El 2 de septiembre, Cine.ar estrenará “Tarará, la historia de Chernóbil en Cuba”, la ópera prima de Ernesto Fontán que cuenta la historia del programa de rehabilitación para niños afectados por la explosión de la central nuclear. El Litoral dialogó con el realizador para conocer su descubrimiento de una historia de solidaridad.
Gentileza EFAC / Carbono Films Vladimir Rudenko, uno de aquellos niños, junto a un retrato de Fidel Castro, el mandatario que tomó la decisión que lo salvó.
El 2 de septiembre, Cine.ar estrenará el documental “Tarará, la historia de Chernóbil en Cuba”, ópera prima de Ernesto Fontán. Declarada de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación, la película cuenta la historia de la ciudad de Tarará en Cuba, donde se organizó un programa de recuperación integral para los miles de niños afectados por la explosión de la central nuclear de Chernóbil, mientras se disolvía la Unión Soviética y Cuba entraba en el duro Período Especial.
La cinta, producida por el Espacio de la Fraternidad Argentino Cubana y Carbono Films, reconstruye la historia a través de material de archivo y diversos testimonios, que van desde aquellos niños (hoy adultos) y sus madres, hasta figuras como Silvio Rodríguez, Aleida Guevara y Atilio Borón, entre otros.
El Litoral conversó con Fontán (reconocido editor para importantes compañías audiovisuales, y director de publicidades y videoclips) para conocer su viaje personal hacia aquella solidaridad internacional.
Gentileza EFAC / Carbono Films Silvio Rodríguez, uno de los entrevistados más destacados, junto con Aleida Guevara, la hija del Che.
Silvio Rodríguez, uno de los entrevistados más destacados, junto con Aleida Guevara, la hija del Che.Foto: Gentileza EFAC / Carbono Films
La historia
-¿Cómo aparece la idea de realizar un documental sobre Tarará?
-Durante 2018 hice bastante actividades culturales y audiovisuales en el Espacio de la Fraternidad Argentino-Cubana, un espacio multisectorial y multipartidario donde hacemos muchas actividades en solidaridad con Cuba. En octubre, aprovechando que Silvio Rodríguez venía a la Argentina, lo invitamos a hacer un recital gratuito en Avellaneda, en provincia de Buenos Aires, donde vivo. Se copó, tocó gratis tres horas y pico, vinieron más de 100.000 personas
Aproveché con otro amigo, Bruno Scarponi (que después fue el director de fotografía de la película) para registrar todo ese evento: armamos un mini documental de 15 minutos para contar cómo fue ese recital.
Ahí fue que Paola Gallo Peláez, la presidenta de este espacio, dijo: “Dentro de dos meses se cumplen 60 años de la Revolución Cubana. Tenemos que hacer algo, aprovechando que tenemos el equipamiento, la gente”. Casi todos somos militantes políticos, pero yo soy licenciado en Audiovisión, y trabajo en los medios de comunicación hace 20 años. “Pensemos algún proyecto para poder contar alguna historia de las tantas que tiene Cuba relacionadas con la solidaridad internacionalista”.
Charlando con gente de la embajada cubana en la Argentina, a uno le preguntamos: “¿Para vos cuál sería el hecho más significativo de la solidaridad de Cuba?”. Y nos dice: “Tarará”. Nunca habíamos escuchado la palabra, no sabíamos qué era. Era raro que siendo militantes políticos y conociendo la historia de Cuba no sabíamos esta historia, tuvo muy poca prensa.
Faltaban dos meses para que se cumpla el aniversario. Surgió Tarará, que conocimos un poco por Internet, con lo que nos pudo contar la gente conocida, y nos metimos de lleno a investigar. Decidimos armar un equipo compacto de ocho personas, viajamos a Cuba y el 1 de enero de 2019 empezamos el rodaje allá.
-El día de los 60 años.
-Sí, queríamos estar en los actos oficiales. La comunicación con Cuba por el tema de Internet es complicada; hasta el día antes de viajar teníamos entendido que el acto oficial se hacía en La Habana. El primer grupo viajó unos días antes que yo, que fui con mi pareja (Tatiana Nemecek, la productora ejecutiva) el 31 de diciembre. Llegamos y ahí nos enteramos que iba a ser en Santiago de Cuba, que es en la otra punta, al día siguiente. “Tenemos que estar sí o sí ahí”, iba a hablar Raúl Castro y el presidente Miguel Díaz-Canel.
Así que nos subimos a una camioneta y nos fuimos los ocho por unas rutas desastrosas, tardamos 12 horas en llegar, muertos de tanto viaje. Ahí empezó el rodaje con mucha épica, porque el 1 de enero brindamos en medio de la ruta, de noche.
Gentileza EFAC / Carbono Films Fidel recibiendo una ofrenda de los niños ucranianos. El mandatario supo que la URSS estaba por disolverse, y no dudó en iniciar el programa.
Fidel recibiendo una ofrenda de los niños ucranianos. El mandatario supo que la URSS estaba por disolverse, y no dudó en iniciar el programa.Foto: Gentileza EFAC / Carbono Films
La voluntad
-Si bien la solidaridad cubana con los niños de Chernóbil no era desconocida, lo interesante es cómo se destaca en esta película el hecho de que la mayor parte de la actividad se dio con la URSS disuelta y Cuba atravesando el “Período Especial en Tiempo de Paz”. O sea que ni el país que había sufrido la tragedia existía más, ni Cuba tenía una posición cómoda para hacerlo como podría haber sido en el 86. Fidel podría haber dicho “nuestra lealtad era con la URSS, no con Ucrania o Bielorrusia” o “en este momento no podemos”, y no lo hizo. Se lo ve diciendo “¿Cuántos son? ¿100.000? Podemos hacer algunos esfuerzos?”.
-Eso fue muy llamativo. La historia tiene épica: un pueblo totalmente pobre, humilde, sencillo, sin grandes recursos; previo a la caída de la Unión Soviética ya venía con bastantes dificultades. Cuando cae es la fecha en la que Fidel toma la decisión política de decir: “No me importa nada: esos chicos necesitan ayuda, están totalmente desamparados”. Porque al resquebrajarse el bloque socialista también se cae todo lo que es salud pública. Y no es que Cuba trajo a los chicos de una posición acomodada; trajo a los huérfanos, sin atención médica, pobres.
Tampoco es un grupo reducido: fueron más de 26.000. Viéndolo a la distancia es una locura que un país reciba tantos chicos, y durante más de 20 años haya mantenido un programa médico con los poquísimos recursos que tuvo.
Cuando cae el bloque socialista Cuba sufre la agresión de Estados Unidos de endurecer más el bloque que ya existía, con la ley Helms-Burton; muchas restricciones económicas para que no pueda comerciar con otros países. Se genera una asfixia económica tan grande, que vimos muy impresionante que en un momento tan difícil de la historia cubana se cree este programa de solidaridad y fraternidad tan genuino.
En estos tiempos de pandemia, donde hay tanta pérdida, tanta deshumanización, donde estamos aislados; esta es una película urgente y necesaria: vuela un manto de felicidad y esperanza. Una sensación de ternura escuchando a los entrevistados, tan agradecidos con Cuba por haberles salvado la vida.
Al salvar una vida estás salvando una humanidad: estás dando un ejemplo de que con una decisión política, una voluntad de un pueblo de ayudar a otro, se pueden salvar vidas. Acá no hay cuestión material que valga: tender puentes es la clave.
Gentileza EFAC / Carbono Films Ernesto Fontán, el realizador del filme.
Ernesto Fontán, el realizador del filme.Foto: Gentileza EFAC / Carbono Films
Ciclos históricos
-Aparece Atilio Borón para decir que en Ucrania no había salud de puro gusto, sino que Ronald Reagan se había propuesto voltear a la Unión Soviética. Es fuerte ese discurso en el que Fidel, dos años antes, dice que puede haber guerra civil o la disolución de la URSS.
-Nos remarcaban mucho los cubanos que “Fidel es un hombre que viajó al futuro y volvió para contarlo”. Con una visión mucho más periférica, pudo vislumbrar mucho los movimientos históricos. Él en el 89 sabía que iba a caer el bloque socialista soviético, y sabía lo que se le venía: iba a ser un problema muy grave, lo que después se llamó Período Especial, los terribles años 90. Y así y todo decidieron recibir a los chicos.
Para mí es muy necesaria de contar, porque hoy que tenemos esto de los grandes grupos hegemónicos que mandan un relato único de lo que es Cuba, hay mucha gente que no tiene esta idea: Cuba no es un dictador malo que ahorcó a su pueblo. No, es un tipo que tuvo un montón de cualidades que la gente no las conoce. Y la vocación de solidaridad es la que queríamos resaltar. No solamente porque somos militantes políticos, sino porque es una cuestión de respetar la verdad histórica.
-Y saltar el cerco de la desinformación, como este año en que se buscó la indignación con Cuba.
-Tal cual. Hay una especie de paralelismo con lo que vimos el 11 de julio con las manifestaciones históricas que hubo por el bloqueo, la pandemia, no poder tener turismo que es su máximo ingreso; se generó una crisis social muy parecida a lo que fue en el 94 (que muestro un pedacito) que fue el “Maleconazo”: una manifestación muy grande porque sin la Unión Soviética se quedaron con el 85 % de su economía debilitada. Son los ciclos de la historia.
-Otro hallazgo es el hilván que permite la villa de Tarará con la historia cubana: fue lugar de descanso de la burguesía, lugar de encuentro de los comandantes, búnker de las brigadas de alfabetización, colonia de vacaciones de los Pioneros y finalmente el lugar de sanación.
-Tiene mucha mística Tarará; hasta el nombre nos pareció musicalmente lindo para usarlo de título de la película. Es una ciudad hermosa, con playas paradisíacas, pleno Caribe: en el lugar más lindo que podía tener Cuba Fidel Castro decide armar esa locura que fue Tarará para los chicos de Chernóbil. Continuar el legado de los Pioneros: los estudiantes que tenían su lugar de recreación con las mejores de entretenimiento, un parque de diversiones muy lindo, unas casitas preciosas, muy pintorescas, con vista al mar. Era darles lo mejor que tenía Cuba a los chicos que venían del frío, de la muerte, con radiación en la piel: las sales del mar los ayudaban mucho para los tratamientos.
Y quisimos contar algunas pequeñas historias, como la casa del Che (Guevara): cuando tuvo un ataque de asma muy fuerte al principio de la Revolución lo mandaron a curarse a Tarará. Está todavía la casa en pie, un poco abandonada pero firme; la casa donde se creó la Reforma Agraria: tiene épica y mística esa zona.
Gentileza EFAC / Carbono Films El afiche de la película.
El afiche de la película.Foto: Gentileza EFAC / Carbono Films
Nueva tierra
-¿Cómo fue el encuentro con cada uno de los entrevistados?
-Maravilloso. Los europeos son más fríos, más retraídos que los latinoamericanos; no demuestran muchos sus sentimientos, sus emociones son más controladas. Sin embargo, al final de las entrevistas preguntábamos qué opinaban de Fidel: se les iluminaba la cara y transmitían una ternura; muchos se emocionaron, hablaban como si fuese un padre, un familiar muy directo. Un tipo que en cierta forma les salvó la vida a todos ellos. Y atrás de cámara nos poníamos a llorar: todavía estaba medio fresca la muerte de Fidel, dos años antes.
Del resto de las entrevistas, fue muy linda la de Roberto Fernández Retamar, que es un poeta que falleció en 2020: fue una de las últimas entrevistas que nos dio, totalmente lúcido. Soy muy fanático de su obra, su poesía; y charlar con él fue como un orgullo: porque tenía tanta información, amistades con el Che y Fidel, contando de primera mano un montón de anécdotas. Que no pude meter en la película, porque tampoco quería que fuera un bodrio de dos horas. Pero me quedó mucho material afuera con el que en algún momento tengo que armar algo, o subirlo a YouTube para que la gente lo vea, porque son entrevistas muy ricas.
-Sí: Los que entrevistamos nosotros Decidieron quedarse en Cuba. Hay muchos, porque llegaron en los 90, cuando eran chicos o preadolescentes. Los que tuvieran enfermedades más complicadas son los que más tiempo pasaron en Cuba; generalmente tuvieron vínculos con cubanas y cubanos y se generaron familias mixtas: se casaron, tuvieron hijos y ya decidieron quedarse.
Porque también aprendieron a hablar el español en las escuelitas de Tarará, y se fueron familiarizando y encariñando muchísimo con la gente cubana; que son muy abiertos, súper divertidos, frente a la cultura ucraniana. Eso los atrajo mucho para no volver a su país. Muchos por ahí volvieron a visitar a sus pocas familias que tenían, pero los que se quedaron a vivir formaron familia o se quedaron estudiando en las universidades.
-Volver a Ucrania en los 90 era volver a un caos.
-También al dolor y la angustia, porque el último recuerdo que tuvieron de chiquitos era el dolor: imaginate desde el 86 hasta que llegaron a Cuba fueron momentos muy duros para ellos, enfermedades muy complicadas. Cuba hizo trasplantes de médula, operaciones complejísimas: un país bloqueado, sin recursos, pero sin embargo daban todo para salvar a estos chicos.
-Además muchos salieron de un país que aunque quisieran volver ya no existía más.
-Claro, literalmente ya no existía más: era otra realidad. Muchos eran huérfanos, llegaron con un tutor o padres de otros chicos que viajaron en el avión con ellos. Muchos vinieron muy solos: es desgarrador vivir en un país totalmente diferente al tuyo, con otro idioma, sin familia. Por eso generaron un vínculo muy fuerte con los médicos, las enfermeras o los traductores: se hizo una mini familia ahí en Tarará. La traductora que entrevistamos, las maestras de escuela, hablaban con un cariño por esos chicos como si fuesen sus propios hijos. Y eso nos llenaba de ternura.
Voces clave
-Sin duda que la participación más “estelar” es la de Silvio Rodríguez. ¿Cómo lo engancharon? Cuenta varias cosas que te organizan el relato.
-Sí, sirvió mucho la entrevista de Silvio, y fue una de las últimas. Cuando viajamos en enero de 2019 no lo pudimos entrevistar ahí, porque justo estaba de gira en México. Ya habíamos pegado un buen vínculo en el recital que hizo en Avellaneda. Seguimos generando presión por mail a él o a sus managers para poder contactarlo en algún momento. Y nos contestan que sí, que podía darnos una entrevista recién en abril, que ya estábamos acá en Buenos Aires. Nos dio una fecha muy puntual en el estudio Ojalá, en La Habana. Saqué un pasaje y me fui solo con mi cámara, mi micrófono, luces. Por suerte se pudo acoplar otro mini equipo de unos amigos de allá que hicieron segunda cámara.
Es el mas estelar y el que más repercusión nos está generando en las redes sociales: subís un video de Silvio y lo ven 60.000 personas en dos minutos. Fue muy útil al relato cómo va contando lo que él recordaba de Tarará: de lo que le contaba su amigo Alfredo Guevara de la Reforma Agraria; de su experiencia personal como alfabetizador a los 14 años (siendo tan chiquito tenía una conciencia social de ayudar al otro); sus viajes por Angola como músico y militante de la Revolución, ayudando a los que fueron a apoyar la guerra de la independencia.
-¿Qué otro testimonio te sorprendió?
-Me pareció muy cálido fue la entrevista a la hija del Che, Aleida Guevara. Yo tenía un celular con chip cubano que nos dio Atilio Borón, era el teléfono de producción. Yendo de una entrevista a otra llamo al Centro de Estudios Che Guevara para ver si podía contactarla a Aleida, me atiende un señor: “Te habla Camilo”, era el hijo del Che. “Venite mañana, Aleida suele dar entrevistas”. Cambiamos toda la agenda y fuimos.
Aleida es un personaje: tiene un caudal de anécdotas que cuenta con una frescura y una alegría tremendas. Me sorprendió cómo hablaba con tanto cariño de Fidel, se emocionó en un momento, como si fuera su tío. Muchas no las pude meter por la duración.
Imágenes
-Contaron también con buen material de archivo. ¿Cómo fue el trabajo de recopilación? En un momento hay un video de los niños ucranianos escuchando a Fidel, y enseguida aparece una foto de los mismos niños recibiendo su saludo. Es casi el mismo plano, minutos después.
-Qué detallista.... En lo que es material fotográfico tuvimos mucha ayuda del diario Granma, el órgano oficial del Partido Comunista. También tuvimos la suerte de que diez años antes de ir a grabar una peruana hizo una especie de muestra de los chicos de Chernóbil, ya había recolectado algunas fotos que nos pudieron prestar. Y después mucha búsqueda arqueológica de Internet, de llamar a canales ucranianos, Rede Globo (Brasil) tenía archivos.
Había poco y muy desparramado por el mundo. Lo poco que pudimos conseguir está en la peli, y sirvió para armar el relato. También Roberto Chile, un documentalista que siguió mucho tiempo a Fidel en sus viajes, mandó algo del material que tenía de cuando fue a visitar Tarará en los 2000, cuando se intercambian las gorras con una ucraniana.