Viernes 16.4.2021
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En su libro “Como de la familia. Afectos y desigualdad en el trabajo doméstico”, Santiago Canevaro pone la lupa sobre una problemática que caracteriza a la Argentina, incluso con ciertas particularidades en relación a otros países. El investigador adjunto del Conicet y profesor en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín se propuso abordar esto frente a una cuestión que se vincula con aspectos íntimos: es que las trabajadoras domésticas literalmente ven, tocan, escuchan y respiran el mundo material y emocional de sus empleadores.
“El libro es producto de mi tesis doctoral. Al tema de la tesis llegué de un modo indirecto, en un cruce entre mis indagaciones teóricas de la tesis de maestría y una sensibilidad propia relacionada con el mundo de la relación entre trabajadoras domésticas. Al tema lo había abordado de manera tangencial cuando escribía mi tesis de maestría y con anécdotas y relatos personales con trabajadoras domésticas en Corrientes, de donde soy oriundo, y Buenos Aires donde emigró mi madre conmigo cuando yo tenía 5 años”, explicó en una entrevista con este medio.
Gentileza del autor El investigador Santiago Canevaro concibió el libro como tesis doctoral.El investigador Santiago Canevaro concibió el libro como tesis doctoral.Foto: Gentileza del autor
-Ponés hincapié en un aspecto que parece central: que las trabajadoras domésticas comparten prácticamente la vida de sus empleadores. ¿Qué tipo de relaciones se tejen entre unos y otros y qué enfoque le das en el libro a la misma?
-Debo ser franco y admitir que no todas las trabajadoras domésticas comparten el cotidiano porque quienes limpian por unas horas no es lo mismo que estar viviendo o de lunes a viernes de 8 a 20. Sin embargo e independientemente de la cantidad de tiempo que pasen con sus empleadores, quienes trabajan en los hogares comparten una cotidianidad que va desde conocer los gustos, secretos, horarios hasta sus humores o problemas maritales. Ésta cercanía afectiva, digámoslo así es mayor, cuando el tipo de trabajos es de cuidados ya que allí el tipo de tareas en juego, digamos que supone o conlleva una mayor proximidad entre trabajadoras y empleadores. Las primeras también cuentan de sus vidas y cuestiones de crianza con sus hijos si los tienen y todo esto, lleva a que indefectiblemente logre una mayor proximidad. Así fue como encontré que la dimensión “afectiva” ocupa un rol central para modelar las relaciones de desigualdad y la lógica laboral/contractual que se gestiona cotidianamente. Al mismo tiempo, el enfoque relacional del libro supuso trabajar con los discursos y prácticas de trabajadoras y empleadores, lo que me llevó a encontrar que los vínculos que se establecen en el hogar están moduladas por los momentos en el ciclo vital de ambos agentes. Me interesa pensar en la manera como la permeabilidad de las fronteras se producen en conflictos y negociaciones cotidianas en un contexto como el de Buenos Aires. En este sentido, la decisión por concentrarme en sectores sociales que han tenido históricamente una posición de precariedad estructural y heterogeneidad socio-ocupacional como son los sectores medios porteños me permitió indagar en esos límites difusos que se ponen en juego con mayor o menor tirantez en distintos momentos por los que pasa el vínculo. Debemos pensar que la configuración de estos sectores empleadores de Buenos Aires adquiere nuevos sentidos a comienzos del siglo XXI en relación con la percepción de cercanía o de distancia social respecto de quienes emplean en sus hogares para realizar las tareas domésticas. Indagar en los límites y la porosidad de sus contornos me permitió analizar la singular modalidad de un vínculo laboral que combina la gravitación de la ideología vinculada al peronismo (a la generación de expectativas para los sectores populares) y la construcción siempre inestable de una posición de clase de los sectores medios vernáculos. Por este motivo es que lo que encontraba es que el servicio doméstico, en efecto, es que revelaba de alguna manera unatensión oculta en el imaginario de la sociedad argentina (urbana y porteña podríamos decir), que se piensa más igualitaria que el resto de Latinoamérica: la existencia de relaciones claramente jerarquizadas como las que establecen con el personal doméstico.
-Planteás que se trata de un vínculo que abre profundas y apasionadas discusiones ¿En qué sentido?
-Hay algo que ocurre cuando se habla del tema. Todos tienen algo para contar, decir, opinar. Sobre todo las empleadoras. De hecho, fue así que descubrí que el mejor espacio para el trabajo de campo no ocurría en una entrevista programada sino a partir de que yo contaba lo que estaba estudiando en cualquier lugar. Era casi automático que las empleadoras me contaban historias, relatos y anécdotas de trabajadoras domésticas que las habían marcado (para bien y para mal). También cuando veían que conocía un poco del tema me consideraban un abogado que las podía ayudar para ver si estaban haciendo mal o bien las cosas. Pero más que la anécdota lo interesante estaba en la manera como se posicionaban ante la alteridad de una persona de otro sector social, con quienes establecen una relación muchas veces de confianza y hasta de intimidad. La frase “como de la familia” aparecía en los discursos de los empleadores como una manera de diferenciar un “tipo” de relación que supuestamente ellos ubicaban como más rígida, laboral, contractual, fría, con una en donde habían otras compensaciones, favores y reciprocidades e juego. Por ello ello no me parecía interesante leer en este “como de la familia” solo una frase que buscaba ocultar una relación de explotación y desigualdad sino la manera que tenían éstos sectores para lidiar con ser empleadores de una trabajadora de otro origen social. Esta expresión podía tener consecuencias negativas en las condiciones laborales de las trabajadoras pero también lo contrario. No es todo blanco o negro. Por eso, también por indagar en las trabajadoras y ver que usaban la misma frase, aunque lo hacían en otro sentido. Para ser sucinto porque daría para más tiempo, en términos bien generales, encontré que las trabajadoras adultas decían que las trataban “como de la familia” para mostrar que habían logrado acceder a un tipo de relación que excedía lo estrictamente laboral, donde las reciprocidades e intercambios habían sobrepasado éste vínculo, algo que les había permitido acceso a recursos de todo tipo así como por ejemplo y esto es muy importante en el servicio doméstico, a la organización de una red de empleadores donde trabajaban a partir de ellas sus hijas, primas, sobrinas o nietas. Las más jóvenes, ven a ésta frase con una cierta desconfianza porque consideran que en cualquier momento se quiebra esa supuesta pertenencia y derechos adquiridos. De alguna manera el “como” aparece en este relato como una hendidura que da cuenta de un acercamiento imposible, algo que en el mismo nombramiento niega la posibilidad de ser realizado. Finalmente, lo que encontré es que la frase pueden convivir aspectos que remiten a la fidelidad, la protección,la confianza y a la pertenencia a la familia pero sin excluir cuando sea necesaria, la referencia a los derechos laborales y sociales que le corresponden. Lo que sí es cierto es que si la trabajadora se considera o los empleadores la piensan “como de la familia” el conflicto o la tensión va a tomar matices mucho más complejos porque ya no se trata solo de dinero, sino de reconocimiento, de acusaciones, de moralidades en juego, algo que muestro en su extremo cuando se generan demandas judiciales.
Las trabajadoras domésticas ven, tocan, escuchan y respiran el mundo material y emocional de sus empleadores. Hijos,... Publicado por SAntiago Canevaro en Martes, 6 de abril de 2021
-¿Cómo describirías la realidad del trabajo doméstico en Argentina en relación a lo que ocurre en otros países? ¿Hay lugares donde el trabajo doméstico está menos naturalizado que en nuestro país?
-La realidad del trabajo doméstico en Argentina se modificó mucho a partir de la sanción de la ley para trabajadores de casas particulares en 2013. Sin embargo, sigue siendo muy baja la regularización, cercana al 30%. En países llamados centrales es menos común contar con trabajadoras domésticas, en parte y grosso modo porque el Estado es quien resuelve la organización de los cuidados de esos hogares vía una multiplicidad de políticas públicas que en Argentina no tenemos. Aquí hay una combinación de ausencia o mínima presencia de políticas públicas que garanticen un sistema de guarderías públicas, licencias extendidas por maternidad, embarazo, etc y por el otro hay una “cultura” de contar con trabajadoras domésticas en los hogares de sectores medios y altos que se vincula con un mercado laboral precarizado y desvalorizado en general, en donde las tareas vinculadas con el trabajo doméstico remunerado están altamente desvalorizadas social y materialmente. A ello obviamente se le suma que quienes son las que se desempeñan en este sector son en general mujeres de sectores populares que no tienen oportunidades laborales sostenidas en el tiempo en otros ámbitos.
Un ámbito difícil de regularizar
-Una de las principales problemáticas en relación al trabajo doméstico es el altísimo nivel de informalidad ¿Se puede revertir esta situación o es un emergente más de una situación que atraviesa a muchos sectores?
-La informalidad en el trabajo doméstico tiene que ver con que es una actividad que se desarrolla dentro de un hogar, donde es casi imposible la fiscalización. Asimismo, también digámoslo así es parte de un problema “cultural” vinculado con el anterior, y se refiere a que los empleadores consideran que quien concurre a sus hogares vienen a “ayudarlos” y por lo tanto no necesita de un salario digno ni de una formalización adecuada. La situación de informalidad que tenía el sector era de alrededor del 5% antes del año 2013 y pasó a ser más del 30% en estos años. Este cambio enorme en lo cuantitativo no se corresponde con que siga siendo un ámbito muy difícil de regularizar. No obstante, en numerosas investigaciones se ha demostrado que la nueva ley se constituyó en un horizonte normativo/piso del que parten trabajadoras y empleadores cuando inician la relación laboral. Claramente esto no es igual en todo el país porque de hecho solo CABA tiene un Tribunal de Trabajadoras de Casas Particulares, ámbito clave en la construcción de derechos para las trabajadoras. En relación con el mercado de trabajo en general es claro que el servicio doméstico está en un nivel menor al del resto de las actividades laborales. Pero también es cierto que los empleadores no viven en Noruega y muchos de ellos no cobran sus salarios con aportes y demás, con lo que también hay que contextuar el problema si queremos realmente comprender la dinámica del mercado laboral en general.
-La precariedad del trabajo doméstico se relaciona con otras problemáticas, como la desigualdad de género, el trabajo informal y hasta la situación de los inmigrantes ¿Cómo se podría hacer desde la órbita estatal para empezar a regular algunas de estas cuestiones?
-La desvalorización del trabajo doméstico cruza varias dimensiones, tanto en término del género de quienes la realizan, de la poca relevancia en términos monetarios que se le da a la tarea en general así como la condición migratoria del universo de trabajadoras. Hasta la sanción de la nueva ley de migraciones en 2003 la situación de las trabajadoras migrantes era muy precaria y reproducía una situación de desigualdad ya que las trabajadoras al no estar regularizadas no podían contar con una formalización en sus trabajos. Esto era parte de un círculo vicioso que llevaba a que los salarios y las condiciones laborales sean peores para quienes venían de países de la región a trabajar en el servicio doméstico.
La combinación de la nueva ley de migraciones y la regulación del sector de trabajadoras de casas particulares en 2013 implicó una mejora en las condiciones laborales del sector. Me parece que una buena medida podría ser lograr mejorar las condiciones laborales e ingresos monetarios creando una comisión salarial que funcione realmente otorgando salarios más justos para el grueso de las trabajadoras. También se debe agudizar la eficacia y la eficiencia del sistema de regulación para el sector en donde sin perder de vista que el horizonte debe ser siempre el de crear conciencia del rol de los empleadores y las trabajadoras en sus obligaciones y responsabilidades. Algo que a veces se vuelve difusa en un ámbito como el hogar, donde el Estado no puede ingresar, por lo cual toda la “gestión” laboral queda supeditada a la voluntad de las partes.