Sting 3.0: alquimia de los 80 con sabiduría ganada
El músico británico volvió a la estructura sonora de The Police para repasar varios clásicos de la banda y obras de su repertorio solista. Junto al guitarrista argentino-estadounidense Dominic Miller y el baterista Chris Maas hicieron vibrar a un Movistar Arena colmado, en una ceremonia que promete repetirse esta noche.
Dominic Miller, Chris Maas y Sting: una alquimia precisa para canciones que fueron hechas para trío, y versionar otras. Foto: Gentileza DF Entertainment / Facu Irish Suárez
Así se gestó el tour Sting 3.0, una síntesis junto al histórico guitarrista Dominic Miller (nacido y criado en Hurlingham, Buenos Aires) con quien trabaja y colabora desde los 90, y el baterista Chris Maas (Mumford & Sons, Maggie Rogers). La estructura justa par revivir clásicos de aquella banda, y adaptar grandes éxitos de sus años solistas.
Y esa gira tuvo su parada argentina el domingo en el capitalino Movistar Arena de Villa Crespo, con una segunda fecha también agotada hoy lunes; frente a un público de muy diversas edades y “arribos” a Sting (ha sido una figura protagónica por décadas, y en cada época ha tenido algún hit en rotación).
La primera parada nacional de la gira fue frente a un Movistar Arena colmado, escena que se repetirá hoy lunes. Foto: Gentileza DF Entertainment / Chule Valerga
Uno de los nuestros
Como soporte nacional (demandado por el artículo 31 de la Ley Nacional de la Música) estuvo el multiinstrumentista Mat Alba, quien ya cumplió esa función en la segunda fecha de Paul McCartney el año pasado (en la primera la elegida fue Luz Gaggi).
Entró como cantante y guitarrista en formato trío (más teclados y batería), con una medialuna junto a su nombre en el fondo, a puro funk y falsetes. “Es un placer estar acá, espero que disfruten”, saludó, camisa y bermudas claras. Cantó solo “Me gusta tu estilo” (que supo grabar con Femi), tirando ritmo con chasquidos vocales. “Soy de Tigre, y escribo canciones desde siempre. Estar acá es un sueño”, afirmó, con una voz mucho más grave de la que usa para cantar. “Bloc de notas”, a solas, tuvo cierta modulación a lo Rubén Rada.
Pasó por cierto beat piazzolleano en la batería y solo jazzístico en las teclas, antes de volver al groove volvió con “No quiero saber”, con una intro a lo “Foxy Lady” de Jimi Hendrix.
A los 73 años, Sting lució entero y con la voz plena, como en sus años mozos. Foto: Gentileza DF Entertainment / Facu Irish Suárez
Despegue
A las 20.59 se apagaron las luces, se encendió el escenario, salió Maas, Miller que ya estaba tocando y finalmente el solista, para “Message in a Bottle”. Llevó un micrófono "de vincha" (como el de los conductores televisivos) para poder moverse libremente por el escenario, haciendo corear a la multitud. A los 73 años se lo ve entero y puede lucir una remera ajustada sobre su torso fibroso, como cuando interpretó a Feyd Rautha Harkonnen en la “Dune” de David Lynch.
Sincopada llegó “If I Ever Lose My Faith in You”, desde el groove de la línea de bajo, creciendo en los estribillos. Le aplaudieron la parte de “Se podría decir que he perdido mi creencia en nuestros políticos”, mientras viajaron una salida rockera sobre los instrumentos cascoteados (la Fender Stratocaster del bonaerense y el Ernie Ball Music Man del protagonista).
Unos “uoohh” de ida o vuelta anticiparon los versos de “Englishman in New York”, con el skyline de la Gran Manzana en el fondo y la voz entera del inglés. Hubo un segundo juego sobre una batería explosiva de Maas (conocedor de la paleta expresiva de Stewart Copeland) antes de los coros en aquello de “sé tu mismo, no importa lo que digan”.
En seco siguió la representación policial con “Every Little Thing She Does Is Magic”, con Miller en los inflexibles arpegios pensados por Andy Summers.
Siempre hay algo de conversación entre él y la audiencia: es una marca registrada. Foto: Gentileza DF Entertainment / Facu Irish Suárez
Climas
Presentó a los compañeros (llamó “porteño” a su habitual ladero) antes de una versión emocional de “Fields of Gold”, con ventanales catedralicios en la pantalla, con la voz vestida por la guitarra y los coros de Dominic (composición que supo hacer propia la eterna Eva Cassidy).
“Esta canción se llama ‘Never Coming Home’”, presentó el británico, sentado en un taburete, mientras su compañero empezaba a construirla a puro tapping sobre el diapasón. Sobre el final, después de un pasaje de bajo, tendría su momento solista para el remate.
Levantaron con “Synchronicity II”, antes de volver al taburete. Habló del rey David y su enamoramiento de Betsabé en el libro de Samuel, que inspiró la sinuosa “Mad About You.
Volvió el beat de reggae elegante de The Police en “Spirits in the Material World”, antes del estribillo binario y ganchero. El tempo y el clima cambiaron cuando Dom recorrió (con vibratos matemáticos) la melodía que precede a la línea vocal de “Wrapped Around Your Finger”, cantada tan intimista como plena por el rubio (siempre hay algo de conversación entre él y la audiencia, es una marca registrada).
La electricidad subió en “Driven to Tears”, en el registro agudo de las canciones de juventud (uno de esos temas que parecen simples, pero no). Bajaron hacia la introspección en “Fortress Around Your Heart” (el casillero en la lista que suelen ir cambiando en cada concierto). Sting amagó beber algo que parecía limonada, pero los compañeros arrancaron y lo apuraron para que se sume a “Can’t Stand Losing You”.
“Buenos Aires, canten conmigo por favor”, pidió en castellano: fueron y vinieron melodías sin letra, escalando en la fuerza rockera desde los parches de Maas, el bajo rasposo y la guitarra afilada.
Intentó hablar, pero lo tapó el “olé olé olé, Es-ting” (sic). Volvieron a la intimidad de masas en “Shape of My Heart” y su arquitectura melódica. “I Wrote Your Name (Upon My Heart)” (publicada en septiembre de 2024, inspirada en la experiencia de las primeras fechas de este tour que tanto está disfrutando) trajo algo un espíritu de rock festivo.
El primer saludo del trío, antes de los bises. Foto: Gentileza DF Entertainment / Chule Valerga
Tiempos y espacios
Volvieron a los 80 con “Walking on the Moon”, que pasó por un “io io io” de raggae tradicional, antes de pegarla a “So Lonely”, que arranca en el mismo beat y crece agitera en el estribillo.
Viajaron a Medio Oriente a lomos de “Desert Rose”: el vocalista clamando como un muecín desde su mezquita, con pasajes de intensidad arábiga, ampliados desde cuerdas en pista sobre la batería bailable.
“King of Pain” despegó pequeña pero tuvo sus pasajes instrumentales para crecer. Sin respiro se fueron al hitazo “Every Breath You Take”, entre brazos y celulares en alto, Miller llevando el riff-arpegio-pattern y Sting cabalgando encima. Sobre el final volvió a nombrarlos, en una indicación de despedida.
Saludaron juntos y separados, mientras eran despedidos por un oh, “ohoh ohoh” que delató la edad hegemónica de la audiencia.
Volvieron con ‘Roxanne”, la canción para la prostituta que siempre fue un tango en la cabeza de los Police (pero nos dimos cuenta en “Moulin Rouge”); fue mutando en el bajo y la voz en un reggae espeso para ser coreada, hasta volver al estribillo final.
“Me encanta Buenos Aires”, dijo Sumner en su medio castizo. Cambió el bajo por la guitarra de nylon para “Fragile”, con su sabor a bossa nova (un tema al que aquí Pedro Aznar supo darle su propio color), con la batería tocada con mazas y un solo del propio Sting con resonancias latinas.
Ahí si la despedida fue definitiva, con tan pocas palabras como tuvo el concierto; sin promesas grandilocuentes de regreso y esas cosas: el vínculo del artista con su público se probó intacto. Las luces se encendieron, pusieron de fondo “Undefeated Eyes” de Fantastic Negrito (en la que canta Sting: todo está pensado), mientras el público ganaba las veredas de Villa Crespo mientras el instante se convertía en recuerdos.
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