Mirador y El Litoral comienzan este lunes 15 de febrero a publicar semanalmente "El primer desembarco", una columna en la que el escritor y docente Ricardo Dupuy recorrerá la historia del fuerte de Sancti Spiritu por Sebastián Gaboto en 1527, un hito en la historia de Sudamérica que considera muy olvidado, y al que está dedicando también una novela.
El Litoral recorrió, de la mano del autor, las particularidades de ese universo casi mitológico, cinco siglos atrás.
-¿Cómo nació la idea de esta columna, y por donde va a transitar?
-La idea es abordar el tema del fuerte de Sancti Spiritu, que estamos en la etapa de los 500 años. El proceso de primera llegada de los españoles, o de los europeos para ser más concretos: no me gusta decir españoles por ejemplo (Sebastián) Gaboto no era de nacionalidad española y estaba acá comandando una expedición. La expedición de (Juan Díaz de) Solís, que es un poco con lo que todo empieza, fue en 1516, ya pasaron los 500 años; y la fundación del fuerte de Sancti Spiritu es en 1527, estamos en las proximidades de los 500 años.
La idea es abordarlo desde el punto de vista literario, no histórico. Hay muchas fantasías, pocos registros históricos fidedignos de aquella época, porque los registros no eran tan certeros como fueron después, o como fueron en otras partes de la historia del mundo. Acá la cosa fue medio desprolija; hay documentos en España, hay documentos del archivo de Indias en varios lugares. Hay historiadores que se involucraron: hay un historiador que fue fundamental en esto porque fue quien plantó la historia, que fue Ruy Díaz de Guzmán (estoy hablando del siglo XVII).
La historia tiene muchísimas vertientes. Por eso a mí me atrapó, desde hace mucho que estoy estudiando el tema; estoy terminando mi novela, que se llama "El primer desembarco", justamente por esta situación de Sancti Spiritu.
En primer lugar tiene la gran notoriedad, y juntamente con lo notorio del episodio lo inexplicable del olvido de nuestro país y de toda América sobre el tela: ni siquiera tiene una declaración de interés cultural, o una declaración internacional como Patrimonio de la Humanidad.
-Ni el cartel. Lo importante es que fue la primera población de toda Sudamérica río adentro. Había algunos poblados sobre la costa del Brasil, sobre lo que hoy es Florianópolis había un puerto bastante conocido en aquella época. Pero río adentro, territorio adentro, fue el primero en toda Sudamérica, y uno de los primeros en América. Los españoles cuando venían en los barcos desembarcaban en las playas y hacían fuertes allí.
Entonces tiene una importancia fundamental. Aparte del tema de hacerlo sobre la orilla del Carcarañá, que tiene todo un significado, no es cualquier río. Hoy en día ha perdido vigencia, pero en su momento el Carcarañá era una vía muy importante porque llevaba a las montañas; y ellos lo que venían a buscar concretamente era el oro del Inca: tenían información del oro del Inca y venían por eso. Entonces querían llegar a la montaña sin tener un mapa como muchos años después empezaron a tener, e iban todo al tanteo. De hecho, cuando Solís entra al Río de la Plata cree que ahí termina el continente, o que se puede llegar al Pacífico desde ahí, cosa que después se demostró que no.
Pero ellos siempre estaban buscando la salida al Pacífico porque sabían que ahí (años antes, en 1520, ya había hecho Magallanes la vuelta al mundo) que en el Cuzco estaba la plata. Buscaban la sierra de plata, las riquezas del Inca, la gran ciudad que podían divisar según la información que tenían; y querían entrar por el Río de la Plata.
-Sancti Spiritu estaba destinado a convertirse en el mojón o en la escala del recorrido que iba del Atlántico al territorio incaico, mucho más al norte y mucho más al otro lado del continente.
-Por supuesto. En aquella época donde no existía un mapeo como el que tenemos hoy en día, suponían o intuían que el Carcarañá era un río que los iba a llevar a las montañas. Por eso hicieron un fuerte en la confluencia del Carcarañá con el Paraná. Entraron por el Paraná, pensando que podían llegar hasta el Cuzco, y cuando vieron el Carcarañá (al que llegaron primero, por una cuestión geográfica) y el Salado, que eran los dos ríos transversales, dijeron "esta es la ruta". Por eso hicieron campamento ahí, y a partir de ahí se generan una serie de historias realmente fantásticas, algunas que dicen que fueron tomadas por Shakespeare para "La tempestad": la historia de amor que se gestó con Lucía Miranda y el cacique Mangoré, que era uno de los chaná-timbúes.
Da para mucho: fue el primer lugar donde se celebró una misa, donde se sembró trigo, donde se construyó un barco entre aborígenes y españoles; fueron los primeros casamientos entre gente que venía de Europa e indias de acá, nacieron hijos. Historias apasionantes y olvidadas: la gente no las sabe, en las escuelas no se enseñan; la gente pasa por Puerto Gaboto y no sabe quién miércoles fue Gaboto, porque no hay ni un cartel que haga una referencia histórica. En otros países (y no hablo de Europa, que tiene mucho manejo en esas cuestiones históricas, sino otros países americanos) está súper señalizados; nosotros tenemos en pleno territorio, y en un lugar estratégico, a mitad de camino entre Rosario y Santa Fe (no estamos hablando de la Cuña Boscosa): ¿Qué santafesino no pasó a pocos kilómetros de ese lugar sin conocer la importancia del Carcarañá, del fuerte de Sancti Spiritu, y de Puerto Gaboto? Eso es un poco lo que me motivó, porque realmente que no se conozca esta historia es realmente inadmisible.
-En sus textos surgen dos figuras muy interesantes, una historiográfica y una mítica. Una es este Lenguaraz que vivió 12 años con los indios, y la otra es la figura del Rey Blanco que ellos iban a buscar, el que tenía las riquezas.
-Son dos historias que en mi novela son protagonistas pero bueno, en esta serie de artículos que voy a escribir para El Litoral seguramente los voy a abordar. El Lenguaraz es una persona que se queda de la expedición de Solís. Bueno, Solís tiene el episodio quizás recordado por algunos, que entró al Río de la Plata, fue capturado por los indios y se lo terminaron comiendo, literalmente. Eso la historia lo refleja con bastante credibilidad.
Dentro de esa excursión de Solís quedan algunas personas sobreviviendo. Concretamente el Lenguaraz, Francisco del Puerto se llamaba, era una persona que existió realmente y fue tomado por (Juan José) Saer en una de sus novelas.
-Claro. Tiene algún viso de realidad, y solamente eso da para toda una novela: una persona europea que se queda 11 años acá dando vueltas en el territorio siendo el único europeo. Fijate todo lo que se puede hablar: una geografía que era absolutamente distinta a la que hoy tenemos. Hay algunas crónicas que estoy leyendo para nutrirme de esto que voy a escribir que hablan de surubíes de dos metros, o cardúmenes de sábalos que avanzaban sobre la cosa, la riqueza que tenía el río. O también de palometas que arrasaban con los animales en pelo. Me entusiasma mucho, porque como docente que soy me duele que estas historias no se conozcan, porque dan para muchísimo.
-Por un lado están estas historias para el formato periodístico, pero también está la idea de la novela. ¿Cómo surgió?
-Escribo literatura, no escribo historia. Y creo (aunque los historiadores por ahí se enojen) que si uno quiere hacer un poco de pedagogía, y quiere llegar a un público masivo, la vuelta por la historia fría y dura es complicada; me parece que se llega más por la literatura, se llega más por el arte, por el cine o por una obra teatral. Hay muchos que enganchan con una serie de Netflix pero no te agarran un libro de historia. Algunas tienen un basamento histórico interesante y otras que son fábula absoluta, inventos. Pero me parece que si uno puede combinar un relato histórico realmente veraz y demostrable con la literatura, o con un giro literario que rescate estas historias me parece que se puede llegar a sectores que por ahí un libro de historia no te lo van a agarrar.
Empiezo la novela así: "Escribir relatos históricos es como nadar en un río, con márgenes lejanos pero existentes. Es el camino intermedio entre la pura ficción literaria y la crónica periodística; en el primero, el escritor nada en aguas abiertas de un vasto océano; en el periodismo lo hace en una piscina, entre limitados andariveles".
"Las estadísticas confirman que mucha más gente muere nadando en ríos que en piscinas y mares pero, aún así y pese al riesgo concreto de terminar sucumbiendo, cada vez son más los que eligen zambullirse en las aguas dulces y naturales. Nadar en la fascinante historia de la humanidad".
"Ojalá este lance llegue a buen puerto".