Roberto Schneider
Roberto Schneider
En esta obra de 2022 -“Casi imperceptible”- parece imposible romper con la sumisión. Aun con diferencias, los personajes están atados todos a un orden que guarda relación con el miedo a quebrar un cierto estado de cosas. Agudo observador de los sectores más frustrados, pero también de los más oportunistas e hipócritas, el consagrado dramaturgo santafesino Edgardo Dib construye en su obra metáforas de la perplejidad y del agotamiento, retratando con áspero humor a un grupo familiar y a una pareja. Elementos de esos estados de ánimo son, por un lado, la confusión y el pánico, y por otro, la conciencia de haber sido despojados.
Es así como la socarrona y, al mismo tiempo, compasiva mirada de Dib se interna con agudeza en lo cotidiano, pero sin abarcarlo todo, exigiéndole al espectador rellenar con su propio imaginario los huecos de esas historias que cargan con demasiadas ausencias. La materia con la que trabaja el autor es la clase media, un estadio con posibilidades de ser reconstituido, aunque más no sea apelando a estímulos visuales y verbales. En 1960. O en los convulsionados ‘80.
Como espejo de una sociedad desorbitada hasta casi la caricatura, la obra se convierte por momentos en un catálogo de pensamientos muy terribles, incluida la desolación que tienen los personajes. Alternando malicia e ingenuidad, crispación y placidez, cierta comicidad y drama, los actores y actrices son lo mejor de la propuesta. Silvana Montemurri impone su presencia y juega los diversos momentos con indudable excelencia; Susana Formichelli aporta genuinas dosis de ternura y sagacidad; Rubén Von Der Thüsen conduce a su personaje por los caminos de la excelencia, al igual que Guillermo Frick, perfecto un su escena detrás de los vidrios, y está muy bien Aneley Santamaría Vossler.
Es certera la asistencia de dirección de Vanina Dadone y Elisa Martínez; la asistencia de producción de Tomás Del Porto; muy buenos el diseño y realización de vestuario y escenografía de Lucía de Frutos y Eve Medina; de muy buen gusto la banda sonora de Dib; es correcto el diseño y la realización de objetos escenográficos de Emiliano Calanchini y excelente la producción general de Vito Sasiaín, todos bajo la dirección general de Edgardo Dib.
Párrafo aparte para la Casa de los Gobernadores. Con “Casi imperceptible” se abren a los santafesinos las puertas de una institución bellísima para algunas actividades artísticas. Con esta obra se adquiere una muy especial circunstancia que, como en el caso de Dib y su gente, prioriza el valor de la residencia. La totalidad es un espectáculo de calidades poco frecuente. Es el reencuentro con la materia teatral en esencia. Es un hallazgo de interpretación y puesta en escena relevantes. Y es la demostración más palpable de que se puede.