Diego Batlle (Télam)
El fenómeno de ajuste en las grandes plataformas digitales mundiales -que no ha llegado aún a la Argentina- indica que el boom que se dio en la pandemia terminó y que el negocio deberá adaptarse a los nuevos tiempos. Afectará la producción y la diversidad de series y películas.
Diego Batlle (Télam)
Primero fue Netflix, que tuvo pérdidas de suscriptores y, por ende, en su cotización bursátil, para luego castigar el uso compartido de contraseñas en busca de incrementar su facturación. Luego se expusieron en toda su dimensión los efectos devastadores de la fusión entre Warner y Discovery que hasta puso en jaque a su prestigioso sello HBO Max. El efecto bola de nieve que no para de agigantarse está afectando en estos días a casi todas las plataformas. El grupo Disney celebró que en los Estados Unidos, sumando sus tres servicios (Disney+, ESPN+ y Hulu), superó en total de suscriptores a Netflix, pero desde hace tiempo le cuesta retener derechos de populares ligas deportivas y suma recortes y despidos masivos de personal. Prime Video es solo un negocio más del gigante Amazon que, como todas las big tech, están contabilizando rojos por miles de millones de dólares debido a la guerra en Ucrania, el aumento de costos por la inflación y el creciente temor de la gente a la hora de lanzarse a consumir. Ante semejante situación, hay algo claro: la “fiesta” del streaming terminó y el negocio deberá adaptarse a los nuevos tiempos.
En el ámbito nacional la crisis aún no se ha desatado (hay en muchos casos pleno empleo por la cantidad de series y películas en producción), pero una alta ejecutiva argentina del área de contenidos de una de las principales plataformas admitió a Télam que el nivel actual (con planes que incluyen varias novedades locales y regionales cada mes) será muy difícil de sostener si la orden de ajustarse los cinturones llega de forma inflexible y contundente desde las casas matrices.
¿Hacia dónde reorientarán los negocios los streamers? Los primeros pasos de Warner Bros/Discovery indican que el ahorro (que ya se inició con la eliminación de decenas de títulos que figuraban, incluso como contenidos originales, en HBO Max) podrá afectar a mucha producción independiente, a las propuestas artísticamente más arriesgadas y también a proyectos generados desde fuera de los Estados Unidos. Sin embargo, ni HBO Max, ni Prime Video, ni Netflix, ni Disney+, ni Apple TV+ dejarán de producir “tanques”, esas películas y series de amplios presupuestos pero capaces de generar millones de visualizaciones y —claro— de seducir mediante agresivas campañas de marketing a eventuales nuevos suscriptores.
En medio de la crisis de Warner Bros/Discovery (cuya deuda asciende a 55.000 millones de dólares), HBO gastó 200 millones de dólares en los diez episodios de “La casa del dragón”, precuela de “Game of Thrones”. Y no sólo destinó 20 millones a cada capítulo de menos de una hora con la historia de la Casa Targaryen, sino que además invirtió otros 100 millones en el que ha sido el lanzamiento más caro de todos los tiempos para una serie de esa compañía.
Amazon y su servicio Prime Video saldrán a disputarle el espacio ganado por HBO en las últimas semanas gracias a “La casa del dragón” con “El Señor de los Anillos: los anillos de poder”, que se verá desde el viernes 2 de septiembre (en algunos países estará disponible desde el jueves 1º e incluso los dos primeros episodios se proyectarán de forma limitada y gratuita en salas de cine para los fans). Esta megaproducción de 465 millones de dólares de presupuesto para sólo ocho episodios intentará generar en el streaming una larga franquicia ligada al universo de J.R.R. Tolkien con la idea de capitalizar y repetir (o incluso amplificar) el éxito de la trilogía cinematográfica de Peter Jackson. A un costo de casi 60 millones por capítulo (y en ese monto no se contabilizan los 250 millones invertidos en la compra de los derechos), es por lejos la serie más cara de la historia.
La crisis de Warner Bros/Discovery se desató cuando se anunció que “Batgirl”, película que ya estaba casi lista y en la que se habían invertido más de 90 millones de dólares, nunca verá la luz, pero el efecto dominó se llevó puestos a todo tipo de contenidos: series argentinas como “Entre hombres”, varios proyectos de animación del sello DC que estaban en carpeta, casi 200 episodios de un clásico como “Los Muppets” y hasta la pérdida de la franquicia de “Harry Potter”. Es que sus ejecutivos parecen haber desistido de la idea de competir en el segmento infantil (uno de los más caros) y dejar que Netflix y Disney se desangren entre ellos.
En las últimas semanas HBO Max lanzó, por ejemplo, muy valiosos documentales como “Navalny”, sobre la figura de Alexéi Navalny, principal opositor a Vladimir Putin; o “Gunda”, bello y respetuoso acercamiento a la existencia cotidiana de distintos animales de granja a cargo del ruso Victor Kossakovsky, pero a la hora de los hachazos y los ahorros todo este material más arriesgado (que diferenciaba a ese servicio de sus competidores) muy probablemente vaya quedando en el camino. No habrá más cine de autor, se extrañarán a las películas premiadas en festivales, se añorarán a las series más osadas.
En los últimos días Warner anunció que varias películas originales que iban a estrenarse de forma directa en HBO Max (servicio que primero en los Estados Unidos y luego en América Latina cambiará de nombre durante 2023 para integrarse de forma definitiva con Discovery) ahora serán lanzadas primero en cine. Es que, frente a los límites cada vez más evidentes que está mostrando el streaming, se empieza a revalorizar el lugar (y los ingresos) de las salas.
Si la recuperación del cine en el cine continúa y los grandes streamers abandonan de manera progresiva los contenidos más arriesgados (esos que jamás figurarían en los Top 10 ni formarían parte de las recomendaciones de los algoritmos), podrán crecer aún más las plataformas de nicho (Filmin en España, Mubi en casi todo el mundo) para aquellos que prefieren un servicio gourmet con menos oferta pero una curaduría más cuidada antes que un hipermercado donde todo luce de forma demasiado caótica y amontonada.