Jueves 5.12.2024
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Hoy existe consenso respecto a Juan José Saer: es una de las plumas latinoamericanas más valoradas en todo el mundo, con una obra que derivó, traducciones mediante, a diferentes idiomas. Beatriz Sarlo lo manifestó muchas veces “es el escritor argentino, después de Borges, más importante del siglo XX”.
Pero cuando el “Turco” tenía 27 años y vivía en estas tierras litoraleñas, no ocupaba ese lugar central, que incluso se terminó de delinear incluso tras su muerte en 2005. Era un prometedor literato (ya había publicado los cuentos de “En la zona” y “Palo y hueso” más la novela “Responso”) ávido de lecturas y ansioso de polemizar con el establishment. Tal como lo demostró en su intervención en el V Congreso de Escritores de la SADE, que se realizó en Paraná a finales de 1964.
Archivo El LitoralEn aquella oportunidad, de la cual se cumplieron 60 años, el creador de “Cicatrices” se trenzó en una polémica debido a sus críticas a escritores que formaban parte del “firmamento” literario intocable de la época, con epicentro en Buenos Aires. Como Silvina Bullrich y Manuel Mujica Láinez, respecto a quien señaló que “Bomarzo” era “una mala novela”.
En parte, Saer logró lo que deseaba, si se toma en cuenta su afán de polemizar: tal como señala Daniel Dalmaroni en su artículo “Un iracundo a medio borrar: Saer en público, 1964”, sus impugnaciones generaron ruido en los medios de Capital Federal, algo tal vez impensado para un encuentro focalizado en literatura ubicado en una ciudad del interior. Mediante lo cual logró colocar en el ojo público temas que le interesaban.
El diario Clarín, por ejemplo, destacó que “el poeta santafecino Saer” se había “convertido en la piedra de toque de todos los encontronazos” cuando, como “espectador" de la mesa redonda sobre cuento y novela, sus opiniones desfavorables sobre Bullrich hicieron que ésta abandonara “el estrado" y que “la mesa organizadora se desmantelara, en medio de un extraño desorden”.
Archivo El LitoralA tal punto llegaron las repercusiones que, una vez clausurado el Congreso, el 27 de noviembre, El Litoral buscó la palabra de Saer y publicó, el 3 de diciembre de 1964, una extensa entrevista donde el escritor aportó su visión sobre los hechos.
En primer lugar, Saer aclaró que las polémicas y “agitados debates” tuvieron para él una “repercusión inesperada”. Y que si bien luego se afirmó que su presencia en las deliberaciones estuvo motivada por la intención de promover escándalos con su actitud agresiva, eso era inexacto. “Simplemente traté de explicar en la tercera reunión del congreso mis puntos de vista acerca de aspectos relacionados con la literatura, que estimo no fueron debatidos con profundidad”, afirmó.
En la opinión de Saer, lo que desagradó al público fue la posición excesivamente paternalista de algunos representantes de la Capital Federal, y su subestimación de la obra literaria de numerosos poetas y escritores argentinos, especialmente del interior del país. También ref que sufrió ataques verbales por parte de la escritora Marta Lynch, que al día siguiente intentó excusar, en circunstancias en que integraba, juntamente con Silvina Bullrich, Abelardo Arias, Federico Pelzer, Mauricio Rosental y otros, la mesa redonda sobre novela.
Saer junto a Raúl Beceyro, Jorge Ricci y Rogelio Alaniz. Foto: Archivo El Litoral“Le expresé -dijo Saer a El Litoral- que no debía pedir perdón por los agravios inferidos porque ella había sido absolutamente responsable de sus palabras, y además porque los escritores no podían estar continuamente agrediéndose y pidiendo perdón, como tampoco se podía asumir la pretensión de la señora Lynch en el sentido de que los escritores deben estar unidos, puesto que toda la historia de nuestra literatura es una crónica de disensiones y de batallas. Una historia de desunión más que de unión, siendo esa unión de quienes la escriben, no la finalidad de la literatura, sino su fin”.
También indicó Saer en la entrevista que a los ejemplos esgrimidos por Lynch de diversos autores franceses, había opuesto el caso de Sartre y Camus; de Claudel, Sacha Guitry y otros intelectuales franceses de la época de la guerra. Señalando cómo estos últimos habían colaborado con los alemanes, granjeándose la enemistad de sus colegas de la resistencia.
“También dijo Marta Lynch en esa ocasión -afirmó el autor- que nuestra literatura no es grande porque aquí no tenemos una casa o una tumba de Balzac o de Proust que visitar, y que la Argentina carece de leyendas. Juicios que merecieron mis réplicas, así como la calificación de Pelzer en el sentido de que hay en la actualidad cuatro grandes novelas argentinas: ‘Bomarzo’ de Mujica Láinez; ‘Sobre héroes y tumbas’, de Sábato; ‘Los burgueses’, de Silvina Bullrich, y ‘Rayuela’ de Julio Cortázar’. Sobre el libro de Mujica Lainez considero que es una mala novela que no merece el premio nacional de literatura con que fue distinguida”.
Archivo El LitoralSaer indicó también que, a su juicio, “lo más importante del congreso fue la reacción del público, que quería discutir a fondo los problemas que en forma superficial se plantearon en las mesas redondas, y que se sintió lógicamente defraudado”.
“Lo que sostuve en esa reunión son pensamientos que profeso con convicción y que digo todos los días en todas partes. Con respecto a los premios pienso que son para los escritores menores. Cervantes, Kafka, Faulkner, Hemingway nunca se preocuparon por tales distinciones, ni las necesitaron para hacer una obra perdurable. La misión fundamental del escritor es más importante: tratar de expresar la realidad del hombre y de su tiempo”, agregó.
Archivo El Litoral“Fui al congreso como invitado especial aunque no soy asociado a la SADE por diversas razones que considero innecesario enumerar en esta oportunidad. Ello me daba la responsabilidad de plantear en esa reunión los problemas que a mi entender consideraba que debían ser dilucidados. Ni fui irrespetuoso con nadie, ni agresivo. Pero no puedo admitir que se considere un escándalo tratar de debatir entre escritores problemas que hacen a lo sustancial de nuestro quehacer y de la literatura misma”, cerró.
A 60 años de su polémica intervención en el Congreso de la SADE, la figura de Juan José Saer trascendió las disputas del momento. Su obra, que comenzó a consolidarse en ese entonces, lo ubicó como una de las voces más creativas de la literatura argentina y latinoamericana.