Editorial Palabrava, con sede en Santa Fe, ha incorporado una nueva colección a las ya existentes: Rosa de los Vientos, La Punta del Iceberg y Anamnesis. Se trata de Nordeste, colección pensada para la publicación de escritoras y escritores de esa región argentina que comprende Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones, y se suma también a Santa Fe y Entre Ríos.
“La idea es publicar, en los años próximos, antologías de cada una de estas provincias, de voces que narren sobre su entorno, su lugar situado”, destacó la escritora Patricia Severín, responsable de la editorial, y explicó “cada provincia cuenta con un antologista que recorrerá su región en busca de cuentistas de trayectoria para volcarlos en un libro”.
Para inaugurar la colección, se lanza una trilogía con dos reconocidos escritores santafesinos, Rogelio Alaniz, con su novela “Mala suerte si ando solo”, y un libro de Enrique Butti, “Cuentos con y sin pintores”. Para completar la tríada, se publicará también la novela de la escritora rosarina Patricia Suárez, “El suplicio de las noches”. “Pensamos como una manera inaugural, estos tres libros de género narrativo que prestigian nuestro catálogo con autores de trayectoria internacional”, cuenta Severín.
Como ya es recurrente en esta editorial, el diseño es un componente muy destacado. A cargo de Álvaro Dorigo, en esta colección se juega con la naturaleza y su entorno, tanto en lo que refiere a la tapa como al interior. Los lectores podrán apreciar la delicadeza de las formas, las líneas, los detalles que aparecen entre sus páginas, habiendo diversidad de flora y fauna de la región, en cada planteo de tapas.
Oficio de delincuente
El protagonista de la novela “Mala suerte” si ando solo comparte con el lector la evocación de su vida azarosa. No es una vida cualquiera: desde chico ha vivido al margen de la ley y hoy, a sus setenta años, se encuentra solo con sus recuerdos. No se queja, sabe que él mismo cosechó lo que ha sembrado: no tener a nadie que lo quiera ni a quien querer.
Narra con mirada escéptica el mundo del que fue partícipe: mujeres, excesos, asesinatos, pero también amores, alianzas y muy pocos amigos. No cualquier persona se define a sí mismo como un verdadero delincuente, pero nuestro personaje lo hace: “Lo que abunda en estos pagos es el oficio de delincuente, pero la profesión de delincuente escasea”. Y explica con habilidad esa diferencia. Se trata de un hombre inteligente y bien parecido que proviene de un barrio humilde donde sobrevive el más fuerte, y que siempre fue consciente a dónde quería llegar y de qué modo lo conseguiría.
Con la palabra justa, sin regodeos ni desmesuras, Rogelio Alaniz cuenta las memorias de este hombre del hampa, que se ha hecho a sí mismo con valentía, pero sin escrúpulos, y que justifica su accionar en un mundo donde el ajuste de cuentas siempre desencadena un nuevo crimen.
El templo platónico del arte
En la primera parte de “Cuentos con y sin pintores”, de Enrique Butti, hay un pintor ciego que tantea a la modelo para estampar sobre la tela los trazos de la pasión; está el pintor condenado al milagro de encontrar en la meticulosa realidad cada obra que proyectaba crear; están los sentimientos de la pintura de un muerto que afloran paso a paso como oráculos; están unas pinturas que anuncian el renacimiento de las artes plásticas merced a la atención centrada sobre ese paria olvidado que es el espectador; están unas miserables pacotillas pintarrajeadas mecánicamente entronizadas como arquetipos en el templo platónico del arte.
Las variadas historias de estos pintores borronean un manifiesto artístico exacerbado que inspira al resto de los cuentos “sin pintores” que completan este volumen, donde el humor, el desasosiego y la compasión que modelan la narrativa de Butti alcanzan una expresividad estremecedora.