Los 80 fueron una buena época para las canciones románticas, de esas que siguen sonando en las radios de música suave e imperecedera. En el contexto internacional hay casos curiosos de “amor vigente” (curiosas porque, como diría Joaquín Sabina, es más fácil escribir cuando te abandonan: cuando estás con la persona amada estás ocupado ahí). Una es “Wonderful tonight” de Eric Clapton, y la otra “Eternal flame” de The Bangles (firmada por la cantante Susanna Hoffs, con Tom Kelly y William E. Steinberg como coequipers).También se destacan otras dos, por encarar el desamor de quien espera el regreso: es el caso de “Still Loving You” de Scorpions (escrita por Rudolf Schenker y Klaus Meine), y “Right Here Waiting” de Richard Marx.
La letra de los alemanes arranca: “Tiempo, necesita tiempo / Para recuperar tu amor otra vez / estaré allí, estaré allí”, manteniendo el mantra del “I will be there” y variando los primeros versos (“Amor, solo amor / puede derribar el muro algún día”). El concepto estalla en los estribillos: Si tuviéramos que andar de nuevo / todo el camino desde el principio / intentaría cambiar / cosas que mataron nuestro amor / Tu orgullo ha construido un muro / tan fuerte que no puedo pasar / ¿Realmente no hay posibilidad / Para empezar de nuevo?”. Aquí el abandono es culposo, y el significado de un Muro infranqueable es ineluidble para cualquier alemán de los 70.
Marx, por su parte, parece estar todavía en medio de la pelea: “A océanos de distancia, día tras día / y lentamente me vuelvo loco / escucho tu voz en la línea / pero no detiene el dolor/ Si te veo cerca de nunca / ¿Cómo podemos decir para siempre? / Donde sea que vayas lo que sea que hagas / estaré justo aquí esperándote / lo que sea lleve o cómo se rompe mi corazón / estaré justo aquí esperándote”. Pero después revisa su actitud: “Lo di por sentado todas las veces / que pensé que duraría de alguna manera / escucho la risa, pruebo las lágrimas / pero no puedo acercarme a ti”. Pero en un momento insiste: “Me pregunto cómo podemos sobrevivir / este romance / pero al final, si estoy contigo / me arriesgaré”.
En carne viva
¿Qué pasa cuando ya no hay retorno? El inefable Zambayonny (Diego Adrián Perdomo), conocido por sus letras más picarescas, escribió una de las más subestimadas canciones de desamor: Las horas perdidas. Allí canta, entre otras cosas: “Qué pena los cinco minutos / que nunca nos tomamos / hoteles de paso / por los que no pasamos / Qué pena tanta cama / y llegar siempre cansados / Qué pena los sueños corrientes / que nunca nos contamos / los viajes separados / las flores en septiembre / qué pena haber estado / tan pendientes de lo urgente”.
El recordado Gabo Ferro, en (“Como tus zapatos”), recurrió a la metonimia de los objetos para mostrar ausencia: “Los pondré de mi parte / cuando se enteren que también los dejaste / Como los zapatos que dejaste acá tirados / uno boca abierta al cielo y el otro desatado / Como tus zapatos, incompletos, solos, gastados / hermosos juntos / imperfectos separados” (es una canción de zapatos masculinos, sin la pretensión de un himno LGBT: no todo tiene que ser un himno). Homero Aldo Expósito (musicalizado por Atilio Stampone) ya prefiguró a la pasada ese apego a los objetos en el tango “Afiches”, con aquello de “Si están tus cosas pero tú no estás”.
Shirley Ann Manson, ícono feminista y voz y rostro de Garbage, también recurrió a las prendas abandonadas: “Dejaste algo de ropa / mi panza da vueltas / cuando la junto del suelo”. Lo hizo en “Cup of coffee”, la canción en la que después de aclarar que es la abandonada (“Me dices que no me amas / sobre una taza de café / y solo tengo que mirar hacia otro lado”) la escocesa repasa diversos estadios de toxicidad: “Veo tu coche aparcado en la carretera / la luz encendida en tu ventana / Sé con certeza que estás en casa / pero solo tengo que pasar de largo (...) Fumo tu marca de cigarrillos / y rezo para que puedas llamarme / Me acuesto en la cama todo el día mirando las paredes / merodeando bares por la noche / deseando nunca haber nacido / y entregándome a quien quiera llevarme a casa”.
Pasiones en directo
“Inevitable” es el quinto track de “¿Dónde están los ladrones?, cuarto álbum de estudio de la cantante colombiana Shakira Isabel Mebarak Ripoll, publicado el 29 de septiembre de 1998. En esa composición compartida con Luis Ochoa, manifestaba: “Siempre supe que es mejor / Cuando hay que hablar de dos / empezar por uno mismo / ya sabrás la situación / aquí todo está peor / pero al menos aún respiro / No tienes que decirlo / no vas a volver, te conozco bien / (ya buscaré qué hacer conmigo)”. Aunque el primer puente avisaba: “Conmigo nada es fácil / ya debes saber, me conoces bien”.
En la “Bzrp Music Sessions, Vol. 53” (firmada junto a Gonzalo Julián “Bizarrap” Conde, Kevyn Cruz y Santiago Alvarado) Shakira decidió hablar desde sí misma, pero la verdad que no se limitado a hablar de ella misma, sino más bien pasarle un talonario de factura B (consumidor final) a su ex, Gerard Piqué, y a la actual novia de este Clara Chía Martí. Cambiando de registro, yendo más para el lado de las “tiraderas” propias del ambiente del hip hop, que vendrían a ser como una batallas de gallos en diferido y con mala leche (como los embates rimados que se mandan L-Gante y Zaramay en nuestro país, para disfrute de un nicho de consumo).
A medida en que la sesión se volvía viral, generó numerosas polémicas, como aquella en la que se debate sobre sí la actitud de la colombiana daba un mensaje feminista (o no), de “mujer empoderada”, o de resentida de la vieja escuela. Más allá de esa discusión (que no se agotará rápidamente, especialmente en ciertos círculos) es notable ver cómo esta creación se inscribe en el marco de las “narrativas del yo”, de las “autoficciones” (algunos dicen que el reciente Premio Nobel de Literatura a Annie Ernaux es un espaldarazo para ese camino narrativo), y de las experiencias escénicas biodramáticas, de las cuales sobresalen muy pocas como interesantes: es el caso de Lorena Vega con “Imprenteros” (en la que pudo encontrarle a la historia familiar esa tensión shakespeariana, o convertirse un poco en la Rhaenyra Targaryen de una pyme de clase media). En ese viaje muchas veces se confunde la creación artística con la terapia, y eso no suele dar buenos resultados (no todas las vidas tienen una épica propia, ni salen en la revista Hola, como Shakira y Piqué).
Lo cierto es que mientras históricamente muchos creadores y creadoras usaron sus desventuras amorosas (y las de otros tipos) como insumo para la creación artística, en este caso se da un traspaso sin mediaciones de lo real al hecho artístico. Y se da la paradoja de que la creadora del “hit del momento”, más allá de la cantidad de reproducciones, encuentra un límite a la apropiación popular de ese contenido al estar, tan personalizado el mensaje.
Alguien podría pensar que desaprovechó una ocasión especial, que muchos artistas desean (tener un episodio en las “Bzrp Music Sessions”); de todos modos se dio el gusto de hacer la primera de estas sesiones de carácter plenamente cancionístico/melódico, saliendo del formato rapeado/rimado. Como sea, en contraste con su propia historia, y quizás urgida por las circunstancias vitales y las exigencias del negocio de la música, a la barranquillera parece habérsele perdido la poesía en algún recodo del camino. Ojalá que haya pronto reencuentro.