Sábado 2.10.2021
/Última actualización 15:38
Luego de sus novelas de ambientación histórica “El cuerpo prohibido” y “Eva y Juan”, la escritora Cynthia Wila (que en paralelo desarrolla un trabajo como psicóloga) se adentra en el ámbito de las relaciones filiales y sus complejidades. El punto de partida se produce cuando María, la protagonista, se entera que su padre, con quien comparte una relación de amor, odio, secretos y silencios está internado en Miami. Tras veinte años de distancia decide viajar para estar presente en lo que quizá sean los últimos días de ese hombre. Luego, se desarrolla una historia que, en su esencia, es común a todos los seres humanos en cualquier contexto. “El libro es una ficción, no tiene nada autobiográfico”, aclara la autora en una entrevista concedida a este medio. “Por supuesto que siempre que escribimos, los escritores tenemos las impresiones de nuestras vivencias. Los lugares que conocimos, determinadas personas con las que nos cruzamos. A veces solemos usar esas impresiones que han quedado guardadas en la memoria como un tesoro para aplicarlas a determinada escena o personaje”, señala.
Gentileza de la autoraFoto: Gentileza de la autora
Sin embargo, Wila sostiene que “Papá querido” emergió de la necesidad y las ganas de empezar de incursionar en otro estilo. “Venía escribiendo novelas históricas y tenía ganas de meterme en algo más existencial, más intimista. Algo que tuviera más que ver con lo que le puede pasar a cualquiera. Con las historias más profundas que se tejen, en general, en la infancia, donde quedan marcas de amores y dolores fuertes, las relaciones afectivas tan ambivalentes con nuestros padres. Cosas que pesarán en la vida y en las elecciones que hagamos”, apunta.
El camino de la felicidad
-La novela tiene un comienzo fuerte, casi pesimista. Esa oración que dice “Hiere. La vida hiere”. Sin embargo, a veces enfrentar los demonios es reparador y posibilita una noción de felicidad.
-Más que pesimista, te diría que es realista. La vida hiere por todos lados. Hiere el amor no correspondido, hieren las pérdidas, las personas que quisimos y se fueron, los familiares que se mueren, los deseos que no se cumplen. En general, hiere más que lo que alegra y nos pone felices. El desafío, más que buscar denodadamente el camino de la felicidad, es encontrar lo que a uno le gusta para intentar ir por ahí. A pesar de las heridas y con las heridas a cuestas. Reparar las heridas es todo un logro, que a veces empieza y no por eso resulta, con la ayuda terapéutica si tenemos la suerte de estar en un contexto analítico. Por supuesto que hay personas que tienen heridas mucho más fuertes que otras. Pero no creo que haya una persona que no tenga heridas, que no crezca herida. Crecer ya implica estar herido, porque implica despojarse de muchas cosas que ya no están.
Gentileza de la autoraFoto: Gentileza de la autora
-Algún crítico definió tu historia como una novela íntima y a la vez universal. La columna vertebral es la relación entre un padre y una hija, un tema recurrente en la literatura. ¿Eso estuvo presente cuando desarrollaste tu novela?
-En realidad, es un tema al que no le podemos escapar, que son las relaciones primarias, que tuvimos con las personas que estuvieron cerca, que nos criaron. Que no necesariamente son siempre papá y mamá. En este caso, fue buscado el hecho de contar una relación conflictiva entre una hija y su papá. Y, de soslayo, su relación con la madre. Lo que me interesaba mostrar es la cuestión ambivalente, contradictoria de las emociones y sentimientos con nuestras personas más allegadas, como nuestros padres. Que muchas veces adoramos, al mismo tiempo cuestionamos y hasta llegamos a aborrecer. Tuve ganas de sacarle los velos a esas relaciones difíciles que nos van a acompañar toda la vida. Tuve un reportaje con Jorge Fernández Díaz y me dijo que su papá ya no está y sin embargo lo tiene presente todo el tiempo, no se lo puede sacar de la cabeza. En realidad es eso lo que quería mostrar. Como el mejor amor y la peor tragedia, respecto a nuestra historia familiar, nos van a acompañar hasta el último día.
-Ahí se hace universal tu novela. Eso es algo presente en cualquier cultura.
-Exactamente. En cualquier cultura y en cualquier tiempo y espacio. Por supuesto que hay culturas más retraídas para expresar sus emociones, hay otras que son más habilitantes. Lo maravilloso del arte y de la escritura, en relación a eso, es que no tiene fronteras. Podemos abrir la puerta y bucear libremente con relación a esos encuentros y esas emociones tan complicadas de describir y de poner en palabras.
-¿Cómo fue en este caso el proceso de creación de los personajes?
-Cuando escribís una ficción, a veces tenés en la cabeza previamente la estructura de lo que querés contar. Pero a veces sucede que los personajes toman vida propia. Entonces empieza la escena o vivencia a apoderarse de uno. Se apoderan de tus manos. Es muy loco lo que se siente, pero es así. Entonces empiezan a ir por terrenos inesperados y hasta aparecen otros personajes que no tenías previamente ideados y que la novela o los otros personajes piden. Los empezás a desarrollar y empieza a suceder. El arte sucede. No es tan preconcebido.
-En una reciente entrevista con otro escritor, me decía que establecía como un diálogo con sus personajes, que en un momento empezaban a andar solos y que dejaba de tener control sobre ellos.
-Los personajes se emancipan de tus manos y de tu cabeza. De tu mente. Es como que se liberan, empiezan a cabalgar por sí mismos. Y vos sos simplemente un medio para que ellos se puedan expresar. Nos suele pasar a los que escribimos. Es una experiencia difícil de describir y muy potente.
Gentileza de la autoraFoto: Gentileza de la autora
-Tenés previsto en tus próximos proyectos continuar con ese camino que abriste con “Papá querido” o volver a esa otra vertiente de la novela histórica.
-En realidad, no lo tengo muy definido. Pero este camino me dio mucho placer. Me está dando muchas alegrías. Creo que es un camino de ida. Cuando te metés tan piel adentro en algunas relaciones, en algunos vínculos, dan ganas de contar más.