La Comedia de la Provincia de Buenos Aires presentó, en el Teatro Auditorium, Centro Provincial de las Artes, la obra “Stéfano”, de Armando Discépolo.
La Comedia de la Provincia de Buenos Aires presentó, en el Teatro Auditorium, Centro Provincial de las Artes, la obra “Stéfano”, de Armando Discépolo.
“Relojero” y “El organito” me estremecen, pero “Stéfano” puede conmigo; donde la representan voy a ver qué hicieron con el alma de los hermanos Discépolo. El verbo es ese: mirar. Ver. Observar. Acaso, no siempre, conmueven lo que está dentro, el porqué de una historia del siglo XIX y siglo XX, que por allí va la historia. Ni siquiera intento cuestionar que el mensaje, la queja, la biografía discepoliana está yendo al olvido en el siglo XXI.
No entiendo a quienes dividen a los Discépolo. Armando terminó de criar a Enrique y la historia de sus padres baila como fantasmas que se ven, claramente se ven en estas obras. En “Stéfano” dicen presente en primera persona. Ellos, los fantasmas.
En el 1926, en una obra satírica en Montevideo, Uruguay, Enrique estrena “Que vachaché”, un slang para decir “Y que le vas a hacer...”; y en el texto del tango dice: “El verdadero amor se ahogó en la sopa , la panza es reina y el dinero es Dios...”. Damas y caballeros, estaba todo y caray, estamos a pocos años de los 100 de esa declaración de Enrique.
La obra de Armando es la que enseña al mas joven, las ideas del mas joven bailan en las puestas, en los textos de Armando. “Stéfano” es de 1928.
Está claro que, más allá de “los Podestá”, a quienes admiraba tanto el “Negro” Carella, es en los Discépolo donde se nutre el teatro nacional, entendiendo por tal al de “El Río de la Plata” como faro para un país en construcción.
Si lo desean lo decimos: el unitarismo de la gran ciudad que sería la Metrópoli ya iluminaba al país. Es Teatro Porteño, del Puerto de Buenos Aires y son ellos, los inmigrantes, los que cantan los sueños, las miserias, las esperanzas y el topetazo con la realidad. La realidad del conventillo y la fuerte desesperanza.
Está claro que es otro el paisaje pero debería quedar en claro y por tanto insisto: “Los que cantan los sueños, las miserias, las esperanzas y el topetazo con la realidad. La realidad del conventillo y la fuerte desesperanza...”.
Eso de Discépolo existe, es una realidad y está agravada. Solo que ya no son esos italianos. Ya no es el “cocoliche” el idioma para decirlo. Está mas que claro que existe multiplicado el sueño perdido, la mugre, la miseria y la desesperanza.
Para que se entienda, ya no es “el grotesco” el género que se reclama para el Río de la Plata, quitándole espacio a Pirandello y los suyos. Vamos, la Ópera Brecht la presenta antes de 1930 y es un súper tango con “cafishos”, explotación, burdel, madamas, traición y desesperanza.
Hay un mundo que estalla sobre esos años. Los Discépolo son parte integrante, son voceros, aulladores de que algo anda mal. Son valiosos. No los oyeron. O no los entendieron y no han sido resueltas sus quejas.
Según el programa (esta vez había programa) quien auspicia es el gobierno de la provincia de Buenos Aires, la Provincia País.
Se menciona a Axel Kicillof, a la vicegobernadora Verónica Magario, a Florencia Saintout, presidenta del Instituto Cultural, a Gianni Buono, vicepresidente, a Victoria Onetto, subsecretaria de Políticas Culturales (paréntesis: ella invitó y remunerará a Graciela Borges en febrero, en este recinto donde se dio esta obra, el Estado provincial remunerará), a Mariana Ortiz Losada, directora Provincial de Arte, a Eduardo Scarsella Albano, director del Teatro de La Comedia y a Marcelo Marán, director Provincial de las Artes Teatro Auditorium. Marcelo Marán es un conocido dramaturgo, actor, militante y propulsor del teatro en Mar del Plata; cuando no fue funcionario supo ganarse sus dineros en la esfera privada en su rubro, las artes, eso lo habilita a un reconocimiento: no es ñoqui de la cultura, es un hombre de la cultura. Ese es el tema.
Indico estos nombres en el programa porque, al aparecer en lo que se entrega al público, son parte de lo que se quiere entregar al público. El staff mencionado abarca la contratapa del programa de mano.
Hay detalles que es necesario puntualizar, porque son algo más. La entrada cuesta 900 pesos, no son numeradas y a los jubilados se les rebaja el 50%. El panorama del teatro comercial de verano oscila entre 2.500 y 5.000 pesos. La diferencia es notoria.
La puesta de todos los trabajos en la sala (y las otras dos salas menores complementarias del Auditorium, mas pequeñas) tienen un elemento común: no hay distracciones, descuidos o quita de presupuesto. Todo está cuidado para que sean eso: puestas de primera línea de un “teatro comercial competitivo”.
Cuenta con un elenco que integran, además de Longhi como Stéfano, Maia Francia, Emilio Ruperez, Gaby Almirón, Nacho Toselli, Mabel Campos, Trinidad Falco, Nico Cúcaro, Ricardo Ibarlín, Cecilia Coleff, Fabio Prado González y Mariela Marconi, con dirección musical de musical de Juan Ignacio López y los músicos: Eugenio Masa, Joaquín Blas Pérez, Juan Sleig y Andrés Gómez Cardozo.
La obra tiene, en un plano alto de lo dicho, una cuidada escenografía, a los músicos que sueñan según esta puesta. Piano, saxo, contrabajo, batería.
Idea: serían los sueños del director musical fracasado: Stéfano. No son sueños, son pesadillas livianitas. Stéfano pensaba en una ópera. No es la música que se oye, si fuese soñada por el personaje debería tener aquel ambiente que el, precisamente, sueña. La dirigen Marcelo de Bellis y Luis Longhi (recordemos, interpreta Stéfano).
Las actuaciones, en el 2023 de una obra en “cocoliche”, respetando El Grotesco, género propio de Argentina, que refiere al sainete, llevan a un teatro de época. Hay que aceptarlo para que las posiciones dramáticas y el mensaje -desesperanzador, como todo Discépolo- lleguen al espectador. No es sencillo.
Ese teatro, por lo demás, conspira contra las voces. “Suena” mejor la música que la palabra. Bien para recitales. Mal para obras de teatro. Tiene arreglo, pero es una constante que no tienen en cuenta los directores teatrales.
Un teatro Nacional y Popular es una buena apuesta para un gobierno que se define como Nacional y Popular. Esto es imprescindible decirlo porque en este año, como uno de los mas visibles, una cuestión es la ciudad de Mar del Plata y otra la zona de La Provincia y sus teatros. Hay un franco desafío de aprovechar los millones de turistas (sí, millones) ofertando bueno, bonito y barato. Allí está el eje. A la inauguración oficial con “Tarascones”, obra que ya comentamos, vino y saludó, también aplaudió, el gobernador.
Hacer un Discépolo (“Stéfano”, el grotesco, el sainete, el teatro nacional, la inmigración aluvional, la crisis de 1929/1930, su coletazo, la guerra, la hambruna, el conventillo, el país de la desesperación social) es meterse en las raíces de una esperanza maltratada y un país al que, si Discépolo retrata da un indicador: 100 años no han sido nada. Nada bueno como superación. No es lo que pienso.
A los actores les cuesta que se les encuentre creíbles y no como doblemente grotescos personajes (eso son) de un trazo grueso de un país vencido -en toda obra discepoliana no hay salida- pero si de rescatar se trata la certeza los acompaña. Con un lenguaje forzado sus dichos son reales. Stéfano es el músico que termina haciendo copias de partituras de otros porque nunca pudo escribir su obra. Si ése no es un mensaje duro... no encuentro, después de La Peste, nada que ilumine tan torcido al siglo XXI. Pero habrá que convenir: es cierto.