Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo
En 1995, ya no eran mozalbetes el trío de productores que, junto a la sugerente cantante escocesa, decidieron hacer una de las bandas con sonido más futurista en una década con sabor vintage. Cuando en 2012 decidieron volver luego de un parate para “Not Your Kind Of People”, ya fuera de un sistema discográfico en el que no cuajaban, lo hicieron con energías renovadas, como una banda fuera del tiempo. Y este año fue el turno de “Strange Little Birds”, una placa en la que el cuarteto, cuyas edades oscilan entre los 65 y los 50 años, sigue apostando a su sonido moderno y a las letras salidas de los laberintos de una roja cabeza.
La fórmula
Sobre las tablas, Shirley Ann Manson no delata su medio siglo y meses. Con el rosa (un color muy Garbage) de la tintura cubriendo el rojo natural de su pelo recogido en una coleta al costado, la escocesa ganó el escenario con un vestido bobo de flecos amarillo, calzas negras con diseños en amarillo (imitando ladrillos) y zapatillas de básquet (un look digno de la Lou Clark de “Yo antes de ti”). Si lo combinamos con su caminar en círculos hacia abajo, con las manos atrás o los saltitos a lo Dánica Dorada, transmite una imagen aniñada, en contraste con la dureza de sus letras y la oscuridad del delineador que enmarca sus profundos ojos verdes.
Junto a ella llegaron los cofundadores Steve Marker (el pelado de anteojos con cara de científico loco pero bueno) y Douglas Elwin “Duke” Erikson (el flaco de sombrero, el más veterano de todos), repartiéndose las guitarras y los teclados. Junto a ellos estuvieron Eric Avery, el bajista que los acompaña desde hace varios años en las giras, y Eric Gardner, reemplazante del baterista y creador Bryan “Butch Vig” Vigorson, alejado de la gira por una sinusitis aguda que le impide volar. Fuera del escenario, Billy Bush, marido de la cantante e ingeniero de sonido, opera en vivo para ayudar a activar mucho del soporte sonoro para que lo craneado en el estudio pueda ser representado en vivo.
Pero antes fue el momento de la pata local. En su recordado show en el Pepsi Music de 2012, los Garbage (que cerraron) trabaron amistad con los Utopians, que tuvo un nuevo capítulo cuando los invitaron a abrir el show de este martes en el Luna Park. Fue una ocasión especial: el último show del cuarteto argentino antes del parto de la embarazadísima cantante y vocalista Barbi Recanati, algo que la Manson destacó más tarde. Así son las amistades: los cibernéticos y los crudos, la child free y la futura mamá.
Apenas pasadas las 20, los locales entraron para dar un set híper compacto: “Alimaña”, “Tren de la alegría”, “Algo mejor”, “Reflejo”, “Allá voy” y “Dancing Barefoot” (versión del Patti Smith Group) como convite a los visitantes, antes de irse como llegaron.
Químicas
Y entonces sí, emergieron los soldados, los patriarcas y la reina roja, tras unos latidos electrónicos que dieron paso a una intensa rendición de “Supervixen”: “Qué fuerte”, habrá pensado más de uno. En seco dispararon una versión rápida de “I Think I’m Paranoid”, antes de que uno pueda entrar del todo en el clima pero con una multitud saltando y coreando aquello de “Doblame, rompeme/de todos modos me necesitás/todo lo que quiero es a vos”.
Explotó una base electrónica y bailable, que se fue convirtiendo en “Stupid Girl”: otro juego entre la oscuridad en las estrofas y los estribillos “para arriba”. Ahí decidieron enganchar con el disco anterior y, manteniendo la intensidad, pasar por “Automatic Systematic Habit” antes del hit de la placa, “Blood for Poppies”, un mid tempo cantado bien arriba, con líneas de guitarra sinuosas.
“Muchas gracias”, saludó en castellano, y dijo en su particular inglés: “Estamos aquí como Garbage, delante de ustedes. Queremos dar un abrazo a nuestros amigos de Utopians: en nuestro anterior show nos conocimos en el backstage, tocando en un festival, y nos enamoramos. Es un honor ser parte del último show antes de que Barbi dé a luz a su bebé. Es una noche especial para ambas bandas”.
Y agregó: “Son tiempos de prueba, en la Argentina y en el mundo. Sabemos que los tickets no son baratos: así que gracias por elegirnos: no tienen idea cuánto los apreciamos y respetamos. Tanto como ustedes nos miran, los miramos a ustedes”. Con esa dedicatoria dio la bienvenida a “The Trick Is to Keep Breathing” (“El truco es seguir respirando”). “Gracias por bailar nuestras canciones”, fue la punta de “Sex Is Not the Enemy”, apoyada en el bajo de Avery, sobre el que se desplegaron las guitarras voladoras de Marker y Erikson.
La flamante placa tuvo su presencia con “Blackout”, una pieza rítmicamente interesante desde la batería (alguno ha criticado la cuadratura de las bases), con un cambio en las luces que pasaron del “rosa Garbage” y el “amarillo vestido” al blanco y negro. “Magnetized” entró como un slow tempo electrónico, con margen para que Shirley explotara su voz de crooner, electrificándose en el transcurso.
Paz y lucha
“Special”, de “Version 2.0”, volvió a levantar coros y saltitos en el campo, fundiéndose con la oscuridad de “#1 Crush”, el single del compilado “Absolute Garbage”, con la voz de la escocesa serpenteando sobre la línea de bajo, entre las líneas de guitarra dibujando intranquilidades. Siguiendo con ese costado dark llegó otra de las nuevas “Even Though Our Love Is Doomed”, con Duke agravando la cosa desde los teclados y Shirley moviéndose entre Siouxsie Sioux y Marlene Dietrich.
Y de ahí a otro salto sin red: a la furibundia punk de “Why Do You Love Me”, el hit de “Bleed Like Me”, con las guitarras al frente. En ese momento la cantante alcanzó a divisar que justo allí, en el palacio de Tito Lectoure, dos espectadores se “guantearon”. “Ok, alto, ahora mismo. Hay suficiente mierda en este mundo para traerla a los conciertos. Este es el problema con el mundo en el que vivimos: no tiene sentido. Ustedes no tienen que ver esto, tan dulces, tan jóvenes, cuando sean adultos será más horrible. Y no querrán vivir con eso, créanme”, les dijo, algo sacada, la vocalista, que luego pidió disculpas por la interrupción.
Vuelta a la calma, anunció otra de las nuevas, “Night Drive Loneliness”, otro mid tempo, con una intro de guitarra a lo Bond de Duke, que luego pasó a las melodías del piano, antes de que la canción “levantara” hacia el final.
“La próxima canción es nuestro emblema de la lucha por un mundo mejor. La dedicamos a todos los fans de Garbage. No tienes que tener una pija grande, tetas grandes, podés tener el pecho plano, y aun así ser adorable. Fuck the system!”. Entonces arrancó la sutil “Bleed Like Me”, que dio paso a la creciente intensidad de “Shut Your Mouth”: Shirley la arrancó medio hip hop, antes de los estribillos con las guitarras explosivas.
El final
En ese momento pasaron a la primigenia “Vow”, enérgica, para luego bajar a un comienzo lento, sobre colchones de teclados de “Only Happy When It Rains”, y la Manson tirada a los pies de la batería, acuclillada como una muñeca rota. Pero en seguida sobrevino el cambio de ritmo y el ingreso de las guitarras afiladas como cimitarras. El cierre de mentiritas del show fue con la festejada “Push It”: también con un sonido denso, y un crescendo en aquello de “este es el ruido que me despierta/mi cabeza explota y mi cuerpo duele”, rematando en el estribillo y la melodía coreable en la guitarra.
Pero como era parte de la puesta, salieron y volvieron para “Queer”, otra de sus primeras canciones, y una de las prototípicas. Pegada le metieron otra viejita, “Empty”, antes de rematar con “Cherry Lips (Go Baby Go!)”, con su componente pop: alguna vez dijimos que Shirley también podía ser Britney Spears o Gwen Stefani si quiere (el tema es de 2001). Y con la masa coreando “go, baby, go go”, fue el último adiós: la pelirroja paranoica encaró las bambalinas, seguida de los muchachos, y dejó a los presentes con una mezcla de satisfacción y ganas de más. Es que se fue la banda fuera del tiempo, y los relojes volvieron a correr.