El Litoral
Casas sin techos, casas sin puertas ni ventanas, casas mojadas, a oscuras y sin agua potable, abandonadas a la fuerza por la devastación.
El Litoral
BBC Mundo
"Parece que cayó una bomba". Casas sin techos, casas sin puertas ni ventanas, casas mojadas, a oscuras y sin agua potable, abandonadas a la fuerza por la devastación.
La barriada brava de Puerto Rico es ahora una metáfora a pequeña escala del panorama de desgracias que dejó María a su paso por la isla. El mar todavía rompe fuerte y arrastra rocas, caracoles, algas, troncos viejos contra el malecón.
El Bowl, una pista para hacer skate que los fines de semana se vuelve piscina, está inundado de agua de lluvia. Solo se asoma la cabeza amenazante del graffiti de un tiburón.
El montón de casitas de colores caprichosos que trepan por una pendiente desde la costa hasta la muralla, el escenario del video de Despacito, el motivo de canciones de Calle 13 e Ismael Rivera, parece ahora un barrio fantasma, el escenario de una batalla, de un bombardeo. Pero incluso así sería el barrio fantasma, el bombardeo, más poético y colorido del mundo.
La Perla es el barrio paria del viejo San Juan, el caserío de "extramuros", el de lo más olvidados, el más auténtico y tenaz. La geografía marca su destino y su desconcierto: sus límites son una muralla y el mar; un castillo y un cementerio. Esta fue siempre la zona de los que no cabían dentro de la ciudad.
Hace más de un siglo, fue el hogar de los antiguos esclavos, de los mestizos, de los sin hogar, de los que no merecían dormir dentro de la muralla. Luego vinieron los trabajadores de un matadero cercano, la gente del campo que llegaba a buscarse la vida y comida en la capital, las pandillas, los que no tenían para pagar más por un mejor techo.
Fue, desde entonces, un Puerto Rico paralelo y genuino, una isla dentro de la isla, donde tuvieron voz y sobrevida los que eran marginados en otros rincones de la sociedad. Hasta hace unos años, fue uno de los barrios más peligrosos de todo el Caribe y el estigma, con cierta razón, todavía lo persigue.
Pero La Perla es ahora uno de los lugares más seguros de Puerto Rico, porque no lo controla la ley. Al menos, no la del gobierno.
El huracán golpeó muy fuerte aquí. Es, quizás, el lugar más devastado de todo San Juan. Pero ya queda poco de los destrozos, al menos en la calle.
A medida que los vecinos comenzaron a llegar de los refugios donde pasaron las aguas, trataron de remediar lo que estaba en sus manos: limpiaron las calles, levantaron postes, comenzaron a sacar escombros de sus viviendas.
Daniel, el dueño de Placita La Perla, un chiringuito de madera que marca la entrada a la barriada, dice que su negocio se salvó, pero que el ciclón le llevó el techo de su casa. "Aquí parece que cayó una bomba", afirma. Hay ley seca y toque de queda en el resto de Puerto Rico.
Al barrio lo pintaron y lo decoraron por fuera para grabar el video de Despacito, pero que eso fue solo "colorete", afirman los vecinos. El sonido del mar todavía golpea y estremece, pero la noche ha ocultado la destrucción de La Perla.
Wilmaris está sentada sobre una piedra, al lado de una casa en ruinas. Se echa fresco con un pedazo de una caja de cartón. "Acabó, pero estamos vivos, que es lo que importa", dice, "y mira, niño, mañana saldrá el sol".