Viernes 16.12.2022
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“Tulsa King”, la nueva serie de Paramount+, se podrá ver en Latinoamérica a partir del 25 de diciembre. Describe como un veterano capo de la mafia de Nueva York, Dwight “The General” Manfredi sale de prisión y es obligado a “exiliarse” en Tulsa, Oklahoma. Allí comienza a construir un nuevo imperio criminal. Protagonizada por Sylvester Stallone, el producto ya está disponible en Estados Unidos, donde su repercusión es enorme. Porque, en definitiva, se erige sobre un subgénero (el de gángster) que ha sido pródigo en la gestación de personajes icónicos. En las líneas que siguen, repasamos una decena que han dejado huellas profundas.
Vito Corleone (“El padrino”): la trilogía de Francis Ford Coppola inspirada en la novela homónima de Mario Puzo fue la que consolidó la imagen del capo mafioso desde la pantalla grande. Aunque el verdadero protagonista de los tres capítulos de las saga es, en realidad, Michael Corleone desde su rol de inesperado heredero de un imperio criminal, el Vito Corleone que delineó el actor Marlon Brando, con voz susurrante, frases cargadas de sabiduría, mirada astuta y amenazas desde las sombras se convirtió en ícono cultural del siglo XX.
Tony Montana (“Scarface”): En 1932, Howard Hawks dirigió un film clave, la historia de un maleante que asciende en el bajo mundo hasta controlar el crimen en la ciudad, para luego caer guiado por su megalomanía. Medio siglo después, en los 80, Brian De Palma tomó el mismo argumento pero lo reformuló a través de Tony Montana, un exiliado cubano que pretende ganar posiciones como narcotraficante en Miami. “Quiero el mundo”, dice. Finalmente, logra amplificar su poder y se convierte en el líder de un imperio criminal. Sin embargo, la desmesura, la desconfianza, su descontrolado carácter y el trato irracional hacia su gente más cercana lo llevan a una caída estrepitosa.
Al Capone (“Los intocables”): La versión de la famosa serie televisiva que Brian De Palma creó en 1987 no es una película de mafia. Mejor dicho, es eso y muchas otras cosas. Es que los verdaderos protagonistas no son, como en “El padrino” o “Buenos muchachos”, los criminales sino los policías “incorruptibles” que los persiguen. Sin embargo, lo que más queda en la memoria es la construcción que hace Robert De Niro (en otra de sus actuaciones de método) de la figura real de Al Capone, quien lideró la venta de alcohol en Chicago durante la Ley Seca. De Niro, que pidió que la ropa para el film fuera de la misma sastrería que le hacía los trajes a Capone, enfatiza el costado pendenciero, histriónico e inestable del personaje. En una de las escenas más emblemáticas de la época, en la cual De Palma hace gala de un oscuro sentido del humor, asesina a uno de sus hombres con un bate de béisbol tras una disertación sobre la importancia del trabajo en equipo.
Henry Hill (“Buenos muchachos”): Si Vito Corleone y su hijo Michael eran los “capos”, los cerebros, los artífices del crimen organizado, podría decirse que este personaje de la película de Martin Scorsese forma parte del “brazo armado”. Es decir, es un hombre de la calle, que cumple órdenes. No puede ascender mucho porque, como dice en un momento, no tiene ascendencia puramente italiana (su padre es de origen irlandés) ni tiene “banca” en la madre patria. Sin embargo, eso no le impide alcanzar un lugar de relativo privilegio bajo el ala del jefe de un clan, Paul Cicero. Hasta que se mete en las drogas, comienza su declive, tiene que delatar a sus antiguos socios y se convierte en lo que siempre ha repudiado: un hombre común, con una vida corriente.
Carlitos Brigante (“Carlito’s Way”): En “El padrino III”, un veterano Michael Corleone se desespera cuando quiere hacer “respetable” a su familia y no lo logra. “Cuando estoy fuera, me vuelven a meter”, asegura. Algo parecido le ocurre a Carlitos Brigante, también interpretado por Al Pacino, en esta película de 1993. Brigante, antiguo traficante de heroína de origen portorriqueño, sale de la cárcel después de cinco años de reclusión y quiere dejar el delito. Pero pronto se da cuenta que los pecados y los excesos del pasado no tienen una redención fácil. En España se tradujo el título de este film como “Atrapado por su pasado” y expresa con bastante fidelidad su espíritu.
Sam “Ace” Rothstein (“Casino”): el personaje que Robert De Niro desarrolló para la película de Scorsese que posa la mirada sobre Las Vegas no es, estrictamente, un mafioso. Es un hombre que se ha especializado en las apuestas hasta niveles obsesivos, habilidad que lleva (ahora sí) a una familia de criminales a colocarlo al frente del Tangiers, uno de los principales casinos de la ciudad del juego. Con precisión quirúrgica, Scorsese muestra las ambiciones desmedidas que terminan en el declive de “Ace”. La imagen final que elige el director es elocuente: un casino se derrumba y el que fuera el rey del juego está solo, viejo y vive modestamente.
Tony Soprano (“Los Soprano”): Cuando se estrenó “El padrino”, en 1972, muchos cuestionaron su supuesta glorificación de la mafia. Es que el espectador se identifica con Michael Corleone y sus conflictos, cuando en realidad es un asesino. Algo similar ocurre con Tony, el jefe de los Soprano en la serie homónima que duró desde 1999 hasta 2007. Es que el personaje creado por James Gandolfini tiene una ambigüedad moral que lo hace irresistible. En una misma persona se sintetiza lo oscuro y lo transparente, lo terrible y lo tierno. Algo que había esbozado Scorsese cuando mostraba, en “Casino”, como Nicky Santoro le preparaba amorosamente panqueques a su hijo pequeño después de asesinar despiadadamente a un hombre. Pero que, en los Soprano, está desarrollado en seis temporadas y 86 episodios que, bajo la forma de una crónica de la vida cotidiana de una familia mafiosa de Nueva Jersey, reflexiona con notable precisión sobre la complejidad humana.
Frank Costello (“Los infiltrados”): La película que finalmente le permitió a Martin Scorsese ganar el Oscar al Mejor Director que le había sido negado cuando compitió por “Taxi Driver” y “Toro Salvaje”, desarrolla la temática de la identidad y de la lealtad a través de las historias paralelas de un policía que se infiltra en la mafia y de un mafioso que hace pasar por agente. Aunque es el jefe de la mayor banda de crimen organizado de Boston, Frank Costello, el que en verdad cautiva. Lo encarna Jack Nicholson con su habitual histrionismo y representa al mal. Es un ser demoníaco (que aparece incluso entre sombras y misterio) que desarrolla estrategias para incrementar su poder. En efecto, dice que él no quiere ser un producto de su “medio ambiente”, sino que desea que su medio ambiente sea “un producto de él”. Una síntesis perfecta del mal, que puede asumir diversas formas para “camuflarse”.
Thomas Shelby (“Peaky Blinders”): Luego de “Los Soprano”, esta saga distribuida a lo largo de seis temporadas sobre una familia de gánsters asentada en Birmingham, que dirige un garito, es la más icónica. Esto se debe, en buena parte, a la prolija ambientación histórica, que ubica la acción en los años inmediatamente posteriores a la finalización de la Primera Guerra Mundial. Pero sobre todo a la cuidadosa caracterización de Cillian Murphy de Thomas Shelby, el jefe de la familia. Convertido ya en un ícono de la cultura popular del siglo XXI, Shelby es violento y despiadado, pero a la vez posee un carisma, una capacidad de liderazgo, una astucia y una ambición de poder que lo hacen cautivador.
Frank Sheeran (“El irlandés”): De alguna manera, esta película compleja y extensa implica la vuelta de Martin Scorsese al universo narrativo donde se siente más cómodo (el de “Malas calles”, “Buenos muchachos” y “Casino”) luego de aventurarse (con diversa fortuna) en otros territorios. Esta vez utiliza a la figura de un asesino a sueldo, el “irlandés” Frank Sheeran para organizar, al mismo tiempo, una crónica de medio siglo en la historia de la mafia italiana en Estados Unidos y la supuesta relación entre los jefes criminales y la desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa en los 70. Más allá de la trama, lo que pervive es el personaje de Sheeran. De ladrón de pequeña escala, se convierte en mano derecha y brazo ejecutor de los criminales más poderosos. Scorsese muestra una vuelta de tuerca nunca vista en el género: tras mostrar al protagonista en su apogeo, se toma el tiempo para exhibir su declive, tanto físico como espiritual. Sheeran termina solo, sin poder caminar y con miedo a que le cierren la puerta de su habitación y lo dejen en las penumbras.