Domingo 2.6.2024
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La presencia de Paul Schrader en el campo de la cinematografía empezó a gestarse en la primera mitad de la década de 1970. No es casual: eran los tiempos en que unos jóvenes que se habían formado en escuelas de cine (Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Brian De Palma) impulsaban una redefinición de los géneros clásicos, que venían en declive desde la década anterior. Veneraban a los clásicos (Hitchcock resultó un referente para todos ellos) pero tenían la suficiente irreverencia para sintonizar con las nuevas demandas del público. Entre esos directores estaba Martin Scorsese, quien le brindó a Schrader su primera gran oportunidad al convocarlo como guionista para “Taxi Driver” (1976).
"Taxi Driver" (1976). Foto: Columbia PicturesEn Travis Bickle, el taxista interpretado por Robert De Niro, podría hallarse el origen de los personajes que mejor sería capaz de diseñar en adelante Schrader: un tipo solitario, con serios problemas para establecer vínculos con la sociedad que lo rodea. Aunque la película propone explorar hasta qué punto la vida urbana y la violencia oprimen al individuo, lo que garantiza su condición de clásico es, justamente, la gravitación de Travis. Su gesta, primero para conectar con un mundo que lo desprecia, después para destruirlo, y para intentar al final lograr su redención a través del violento rescate de una prostituta adolescente, es hipnótica.
En efecto, el cine generado por Schrader, que trató de llevar después su sello distintivo a la dirección, con vaivenes, se caracteriza por su capacidad para introducirse en los aspectos más perturbadores de la psicología humana (basta ver “Obsesión”, el proyecto que escribió para Brian De Palma en los ‘70) y la moralidad. Justamente, la cualidad de Schrader es que hace dudar todo el tiempo al espectador respecto a si su propia brújula moral está bien calibrada. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? “No se apresuren a hacer juicios de valor”, parece decir, “antes miren hacia adentro”. En este sentido, la mítica escena en la que De Niro le habla al espejo en “Taxi Driver” tiene una carga metafórica elocuente. En sus posteriores colaboraciones con Scorsese, en particular en “Toro Salvaje” (1980), introdujo análisis sin atenuantes sobre la autodestrucción.
"Affliction" (1997). Foto: LionsgateLas criaturas de Schrader son individuos ásperos, solos, que luchan con sus demonios internos. Esta necesidad de introspección se refleja en el estilo visual que suele derivar de sus guiones: un uso expresivo de la luz y la sombra y una narrativa pausada. Películas como “Affliction” (1997), donde también dirige, es un ejemplo claro de su mirada. Se adentra en los laberintos de una familia disfuncional signada por el abuso y la violencia. “Un Schrader en plena forma. O sea, tan nihilista, brutal, sincero, desgarrador, carnal y sombrío como siempre”, escribió el reputado crítico español Carlos Boyero.
“First Reformed”, de 2017, lo mostró en plena forma al presentar a Ethan Hawke como un pastor evangélico marcado por la muerte de su hijo en Irak. Se trata de un estudio sobre la fe, la desesperación y la redención. Y en esa misma línea parece estar integrada “El jardín del deseo”, una película de 2022, pero que recién se estrenará en los cines nacionales este jueves 6 de junio. La historia de un horticultor que se dedica a cuidar los jardines de una finca para complacer a una viuda acaudalada, cuyo oscuro pasado sale a relucir cuando tiene que tomar como aprendiz a la rebelde y problemática sobrina nieta de su jefa. Será la oportunidad de volver a ver a este veterano maestro en acción.