Jueves 18.1.2024
/Última actualización 14:28
La vida de Patricio tiene los altibajos del artista silenciado y a la vez reivindicado por el tiempo que suele sanar heridas y cuanto más pase el agua debajo del puente, más posibilidades de evolución mental habrá, siempre y cuando leamos libros. Pasó su niñez y adolescencia por algunos pueblos de la provincia de Córdoba y tiene un interesante anecdotario para contar, por lo tanto, al grano: Patricio, ¿en dónde naciste y cuáles fueron tus primeros pasos?
-Nací en Rosario en el año 59, tengo 64 años. Fui un tiempito al colegio Juan Arzeno. Después pasé al Lasalle en donde hice la primaria y secundaria, pero en el medio del asunto, transfirieron a mi padre por su trabajo. Primero a Villa María y después a Laborde, ambos en la provincia de Córdoba, pero al sur. Laborde es la capital nacional del Malambo y por último en Guatimozín en donde vivían unas tías con quienes compartí situaciones familiares entrañables. Una localidad pequeña te otorga un modo de ver la vida que el citadino no tiene. Hay como una amplitud de visión afectiva y sensorial, mayor que quien vive en ese tipo de localidades. Es una experiencia para los que hemos tenido la oportunidad de vivir en la ciudad y a la vez en una localidad pequeña que se manifiesta a favor del desarrollo personal de los individuos, ¿no? Por un millón de cosas, por la afectividad de la localidad chica y la cercanía con los individuos y la convivencia de los distintos estratos sociales que te hace ver el mundo desde otro lado.
Cuando volví a Rosario continué cuarto y quinto año de la secundaria en el Lasalle, el colegio que dejé cuando me fui a los pueblos. Un Colegio de curas, muy buenos tipos, buena gente; tengo los mejores recuerdos. Yo jugué algún tiempito al rugby en el Lasalle, cuando todavía existía, esto hace muchos años, por eso la edad que tengo (risas).
Pese a sus 64 años Patricio mantiene la totalidad de su cabello. Intenta domarlos peinando para atrás la parte más visible de sus rulos e increíblemente, muy pocas canas rondan su cabellera. Más de una cargada recibirá de sus amigos argumentando que se tiñe, pero la barba lo denuncia de forma completa por una población estable del 90% de canas. El galán maduro, tiene mucho para contar sobre su etapa Universitaria porque le tocó vivir una época que marcó a fuego como en una yerra, a toda su generación. ¿Cómo fue esa etapa Patricio?
-Lo de mi edad influye porque terminé el secundario en el año 1976. Vengo de una familia de clase media acomodada, si vale la aclaración. Esto hacía que tuviera ambiciones o incentivo para ser profesional. Por aquella época, las carreras que se consideraban eran Ingeniería, Ciencias Económicas, Medicina, Abogacía y gracias. No existía otra posibilidad más en una familia como la mía. Si decías que ibas a hacer educación física, ya era un caso raro y yo estaba enfocado en ser Ingeniero Mecánico. Rendí bien el examen de ingreso porque era aplicado, nunca me llevé materias, era un poquito quilombero pero estudioso. Empecé la carrera con ánimo y deseo de desarrollarme en la vida y demás yerbas, pero tuve la desgracia de que mi comienzo diera con el inicio del gobierno militar. Aún así, hice cinco años de carrera y esta gente logró que un tipo con muchos deseos de brindarle cosas buenas al país, porque ese era el concepto que tenía, hicieran todo lo posible para aniquilarlo, y lo lograron. El gobierno militar aniquiló dos generaciones, hubo una primera generación que fue aniquilada físicamente, o casi. Por ejemplo el caso del escritor Eugenio Previgliano, que éramos relativamente compañeros en la Facultad, con 18 años estuvo preso mucho tiempo y era militante peronista. Mi caso no era el de la militancia en ese momento, pero me comieron, me cocinaron intelectualmente. Porque somos esa parte que no salió a la luz, no fueron solamente los muertos y desaparecidos sino la otra tanda de gente diezmada. Más tarde pude escuchar música y ver películas de esa época, muchos años después de que terminara la dictadura, porque todo estaba prohibido. Mi idea era ser un buen ingeniero brindado a la sociedad y a mi país y probablemente hubiera sido un tipo creativo de antemano. Muy pocas veces recuerdo esta parte de mi vida porque me duele mucho. Entonces me pasé a Analista de Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional. Estudié cinco años, milité en política, fui de Franja Morada; fui un ferviente seguidor de Raúl Alfonsín y lo sigo admirando, pero también sufrí los coletazos de lo que había sido la Facultad en la época de gobierno militar. Porque todavía quedaban esos docentes y faltándome tres materias para recibirme, dejé la carrera. Tuve una desavenencia en una mesa de estudios como ya había tenido en Ingeniería y ahí se terminó, “nunca más me pongo enfrente de un profesor o profesora hijos de su madre”, me dije, y empecé a trabajar. Ingresé en Philips Argentina como asistente de gerencia y ahí tomé mi camino. Después de unos años en Philips, me fui a Isaura, una petrolera que no existe más; era representante de ventas y de repente tenía una zona a mi cargo. Después fui gerente de una pequeña distribuidora; de ahí pasé a otra y después cubrí cargos gerenciales hasta los 50 años más o menos, en empresas de mediana para arriba e internacionales algunas. En el medio me casé, tuve tres hijas y toda esa etapa familiar, la cubrí con esos cargos más o menos piolas que tuve.
Portadas de "La noche que se recostó en la memoria" y "La edad del mar", sus últimos libros (el segundo junto a Marcelo Cutró). Foto: Gentileza CRAcerca de su último libro
“La noche que se recostó en la memoria”, publicado por CR Ediciones en el año 2021.
Es un libro es una oda al amor que empieza con la búsqueda de la mujer amada en primera instancia, junto a un viaje hacia Italia para reencontrarse con ella. Pero a la vez será una constante de la búsqueda de algo que no será el destino, porque el autor ya lo conoce o lo viene encontrando. Una parte de su destino le fue revelado, pero pareciera faltar algo más. Entonces se interna por Italia recorriendo en esa búsqueda, la euforia de volver a asombrarse. La mueca del artista frente al espectro del presente real tendrá que revelarse con una situación o una sensación nueva que el autor pareciera esperar frente al amor de su vida. También se ve surgir la novedad de lo nuevo por vivir, ¿qué más hay? Qué más puede haber, cuál será la nueva experiencia.
Con el trasfondo de un pasado a lo mejor duro o difícil, pero también con cierto toque jovial que ronda buena parte del libro, la contundencia de los párrafos cortos serán el acierto. Es un conocido modus operandi que Patricio ya mostraba en las crónicas de las contratapas de los diarios, incluso enumerándolas como sentencias de lo dicho. En esa elipsis se permite repeticiones que rozan la prosa poética para reafirmar el concepto. En esa misma elipsis también está el olor del tiempo recobrado, pero a la vez perdido a través de la mirada fija situada en un presente continuo. La palabra que queda impresa en el libro afirmando un recuerdo, es un momento plasmado en una foto que el autor relata con el ojo que resume, en miradas de un amor único, una especie de música sostenida por ese recorrido por Italia que ya forma parte de un pasado. ¿Es autobiográfico? No importa. Es una obra con el sello único y original de Patricio Raffo.
-Y tu inquietud literaria, ¿en qué momento comienza?
-Mientras trabajaba y criaba a mis hijas con mi ex compañera, iba desarrollando mi faz creativa que había empezado entre los 13 y 14 años. Escribía cuentos, relatos, poesías y mucho en mi diario personal. A los 17 empecé a tocar la guitarra, me asocié con otro músico y yo escribía las canciones. Tuve una banda de rock entre los 18 y 24 años. Le pusimos un nombre y nada más para destacar, pero tocaba con gente que todavía está dando vueltas en la música. Creo que ahí empieza mi faz creativa, en un momento me doy cuenta de que, si bien sigo tocando la guitarra y cantando, entendí que no me daba el cuero para ser profesional de la música, porque no cantaba bien ni tampoco tocaba bien la guitarra, pero sí quedaba lo que había escrito. Ahí había un valor, una intencionalidad que rescaté; supe que quería decir cosas y que no me funcionaba cantar, pero sí el decir. Fue una etapa muy linda, porque está bueno cantar, llenar boliches, todos mis amigos me iban a ver, pero cuando me cayó la ficha concretamente, compré el pasaje a la literatura. Porque todos los que escribimos queremos decir cosas.
-¿Asististe a talleres literarios o hiciste tu propio camino?
-Tuve suerte dos veces en ese sentido. Primero, que una tía, Lilian Sa Pereira, fuera alumna directa de Alma Maritano. Le cuenta a Alma sobre su sobrino, de lo bien que escribía y nunca había leído nada mío (risas). Entonces Alma me pone en el grupo estrella, con Any Lagos, Mario Perone, Marcela Atienza, Sandra Siemens y sigue la firma. Fue como llegar a una clínica de fútbol de Messi y que me pusiera con los mejores jugadores que había. Al tercer año Alma me dice: “Patricio, no quiero que vengas más al taller”, y me rompió el corazón. Pregunté porqué y me dijo: “porque vos ya tenés vuelo propio. Si seguís viniendo, no te va a hacer bien”. Entonces fui un tipo con suerte porque de haberme tocado con un profesor inescrupuloso, me hubiera tenido en su taller toda la vida. Soy fiel a mi criterio y puedo ser un malísimo escritor, pero tuve mi desarrollo personal, por lo tanto, después de lo de Alma, cacé los remos y empecé a remarla en el dulce de leche hasta hoy.
El Patricio comerciante del rock
“En el año 1992, me quedé sin trabajo y compramos un bar con un amigo. Se llamaba Don Nicanor. Hacíamos música, rock and roll y blues. Nunca en Rosario se dio eso. Siete días a la semana con música a partir de la una. Las mejores bandas pasaron por ahí. Estuvo el Pelado Cordera, Hilda Lizarazu, La Mississippi. Durante tres años fui el dueño de ese lugar. Estuvo buenísimo, hermoso; muy linda época, no hacía nada de literatura, pero sí mucha música”.
Biografía
Patricio Raffo participó en diversas antologías y publicó en el año 2000, con la editorial Bajo la Luna, el libro de poesía “Restos Inexplicables”; “Dios hembra”, con la editorial Los Lanzallamas y en el año 2016 “El ritual del adiós” con Gatogrillé. El libro “La edad del mar”, en coautoría con Marcelo Cutró, más su último libro de relatos “La noche que se recostó en la memoria”, fueron publicados por CR Ediciones, en el año 2021.