"Los Redondos se fueron oscureciendo junto al país"
Pasaron casi dos décadas desde que los integrantes de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota siguieron sus propios caminos. Pero el mito está vivo. Esto lo demuestra el relanzamiento de “Fuimos reyes”, el libro de Mariano del Mazo y Pablo Perantuono que indaga en la biografía del grupo. Publicado en 2015, llega en una edición renovada, con nuevos testimonios y datos. “Cada uno toma a los Redondos de acuerdo a su experiencia personal”, afirmó del Mazo en una entrevista.
Archivo El Litoral El libro, en un sentido profundo, es el mismo. Lo que hicimos fue actualizar algunas cuestiones que salieron a la luz en estos últimos años , afirmó Mariano del Mazo, uno de los autores.
En 2015, los periodistas Mariano del Mazo y Pablo Perantuono presentaron una pormenorizada biografía del grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota bajo el título “Fuimos reyes”. Allí concluían que era un mito rockero “cuyo trono estaba vacante”. Es que, para los autores, ninguna banda fue capaz de generar los significados simbólicos que aportó la liderada por el Indio Solari y Skay Beilinson. Seis años después, con mucha agua pasada bajo el puente (la mayor exposición pública de Solari, la publicación de sus Memorias) el libro fue reeditado en una versión corregida y ampliada. La nueva edición contiene varios agregados: una entrevista a Walter Sidotti y Hernán Aramberri, bateristas en diferentes períodos de la banda, una conferencia del Indio Solari sobre el proceso de grabación de “¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado” y mucha data que el propio Indio fue dando mientras avanzaba con su discografía solista. “Eso nutrió el libro y le dio más espesura. Además del prólogo de Mariana Enríquez, que es una novedad y fue una feliz idea. Porque Mariana es la mejor escritora argentina de la actualidad, aceptó generosamente y nos devolvió un texto jugado, poderoso, en primera persona, con mucho de vivencia”, explicó del Mazo en una entrevista con este medio.
Editorial Planeta
Foto: Editorial Planeta
-Cuando se habla sobre los Redondos, siempre aparecen vivencias personales que se vinculan con la historia de la banda.
-Mariana pone en una parte de su texto que cada uno tiene los Redondos con los que creció. Eso es elocuente, porque es una banda con una trayectoria tan larga, tan vasta y con etapas tan diferentes que, francamente, cada uno toma a los Redondos de acuerdo a su experiencia personal. De hecho, la génesis del libro tiene que ver con esto. Cuando allá lejos y hace tiempo con Pablo tuvimos la idea de embarcarnos en esta aventura, nos dimos cuenta de que cada uno había tenido distintas experiencias. Yo había tenido una experiencia relacionada con los conciertos más pequeños, del under de Buenos Aires. Yo iba a sitios muy pequeños en los cuales todavía subía Enrique Symns a brindar sus monólogos, a veces subía una bailarina. Pablo agarró más a los Redondos hacia la década del ‘90. Entonces, nos dimos cuenta de que teníamos visiones un poco distintas. Si bien ambos comprendemos el fenómeno porque somos periodistas y yo luego seguí en contacto con la banda a través de mi trabajo, como puros admiradores teníamos experiencias diferentes. La mía tenía mucho que ver con el asomar a lo que yo llamaría “el centro”. Nací y me crié en un barrio y para mí era “ir al centro” en un momento de apertura post dictadura, en el cual uno se encontraba con Luca Prodan caminando por Avenida Corrientes. Tengo a los Redondos muy relacionados con ese momento tan especial y para mí tan entrañable que fue la efervescencia del regreso a la democracia. Vos me preguntás con qué relacionás a los Redondos y yo te diría con Batato Barea, que hoy no tienen nada que ver, pero en ese momento si, por el under porteño.
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El tramo más complejo
-¿Cuál de esas diversas etapas que tuvieron los Redondos fue la más críptica o compleja para desentrañar?
-Los últimos discos, “Último bondi a Finisterre” y “Momo sampler” ya tenían una complejidad estética. Y el país estaba en una complejidad social, política y económica. La relación entre los integrantes de la banda también estaba en una complejidad. Me parece que en el segundo lustro de los ‘90 había ya muchos roces y ciertas actitudes que marcaban que las cosas no estaban como en la década del ‘80 o principios de los ‘90. Es realmente muy significativo como Los Redondos se fueron oscureciendo junto con el país. En las líricas, con temas como “Sheriff” o “La murga de los renegados”. Había una suerte de observación de lo que estaba pasando en un gobierno que se estaba cayendo a pedazos como el de la Alianza. Hablaban las letras pero también la música, que se volvió muy claustrofóbica, de diseño, con capas y capas de programaciones, con la voz del Indio mezclada bastante baja. Con la participación de Skay cada vez más acotada, con una obsesión por el sonido, cuando antes todo era vibración y emoción. Creo que la etapa más compleja fue la de los últimos dos discos.
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El ritual
-¿Ese oscurecimiento también se hizo extensivo al público, que los empezó a seguir de una manera casi religiosa?
-Creo que el final fue bastante natural, porque se estaba volviendo muy pesado ir a ver a los Redondos. Muy complicado. Había una violencia latente, que a veces dejaba de ser latente. Había una descomposición generalizada, partiendo por la del país. Y se impuso y se profundizó esa idea de que ir a ver a los Redondos ya no tenía que ver con la música o un concierto sino con ir a un ritual, a una costumbre, a una ceremonia de amigos, de algún exceso, de pasarla mal, de no escuchar nada. Era la aventura, era salir. Hubo gente que no lo soportó, pero la mayoría si lo aguantaba. Y seguían subidos a ese tren que en cualquier momento chocaba. Creo que, por suerte, no tuvimos que lamentar más víctimas porque los conciertos eran riesgosos, había mucha variable que podía fallar. Y a ellos les provocaba mucho estrés. Al final, organizaron conciertos con ese entorno tan complicado. Me acuerdo que fui a Racing a ver la presentación de “Último Bondi a Finisterre” y la pasé mal. Era muy peligroso y complicado. El concierto tenía mal sonido. La primera noche fallaron todos los sonidos programados. Ahí me fui y dije: “no voy más a ver a los Redondos”. Ahí me despedí de la banda.
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-Eso fue a fines de 1998, cerca del final.
-A pesar de que ellos tensaron la cuerda hasta donde pudieron. Después del concierto del 4 de agosto de 2001 en el Estadio Mundialista de Córdoba tenían pautado un concierto en el Club Unión de Santa Fe, que fue imposible porque era diciembre de 2001. Pero los Redondos no llegaron a anunciar una separación. Se fueron diluyendo, se fueron yendo en fade out. Después, cada uno se metió en su proyecto solista y nunca más volvieron, pero no hubo un corte definitivo, un anunciado, como el de abril de 1970 de los Beatles.
Gentileza Eduardo Fisicaro Mariano del Mazo.
Mariano del Mazo.Foto: Gentileza Eduardo Fisicaro
“Está bien que no vuelvan”
-Siguiendo esa misma lógica, es consistente que no hayan tenido después, como otras bandas, un regreso.
-Que no vuelvan tiene muchos motivos, pero creo que habla bien de ellos. Celebro que no haya un regreso. Ojalá que no exista un regreso. Yo se que los fans quizás no están de acuerdo con una frase así, pero me parece que, por la memoria, por la leyenda, por la historia, está bien que no vuelvan. Fue muy digno, dentro de todo, que cada uno se dedicara a sus carreras solistas, con las propuestas estéticas que los movilizaban en cada momento. Me parece que un regreso de los Redonditos de Ricota sería muy complicado de llevar a cabo. No agregaría, nada, creo que restaría la belleza que tiene finalmente esta historia.