Miércoles 8.6.2022
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La vida cultural de la Santa Fe de antaño fue tan pródiga como heterogénea. Por sus espacios culturales pasaron artistas de la jerarquía de Arthur Rubinstein, Claudio Arrau y Andrés Segovia. Pero también pasaron por los márgenes de la Setúbal otros con menos difusión internacional, pero cuyo hálito llega hasta nuestros días bajo la forma de un legado cultural de enorme valor. Tales son los casos, por ejemplo, de los pianistas Raúl Spivak y Lía Cemaglia Espinosa, quienes ofrecieron una serie de conciertos a finales de los años 40 que fueron muy valorados por su virtuosismo.
El concierto de Raúl Spivak. Archivo El Orden / Hemeroteca digital CastañedaRaúl Spivak, un pianista que aprendió de maestros como Vincenzo Scaramuzza en Buenos Aires y Eduard Steuermann y Arthur Schnabel en Estados Unidos, desplegó su excelencia interpretativa en América Latina, América del Norte y Europa. Pero siempre se le apreció su compromiso hacia la música latinoamericana y española. Spivak realizó dos conciertos en la ciudad de Santa Fe en 1947. Uno a instancias de la Asociación Amigos del Arte, el otro en sala mayor del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, que está en 4 de Enero 1510).
“Spivak no necesitó presentación; ya actuó en Santa Fe, este mismo año, en un concierto de Amigos del Arte. Pero debe, sin duda, repetirse que es un pianista perfecto, uno de los mejor dotados entre los grandes artistas del teclado de la hora presente y del país y que su escuela segura y brillante, cimentada en un sólido e integral conocimiento del arte que practica, justifica y explica sus triunfos en Estados Unidos y su reciente consagración en el Teatro Colón de Buenos Aires”, consignó El Orden en su edición del 1 de noviembre de 1947, haciéndose eco justamente del concierto en el Rosa.
Raúl Spivak, formador de músicos. ArchivoSpivak ofreció ante el público santafesino que se reunió en la noche de ese último viernes de octubre de 1947 un repertorio integrado por obras de Bach, Chopin (un músico por cuyas composiciones Spivak sentía una atracción especial), Rachmaninoff, Debussy, Ginastera, Infante y Albeniz. En particular, los asistentes demostraron un entusiasmo traducido en ovación ante sus versiones de Chopin y de Debussy. De este último compositor, Spivak debió agregar una interpretación ante el pedido del público.
Más allá de sus propios méritos, a Spivak se lo recuerda por haber sido uno de los profesores de Astor Piazolla. Cuando el veinteañero Astor ya vivía en Buenos Aires y era arreglador en la orquesta de Aníbal Troilo, decidió continuar sus estudios musicales con Alberto Ginastera y con Spivak, quien lo introdujo en los pormenores de la ejecución pianística.
“La intérprete” de Debussy
El 24 de abril de 1948 se escribió otro capítulo destacado en “bitácora” musical santafesina. Ese sábado, la pianista y compositora Lía Cimaglia Espinosa realizó un concierto en la sala mayor del Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez.
Lía Cemaglia. ArchivoAl día siguiente a la presentación, que se produjo ante un auditorio lleno, El Orden publicó una fotografía en cuyo epígrafe señala a Cimaglia como “una eximia ejecutante y compositora”. Al tiempo que menciona que el público asistente “se retiró gratamente impresionado por la actuación de la distinguida visitante, quien ejecutó la totalidad de los números programados con maestría”.
¿Quién era esta pianista que conmovió a los santafesinos? Había nacido en 1906 y parte de su formación la realizó bajo la tutela de Alberto Williams Jorge de Lalewicz. Tras ganar una beca, poco tiempo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial se ocupó de difundir su música en España, Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica, Austria, Alemania y Estados Unidos. Dejó una huella con pocos antecedentes.
El recital de Lía Cemaglia. Archivo El Orden / Hemeroteca digital CastañedaEn París llegó a “la intérprete de Debussy”. Y el pianista polaco-estadounidense Arthur Rubinstein (quien también se presentó en Santa Fe en los años ‘30) aseguró que Lía poseía un verdadero “temperamento de artista y de pianista”, es decir, que tenía “el fuego sagrado para comunicar al auditorio todas sus emociones musicales”.
También cosechó grandes elogios por América del Norte, Central y del Sur. No solo sus interpretaciones de Debussy fueron históricas, también estudió y ejecutó buena parte de la obra para piano de Gabriel Fauré, las versiones integrales de las Romanzas sin palabras, de Mendelsshon.