de la investigación, es alguien que persiste en buscar la verdad”.
Nebra trabaja en una mirada ensayística-conjetural que también se vale de la ironía para escarbar información. Su personaje practica una parodia del género policial al exacerbar los clichés: informes forenses, comunicados oficiales. “Esas son las reflexiones sobre el lenguaje que uno a veces hace”, otorga el autor. “Como si la literatura fuera el terreno en donde uno habla más metafóricamente, mientras que en la vida cotidiana se hablara más prosaicamente. Y no es así para nada. En nuestro habla cotidiana todo el tiempo metemos imágenes creativas, a veces ironías y alusiones. No somos directos, sobre todo en el habla argentina. Somos muy irónicos para decir las cosas. Estamos en una especie de sobreentendido y de ironía que puede tomarse literalmente y no comprenderse”.
Cuando uno escribe, expone el autor de la novela, “deja que las ideas estén encarnadas en los personajes y que tengan conflicto entre ellos”. Foto: Gentileza PlanetaConflicto
Lo que te da terror te define mejor, cantó Gabo Ferro. Tratando de esquivar el charco del spoiler, se puede decir que lo que aterra al pueblo es ese secreto aceptado en silencio por la comunidad: la práctica de la eutanasia. Este secreto chorrea de presente cuando se comunica la muerte de Rafael Alescu. Consultado por la escalada de la trama a partir de ese dato, el escritor procede a ordenar los elementos: “Está la historia de la investigación y, detrás, la historia secreta”.
Luego repone al protagonista de la historia, el encargado de hacer correr la cinta: Nebra. “Él es alguien apegado a la ley. Tiene esta mirada de que la justicia es algo difícil de definir y lo que tenemos son las leyes. Yo no escribo una novela con una idea predeterminada para exponer ante los lectores. Dejo que las ideas estén encarnadas en los personajes, que tengan conflicto entre ellos. Hay personajes que seguramente se inclinan mucho más a favor de la eutanasia, como el médico. Otros como Nebra están a cierta distancia. No le parece tan correcto. Pero él no vino a eso, él quiere resolver lo que vino a hacer”.
Nebra habla comparando, sospechando. “Como si” su manera de vivir fuese conjetural. De Santis se sorprende por mi acotación, ya que es algo “totalmente involuntario”. “Ahora lo voy a volver a ver”, promete. “Seguramente está en relación con que él tiene que hacer una investigación, pero además es un extraño. Es alguien de afuera, pero del mismo país. En el pueblo no hay una sola persona a la que haya conocido de antes. Sí a Valeri, pero no personalmente”.
En un fragmento de la novela dice que “la gente tiene hambre de símbolos”. El más grande de ellos es la ceniza que envuelve al pueblo del sur argentino. Para Nebra, todo lo que ve es insumo para armarse una imagen del lugar. “A veces, una mirada de afuera sirve más para investigar algo que la de alguien demasiado familiarizado, demasiado adaptado. Permite examinar un problema. Además, tener un personaje de afuera sirve para acompañar al lector”.
Mundo cultural
El muñeco de Geniol vigoriza la escenografía. Le da relieve a la música que flota en el aire desde que el lector se detiene en el título. Wagner. Pablo De Santis parte de una premisa: “Cada novela arma su colección de objetos o de museo. La propaganda de Geniol no es de mi época, pero me acuerdo que hace muchos años se hizo una exposición sobre los afiches de este diseñador: Lucien Achille Mauzan. Él había venido acá, la mujer se había enfermado, después se volvió a Europa. Al final de su vida escribió una novela. Me pareció un personaje riquísimo, capaz de escribir una novela de ciencia ficción en esa época, que no era tan frecuente. En los años ‘30 ya habían escrito H. G. Wells y Julio Verne, pero faltaba que escribiera Bradbury”.
Mauzan le interesaba sobremanera a De Santis. Pero la identificación terminaría de forjarse por un factor insoslayable: su migraña crónica. “Durante casi toda mi vida siempre sufrí muchos dolores de cabeza. Era una especie de emblema personal la cabeza de Geniol. En este libro traté de que no apareciera, como en mis otras novelas, el mundo cultural. Como si quisiera hacer una novela contra mis tendencias, contra lo que me sale naturalmente. Entonces puse un policía, un hombre intelectual de protagonista, pero igual me apareció la biblioteca del pueblo”.
La biblioteca Pedro Mario Senda, en honor al poeta de Bosque Blanco, “es el lugar donde están reunidos todos los personajes. Creo que acá funciona como la sala de la casa de campo o el comedor de los hoteles en las novelas de Agatha Christie. Quizá quien escribiera el primer ensayo sobre la novela policial, (Siegfried) Kracauer, decía que el hall del gran hotel era la catedral donde el detective era una especie de sacerdote. En vez de hablar en nombre de Dios, hablaba en nombre de la razón. A mí me gustan mucho las bibliotecas de los lugares chicos. Esas bibliotecas donde los libros están un poco agrupados por género, como en las casas, sin un sistema de profesional de organización que sólo conocen los bibliotecarios”.
Coda
Antes de despedirnos, Pablo deja picando una pregunta: ¿Lo ves a Enrique Butti? Y le deja un recado que rompe la cuarta pared, en este caso la pantalla: “Un tipo divino, un gran escritor. Lo conozco hace muchísimos años porque él publicó en una colección que yo dirigía. Una de sus novelas, ‘El centro de gravedad’, me enloquece. Es una de las grandes novelas de ciencia ficción argentina. Vi que tradujo la antología de ‘Spoon River’, un laburazo”. Pulso “colgar”. Me levanto. Vuelvo a ver el sobre en el que llegó “La cabalgata de las valquirias”. Leo la calle del remitente. No puedo creer tanta coincidencia.