Pablo de Santis y la nostalgia por el mundo más puro de los viejos policiales
En “Academia Belladonna”, su nueva novela, el escritor porteño creador de “El calígrafo de Voltaire” y “El enigma de París” narra las aventuras de un joven que, en busca de venganza, ingresa a una escuela de asesinos en la Inglaterra de los años ‘30.
Gentileza del autor Creo que tengo una especie de inconsciente que me lleva a armar las historias de una manera bastante impulsiva y a veces atolondrada, pero que me va dando resultado , señaló De Santis.
Pablo de Santis, el reconocido escritor argentino creador de novelas como “La traducción” (1998), “El calígrafo de Voltaire” (2002), “La sexta lámpara” (2005), “El enigma de París” (2007), “Los anticuarios” (2010), “Crímenes y jardines” (2013) y “La hija del criptógrafo” (2017), vuelve a proponer a los lectores un universo estimulante, plagado de aventuras. Ahora, lo hace en “Academia Belladonna”, que rinde tributo a la vieja vertiente de los policiales de enigma a través de su estilo inconfundible.
En la ciudad de Londres de principios de los años ‘30, el joven Duncan Dix ingresa a una escuela de asesinos, para aprender las técnicas que le permitan vengar la muerte de sus padres. Allí, “entre venenos, armas de fuego y cerbatanas, descubre el vínculo entre el crimen y la filatelia, conoce los riesgos del oficio, se asoma a la seducción y al amor y aprende a matar”, señala la sinopsis.
Gentileza Planeta
Foto: Gentileza Planeta
El propio escritor, en una entrevista concedida a este medio, explicó que si bien “Academia Belladona” reitera algunas reflexiones que estaban presentes en “En el enigma de París” y hasta comparte un personaje, la idea central surgió mucho después. “Tengo una novela inédita que sigue la cronología de ‘El enigma de París’, pero se me ocurrió esta, donde encaro las cosas desde otro punto de vista y hago una visita a ese mundo de crímenes, detectives y asesinos”.
-Los detectives de “El enigma de París” y los asesinos de “Academia Belladonna” tienen puntos en común, quieren volver a un mundo más ordenado.
-Si. La idea es la misma. Que es también la nostalgia de los lectores de las viejas novelas policiales como yo, por ese mundo más claro, más intelectual, sin sadismo, sin psicópatas, sin todo esto que tienen los relatos más actuales y que se ve muchísimo en las series. Hay cierta nostalgia por ese mundo más puro e inocente de los viejos policiales.
Héroes viajeros e inmóviles
-La novela, aunque tiene elementos del policial, está emparentada con la narrativa de aventuras. El lector, junto con el protagonista, se va sumergiendo en universos desconocidos, cuyas reglas debe aprender ¿Leías novelas de aventuras?
-Leía aventuras. Y en algunos casos, las novelas de Agatha Christie también tenían algo de aventura. Quizás menos las de la señora Marple, pero sí las de Hércules Poirot, que a veces aparecía en alguna excavación arqueológica de Medio Oriente, en Siria o en Egipto. Me gustaban mucho las historias de aventuras, sobre todo las de Julio Verne, que siempre estaban ligadas a un elemento de fantasía o ciencia ficción pero contaban viajes. Es más, la colección de las novelas de Verne se llama “Viajes extraordinarios”. Frente al mundo de la aventura, del héroe que se desplaza, el del policial aparece como un héroe inmóvil. No porque no se mueva, sino porque su virtud la muestra en un ámbito cerrado, en la casa del crimen o en la habitación del crimen. Poirot puede viajar a Egipto y tomar un barco como en “Muerte en el Nilo”, pero su saber lo va a aplicar en un camarote. Esa es para mí la diferencia entre el héroe de aventuras y el detective. Duncan Dix, el protagonista de “Academia Belladonna”, tiene más de héroe de aventuras que de detective.
Una Londres de fábula
-Si bien la novela transcurre en la Europa de principios de los años ‘30, no hay muchas referencias a la situación socio-histórica ¿Qué te llevó a elegir ese contexto?
-Quería elegir una época que pudiera estar temporalmente ligada al mundo de Los Doce Detectives de “El enigma de París”. Pero por otra parte no quería que hubiera un contexto histórico muy determinado por la amenaza del nazismo. Entonces coloqué la trama antes de que Hitler llegara a la Cancillería de Alemania. Después, a partir de algunas cosas que se me ocurrieron, fui corriendo las cosas. Quería que hubiera alguna distancia con el cine mudo, que ya fuera algo del pasado. Después quise que hubiera un aniversario redondo de la tragedia del Titanic, entonces fui ajustando las cosas hasta que me quedé en 1932. Es una especie de Londres de fábula, imaginario, de una época de la que ignoramos bastante. Hay otras épocas que tenemos más presentes por películas o documentales. Esta es un poco más incierta.
Gentileza Daniel Jurjo
Foto: Gentileza Daniel Jurjo
Salidos de un sueño
-Los personajes que creaste para este libro, estos asesinos que quieren hacer de sus crímenes una obra de arte, tienen muchas capas, distan de ser unidimensionales, sugieren mucho. ¿Cómo es el proceso para construirlos?
-Creo que tengo una especie de inconsciente que me lleva a armar las historias de una manera bastante impulsiva y a veces atolondrada, pero que me va dando resultado. Intento que los personajes se diferencien entre sí, pero a medida que voy pensando la trama, van apareciendo. No siento que sean decisiones conscientes. Por ejemplo, en la novela, el personaje principal tiene que ir a la Sociedad Filatélica Internacional. Y se me ocurrió que la chica que atendía tenía que ser ciega. Pero no es algo que me pongo a pensar y que tiene que ver con la trama, sino que se me ocurre de repente. Para mí la escritura tiene eso de que uno va armando más o menos una trama, la va planeando, pero después es como si uno se quedara dormido en el medio de la historia y fuera soñando los personajes. Así como en los sueños, uno no decide lo que va a soñar.
Un juego feliz
-En la novela hay muchas muertes y algunos giros en la trama que manifiestan la desdicha de algunos de los personajes, sin embargo el tono general dista mucho del dolor o la tristeza, hasta tiene cosas que hacen pensar en la felicidad. ¿Esto fue intencional?
-Uno de los primeros que la leyó fue Guillermo Martínez (escritor) y me dijo: “Es una novela muy triste”. Y yo le contesté: “A mí me parecía que era muy alegre”. La escribí con alegría, no con ánimo melancólico. Me parecía que era puro juego. Los personajes mueren, pero uno no se queda pensando en eso. Mueren como en “Diez indiecitos” de Agatha Christie. Mi novela inmediatamente anterior, “La hija del criptógrafo” es más dramática, entonces veía a esta como una obra muy liviana, como la felicidad de inventar. Una novela muy libre, como se puede ver en que los asesinos establecen su economía en estampillas. Cosas completamente ajenas al realismo literario.
¿Reencuentro?
-¿Los lectores nos vamos a reencontrar con algunos de los personajes de “Academia Belladonna” en otras novelas?
-No lo pensé, pero podría llegar a ocurrir. Me quedaron pendientes algunos personajes que podrían incorporarse a una futura novela pero por ahora no se me ocurrió. Si tengo escrita otra novela con Salvatrio, el protagonista de “El enigma de París”.