Martes 3.8.2021
/Última actualización 16:28
Los ecos de los cañones de la Segunda Guerra Mundial todavía resonaban cuando Orson Welles, quien ya había gestado su obra maestra “Citizen Kane”, decidió convertir en imágenes un argumento por completo novedoso para ese entonces: un ex oficial nazi, apoderado de algunas de las instancias más macabras del Holocausto, que se oculta en un pequeño pueblo del estado de Connecticut, en Estados Unidos y está a punto de casarse con una mujer de buena familia, mientras un tenaz detective le pisa los talones. Esa es la estructura general de “The Stranger”, que se estrenó en agosto de 1946, hace justo 75 años.
Para este, su tercer film, Welles se quedó con el personaje principal, el antiguo nazi Franz Kindler. Es que, como bien sabía gracias a su intuición de artista innovador, un villano ofrece más matices interpretativos que un héroe. De modo que su Kindler simboliza al mal, pero con todos los vericuetos y claroscuros posibles. Para encarnar al investigador que sigue sus huellas, que alude a la justicia que debe velar por el bien de los ciudadanos, fue elegido Edward G. Robinson, una ficha de peso en la industria del cine y una garantía de efectividad ante las cámaras. Mientras que el rostro femenino del film, que representa al bien acechado por la sombra de Kindler, fue Loretta Young, una prolífica actriz que llevaba varios años de trabajo en el cine y ofrecía vasta experiencia.
RKO Radio Pictures, International PicturesFoto: RKO Radio Pictures, International Pictures
“The Stranger” es un trabajo en el cual su autor, Orson Welles, se manifiesta todo el tiempo. Primero, porque se decanta por el formato de policial negro y exprime sus códigos. Hay juegos de luces y sombras de clara influencia expresionista, que interpelan al espectador. La construcción de los personajes, sobre todo la de Kindler, está perfectamente anclada con los elementos visuales. Hay una multiplicidad de detalles que parecen menores pero que terminan teniendo gran peso en la trama, como la pasión del nazi por la relojería, que terminará sellando su destino. Y contiene secuencias soberbias, como la de la cena, cuando el detective provoca a Kindler quien se delata cuando afirma que “Marx no era alemán, era judío”; el asesinato en el bosque o el mítico final en la torre del reloj, donde el villano muere empalado por una de las estatuas pertenecientes al mencanismo del gran reloj en restauración.
RKO Radio Pictures, International PicturesFoto: RKO Radio Pictures, International Pictures
A pesar de todos esos logros, “The Stranger” no quedó ubicada entre las obras más populares de Welles. Es posible que parte de esto tenga que ver con la altísima calidad de las demás creaciones del artista. Es que los méritos de “Citizen Kane” (1941), que introdujo nuevos elementos a la narración cinematográfica, “Sed de mal” (1958) que elevó el listón al género negro o “El proceso”, que halló modos de traducir al lenguaje visual la opresiva atmósfera de Kafka, posiblemente la hayan eclipsado. También puede haber influido la gran cantidad de películas (dentro y fuera de la industria) que se orientaron hacia la temática del nazismo y sus horrores en las décadas posteriores. Pese a todo, el tiempo no ha hecho más que robustecer la reputación de “The Stranger”.
Más allá de sus valores puramente cinematográficos, fue una de las primeras películas norteamericanas que abordaron la temática de la persecución de criminales nazis, casi en sintonía con “Notorious” de Alfred Hitchcock. Inclusive, fue la primera ficción que incluyó imágenes documentales de los campos de concentración y exterminio nazis, en una breve escena en la cual el detective que interpreta Robinson le revela a la prometida de Kindler su verdadera identidad. La conmoción de la mujer es análoga con la que debe haber sentido la sociedad en su conjunto cuando salieron a la luz las facetas más terribles del nazismo.
RKO Radio Pictures, International PicturesFoto: RKO Radio Pictures, International Pictures
Luego de “Ciudadano Kane” y “El cuarto mandamiento”, Welles demostró que era capaz de filmar de acuerdo a los parámetros formales del cine comercial sin ir en desmedro de sus imaginativos aportes visuales. Incluso algo más: cómo señaló el periodista, crítico de cine y escritor inglés Kim Newman, “adelantándose varias décadas a David Lynch, Welles establece el ambiente de una pequeña y tranquila comunidad para subvertirlo, con filósofos de tienda de pueblo que engañan a las damas y reinas de baile que se casan con fascistas”.