Sábado 18.4.2020
/Última actualización 15:10
“Línea 137”, el documental dirigido por Lucía Vassallo, se estrenó el jueves en la web Cine.ar y en el canal Cine.arTV. En el marco de las acciones de prevención frente a la pandemia de Covid-19, el Incaa resolvió cambiar la modalidad de estreno hasta que el público pueda volver a las salas de cine. Por este motivo la película podrá verse online de manera gratuita hasta el miércoles 22 de abril en la plataforma Cine.ar, y tendrá una segunda exhibición en Cine.arTV, el sábado a las 20. Posteriormente podrá verse como estreno, con un alquiler de 30 pesos.
El filme busca un modo alternativo de hacer foco sobre la violencia machista. Musicalizado por Juana Molina, cuenta con guión e investigación de Marta Dillon (periodista, escritora, guionista y referente feminista) y pone el foco en el trabajo cotidiano de operadoras y operadores del programa Las Víctimas contra Las Violencias, un servicio que mediante la línea gratuita 137 interviene directamente en conflictos de violencia machista, sexual e intrafamiliar en el ámbito de Caba, Chaco (Resistencia), y Misiones (Posadas, Garupá, El Dorado y Oberá).
“Es un momento muy particular para presentar este documental, dado que estamos en unas circunstancias excepcionales. Sabemos que el aislamiento social y el encierro doméstico son causas de violencia machista para muchas mujeres; entonces conocer parte del trabajo que sí es posible seguir haciendo nos parece fundamental. Como también lo es conocer cómo es este modo de intervención”, afirma Dillon, quien junto a la directora y los operadores de la línea Liliana Parlatto y Adrián Stefanelli atendieron a la prensa para compartir la construcción de este retrato de un fenómeno tan cruento como cotidiano.
—¿Por qué focalizar en los trabajadores de la línea y no en las víctimas de la violencia?
Vassallo: —El guión me lo mostró como en el 2016, ella ya tenía la investigación y el guión escrito. La atención ya estaba puesta desde entonces en los trabajadores y las trabajadoras de la línea, y a mí me pareció que era como una mirada que yo no había visto sobre la violencia doméstica, ni sexual, ni familiar, ni ningún tipo de violencia de género. No conocía el programa, y me pareció que era muy importante que se difunda para que se replique en todas las ciudades y que se entienda cómo es la “cocina” de la violencia, como lo que está antes de los femicidios. Y de esta manera se ve bastante bien.
Dillon: —Pensar este documental desde operadores y operadoras del programa “Las víctimas contra las violencias”, sobre todo en los equipos que están en la calle y en el call center, era una decisión estratégica para poder contar la violencia machista. En los últimos cinco años han cambiado mucho las condiciones, pero hasta hace no mucho tiempo se seguía hablando de “crímenes pasionales”, de “amores que van hasta la muerte”; como si la violencia machista fuera un exceso en una conformación social y de relaciones que no era discutible, sino que había algunos que cometían estos excesos.
Muchas de estas cosas las pudimos ir revirtiendo: la Argentina tiene un movimiento feminista de hace muchísimos años, tiene la particularidad de (desde hace 35 años) sostener todos los Encuentros Nacionales y ahora Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Pero sin embargo cuando se va a contar la violencia machista todavía hoy seguimos teniendo el problema de esta repetición del padecimiento de las víctimas; y cierto morbo (que a veces no es intencional) en comunicadores y comunicadoras, que sigue replicando ese patrón. Y en definitiva cumplimos con ese mensaje que se quiere escribir en el cuerpo de las mujeres, fundamentalmente cuando se aplica la violencia machista o cuando se comete un femicidio, que es el del disciplinamiento: disciplinar a todas a través de algunas.
Entonces enfocarnos en los operadores era otra manera de contar sin el morbo, sí contar lo que pasaban las víctimas. Pero además saber que se puede que se puede intervenir y también desnudar qué pasa cuando terminan esas intervenciones o por lo menos dejar la pregunta abierta: ¿Qué pasa cuando terminan las intervenciones? ¿Qué pasa después de una llamada a una línea de ayuda?
Esta línea tiene esta particularidad de intervenir en el momento de violencia pero después hay un vacío que todavía es necesario llenar. En donde toda la sociedad está implicada, aunque el Estado es responsable, en proveer condiciones de vida digna para quien se mueve de lugar de la víctima y se convierte en una actora de una transformación que significa salir de los círculos de violencia.
—¿Cómo fue el proceso de la investigación previa antes de arribar al guión, y cómo fue plasmar eso después, saliendo a hacer un nuevo trabajo de campo para la película?
Dillon: —La investigación empezó muchísimo antes de la escritura: soy editora del suplemento Las 12 en el diario Página 12 hace casi veinte años. El programa “Las víctimas contra las violencias” nació en 2006; desde que la doctora Eva Giberti lo comenzó, mereció atención del suplemento como periodista feminista; como un modo intervenir en la violencia machista.
Estuve más de una vez acompañando a las operadoras en su trabajo cotidiano de ahí surgió la idea de contarlo, pensando también en el burnout; para traducirlo rápido, en la quemazón que significa para quienes están en contacto cotidiano con víctimas de violencia machista y de género; entonces también la idea era pensar cómo lidian con esto, cuál era su vida cotidiana.
Cuando Lucía como el guión las premisas fundamentales eran estas: no mostrar nunca los rostros de las víctimas para no estigmatizarlas, para que no queden ahí clavadas en ese lugar de víctimas. Y acercarse de esta manera, como ella lo logró muy bien, en respetar la escucha: Escuchar al mismo tiempo que escuchan operadoras y operadores. Por supuesto que el guión se transforma partir del rodaje, pero esas premisas que eran la idea principal del guión y de la investigación, en el sentido de acompañar la escucha y acompañar a quienes están en el terreno, me parece que fueron muy bien cumplidas. Y a la vez genera empatía, impotencia, preguntas que están abiertas. Está bueno que estén abiertas, porque las tenemos que contestar entre todes.
—El ritmo del documental es muy vertiginoso en cuanto a la cantidad de casos que se muestran en simultáneo.
Vassallo: —El guión que había escrito Marta respetaba esta idea de tener hilos conductores que eran las mujeres que trabajaban en la Línea 137. Quizás había uno o dos casos más o menos por cada intervención: la idea era tratar de mostrar desde que surge el llamado que no se puede resolver por teléfono; además poder entender que un llamado a veces no es la solución para resolver una situación de tanta emergencia. Después cómo se desarrollaba todo el caso: por ahí es donde se hizo bastante vertiginoso el documental, porque también el trabajo que hacen en la línea es muy vertiginoso. Nunca se sabe muy bien cómo se va a resolver un caso, improvisan mucho, son muy creativos.
Filmamos alrededor de 50 intervenciones, quedaron un montón afuera. Traté de contar que la violencia machista atraviesa todas las clases sociales; interviene en niños, en ancianos, pero sobre todo en mujeres.
La cuestión vertiginosa la viví así. Filmé todos esos casos con un equipo de filmación y se vivió así, incluso más: situaciones de tener un agresor armado cerca, o de allanamientos policiales, o de que te propongan en determinados casos ir con un chaleco antibalas. La idea fue transmitirlo en la película; de hecho siento que la transmití menos en la película que lo que la viví en carne propia.
Dillon: —Hay que pensar que si cada 24, 30 horas (según el mes) una mujer, una travesti, una niña, es asesinada por ser quienes son, por causa de su género, obviamente eso significa que todo el tiempo hay alguien que está siendo violentada. Ese ritmo da un poco cuenta de lo que pasa en simultáneo.
—¿Es una decisión que el hecho de que muchas de las que aparezcan sean migrantes, y que no aparezcan otras identidades?
Vassallo: —No fue una decisión que la gran mayoría sean migrantes. De hecho en Resistencia no las hay, en Capital hay gente como la señora de Recoleta. A lo largo de este año de rodaje, que fueron seis semanas de filmación a lo largo de un año fueron estos los casos que recogimos. Prácticamente no me tocaron varones agredidos, y prácticamente no nos tocaron personas trans ni travestis.
Dillon: —Hay que pensar que las personas trans y travestis no suelen llamar para pedir ayuda. Y eso es parte de lo que significa encarnar esas identidades: sabés que las instituciones te están negadas. Así como no llegan a los servicios de salud no llegan a llamar a una línea de ayuda; hay que pensar que toda la comunicación históricamente está destinada a las mujeres. Se trata de que esta sociedad se haga cargo de que hace varios años que tenemos Ley de Identidad de Género y sin embargo las personas trans y travestis no acceden a los servicios del Estado.
—¿Qué vieron fuera de la Capital con respecto este tema?
Vassallo: —Nosotros filmamos en Capital Federal y Resistencia y sus alrededores: por ejemplo Barranquera fue una de las ciudades donde íbamos mucho con el equipo. Lo que sucede es bastante parecido; encontré en cuanto a dispositivos de violencia un poco más de dinero en Capital, entonces de repente, había hombres armados, cámaras de seguridad, un control con un poco más de dinero. Pero en Resistencia la violencia era exactamente igual o por momentos peor, por la cantidad de llamados que recibía la línea.
Dillon: —Una de las cosas que compartimos con Lucía, a partir de la necesidad de exponer que hay modos de intervención que podrían replicarse en otros lugares del país. Sabemos que hoy se insiste en aglutinar toda la asistencia de quienes sufren violencia en la Línea 144, una línea de contención y asesoramiento. Pero esta intervención en terreno para determinar la violencia cuando está en curso, o para acompañar a las víctimas a que completen este agenciamiento de dejar de ser víctimas para poder generar denuncias... porque cuando los equipos de la línea intervienen es porque hay una situación de gravedad, que amerita una denuncia judicial incluso. Y en muchos casos una medida civil que les permite tener medidas cautelares.
Pero la pregunta sobre qué pasa en las ciudades y pueblos alejados de los centros urbanos hay que hacérsela al Estado.
—¿Cómo fueron los tiempos de rodaje?
Vassallo: —Unas seis semanas a lo largo de un año, en Capital y en Resistencia. Fueron intercaladas las semanas, tuvimos que rearmar el equipo un par de veces, porque por ejemplo la primera jefa de producción me planteó que no se quería exponer a determinadas situaciones. Ahí entró Inés Vera y se sumó Fernando Martorena. Me di cuenta de que me daba miedo no poder ver 360 grados, no poder acompañar a las víctimas, no podía contener al equipo. Me di cuenta de que el equipo éramos una jefa de producción, una directora de sonido (Mariana Delgado), Fernando en cámara y yo en dirección.
Así de a poco a lo largo de un año seguimos cumpliendo más o menos 50 intervenciones. Ellos hacen unas guardias de 12 horas, a veces de noche y a veces de días. A veces cumplíamos con ellos jornadas de día y de noche; íbamos intercalando como para tener un panorama de las dos situaciones.
—¿Cómo es trabajar con personas que no son actores dentro del código del documental, que no tienen que hacer lo que el director les pide? ¿Cómo se sintieron ellos haciendo su tarea de siempre pero al mismo tiempo “personajes” de una situación?
Vassallo: —El documental y la ficción a la hora de dirigir son dos cosas muy diferentes. Ahí hay una diferencia entre la persona y el personaje, que uno tiene que entender. Lo que sí es importante es la selección de las personas con las que uno va a trabajar. Antes de empezar a dirigir y filmar estuve haciendo mucha guardia con ellos y con algunos de los otros los operadores, y de a poquito intuitivamente iba buscando quién tenía ganas y quién me parecía a mí que podía trabajar delante de la cámara en este contexto; y ser filmados y que me parecía que podrían funcionar.
No me equivoqué: tienen todos perfiles muy diferentes, pero creo que se conectan muy bien entre ellos y las duplas que hacen. Les agradezco que se hayan animado, porque sé que fue todo un desafío ser expuestos de esta manera.
Parlatto: —A mí me costó terriblemente mucho más la cuestión que era por fuera de las intervenciones, porque en una intervención esta coraza profesional y esta posición de profesional hacían que al “personaje” ni se le ocurriera aparecer. Ya cuando había otra cuestión, cuando me filmaban en mi casa, o fuimos a la Costanera, que me ponían en una situación en que tenía que mostrarme fue un poco más incómodo, porque no estamos acostumbrados (risas). Insisto en el buen trato y el ánimo que nos daban Lucía y su equipo para que podamos atravesar eso.
Stefanelli: —En la primera experiencia frente a una cámara uno intenta repensar de qué forma está hablando, cómo se ubica. Pero es algo que no podés sostener en una guardia de 10 horas: entonces aparece la espontaneidad por sí misma, y cuando uno se va familiarizando con el microestudio que se va armando en cada intervención. Uno pasa a ser parte del equipo.
La experiencia fue nueva, positiva, y rara. Pero linda, porque dejó un nuevo aprendizaje, y eso siempre es algo positivo; aparte pude colaborar con mostrar nuestro trabajo, y que se entienda que es necesario que el Estado intervenga cada vez más y de mejor manera en este tipo de situaciones.
Parlatto: —Pusimos la cara porque creímos que era necesario que el programa se conozca, aparte por militancia hacia la causa. Pero más allá de nuestras caras hay un montón de compañeras y compañeros que ahora están de guardia, y les hacemos un reconocimiento a todos.
Stefanelli: —Ese lazo con los compañeros es lo que sostiene todo. El programa está atravesando adversidades por la coyuntura política; entonces el deseo nuestro es poder defender este espacio como política pública.
—¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Vassallo: —Junto con Nico (Münzel Camaño, productor ejecutivo) estamos en la etapa de montaje de una película que se llama “Cadáver exquisito”: es mi primera ficción, ganamos el concurso “Ópera prima” del Incaa. Fernando hizo la fotografía, somos el mismo equipo prácticamente; Mariana también hizo el sonido. Dentro de dos o tres meses estaría terminada: la protagonista es Sofía Gala (Castiglione), están Rafael Spregelburd, Analía Couceyro, Lorena Vega, y un elenco interesante.