“Alrededor de Otelo”, versión de Elsa Ghio.
“Alrededor de Otelo”, versión de Elsa Ghio.
Roberto Schneider
Julio Beltzer es, nadie puede dudarlo, un nombre grande en las artes teatrales, en la educación y en la cultura santafesinas. Su permanente labor en el campo teatral y en artes vinculadas con el mismo lo ratifican. Y es, también, un gran conversador. La charla le gusta mucho; el monólogo también. Como en este 2012, a punto de finalizar, su grupo Teatro Taller celebró los treinta años de existencia, lo invitamos para tratar de analizar los porqués de la permanencia en la actividad y un itinerario por la misma. Intentar realizar una síntesis de treinta años de trabajo en algunas líneas es una tarea sumamente ardua. Pero “París bien vale una misa” reza el dicho. Y Santa Fe no es París, pero en el marco de las ciudades capitales de provincias argentinas siempre, o casi siempre, ha brillado por su quehacer cultural y artístico. Una de sus expresiones más significativas fue y es el teatro. “Yo comencé a estudiar teatro en una biblioteca del sur de la ciudad, la Mitre, allá por el ‘70. Y en el principio de esa década todavía y con mucha fuerza se escuchaban los ecos de la explosión sesentista y su influencia llegó hasta aproximadamente el ‘76, cuando con el golpe y la dictadura todo se cayó a pedazos y a partir de allí sobrevino el silencio, la oscuridad y el trabajo a escondidas”. En esa década como actor aprendió lo básico -la disciplina, la entrega y el amor por el teatro independiente- trabajando con 5 espectadores, haciendo de máxima 2 ó 3 funciones, generando permanentemente recursos para poder producir los espectáculos. “En el ‘78 nos animamos a crear nuestro primer grupo con Daniel Machado y Alicia Acosta, y a adaptar nada más ni nada menos que ‘Fin de partida’, de Samuel Beckett, cruzándolo con textos de André Malraux y material propio. La estrenamos en la Sala Marechal del Municipal, luego de pasar el control de la Side. En el ‘80, también en la Marechal, montamos ‘En altamar’ con un texto de S. Mrozeck en una temporada inusitada para aquellos tiempos de tres meses de funciones en el que tres náufragos dirimían acerca de quién debía ser comido y por ello se sometían a votaciones”. En aquel montaje, recordamos, el hecho sonoro producido por Juan Mannarino marcó un antes y un después en la escena local. En el ‘81, con el ánimo y la irreverencia de los años que tenían entonces, abordaron y pusieron en escena un Grand Guignol -“Strip-tease bajo cero”- del Magic Circus, con actores y muñecos realizando las funciones en la Sala de Ensayos del Municipal, en pleno verano. Vale aclarar que este espacio fue la única vez en la historia del Teatro Municipal que se usó como sala teatral. El andamiaje Beltzer se detiene en todos esos datos, porque considera que son parte de los antecedentes, el andamiaje, para la creación -en un local alquilado en el que también funcionaba una librería- de Teatro Taller. “Esto fue el 2 de abril de 1982. Parece una ironía. Un mal chiste. Pero no. Empezamos el 2 de abril de 1982 y todavía estamos, estoy. Estamos con Elsa Ghio, con quien compartimos la vida y el teatro hace 32 años y con los diferentes actores que integran las distintas propuestas. Continuando”. El primer montaje del grupo fue “El comedor de pecados”, una obra de autoría beltzeriana que escribió a partir de un mediometraje emitido por televisión. El argumento era verdaderamente esclarecedor: un joven en el Medioevo debía extraer los pecados de su señor feudal y llevárselos con él. Más aún: debía, sobre el final de la historia cargar con los pecados de su propio padre que estaba muriendo. “Creo que tanto la historia como la puesta marcaron la línea de inicio de la búsqueda estética del grupo. Su sello. Su marca. Y más allá de las discusiones el texto en teatro es contexto y de una u otra manera da cuenta de la historia de una cultura. La búsqueda La búsqueda de Teatro Taller siempre incluyó la dramaturgia del director y de los actores (noción que aún en aquellos días de inicio del grupo casi no circulaba en los ambientes teatrales santafesinos). Asimismo, trabajó desde su inicio apoyándose en la noción de taller como construcción permanente de objetos estéticos y de formación y aprendizajes constantes de los actores participantes. Con esta impronta y este entusiasmo, T.T. produjo, en 1984, 3 montajes: “Anacleto Morones”, con adaptación de Julio Beltzer y Elsa Ghio del cuento homónimo de Juan Rulfo; “Descripción de un paisaje”, de J. Benet i Jornet, con un primer texto respetado a rajatablas. Y ahí estuvo el desafío para el grupo. Esta experiencia se realizó en la vieja Biblioteca Cosmopolita, actual parte del Foro Cultural de la UNL, y por último, “La invasión de la caja luminosa”, de Carlos Klein, única obra infantil que escribió y montó el grupo. Luego de una temporada con mucha asistencia de público en la Sala Marechal, en el ‘85 se da el primer reconocimiento a nivel nacional por la obra “De dioses, hombrecitos y policías”, con adaptación para teatro de Beltzer y Ghio de la novela homónima de Humberto Costantini. “En 1986 estrenamos un cuento policial, un material sumamente complicado de llevar al teatro, en la Sala Marechal: ‘La loca y el relato del crimen’, que adaptamos con Elsa sobre la base del cuento homónimo de Ricardo Piglia”. Con “Los padecimientos del Sr. Mockinpott”, adaptación también de los esposos Beltzer de la obra de Peter Weiss en 1987, se realiza una primera temporada en la Marechal. La segunda se presenta “inaugurando nuestra sala (en la emblemática esquina de Urquiza y Catamarca). Creo que vale aclarar que este emprendimiento fue realizado de manera totalmente independiente y no existían en ese momento entidades estatales o privadas que sostuvieran de alguna manera la actividad artística”. Dos goles En el ‘89 se realizaron dos espectáculos altamente significativos para el grupo: “La malasangre”, de Griselda Gambaro, y “Aiaiay” de Enrique Butti. La primera fue el único espectáculo dirigido por Elsa Ghio, inaugurando junto con otras mujeres de la ciudad el acceso a un lugar tradicionalmente destinado a los hombres. Es importante mencionar que la puesta fue muy elogiada y este hecho también le confirió una singularidad a T.T. Respecto de la obra de Butti, la puesta en escena tomó con carácter performático la casa del grupo y propuso un juego de interacción con el público, no muchas veces visto hasta entonces en el medio. El mismo concepto se trabajó con Gambaro, aunque con un material textual muy distinto. Otra vez en ese marco los textos y los contextos interactúan fuertemente. Y “La Rosa” Junto con la publicación del libro y el premio recibido por el Fondo Nacional de las Artes, en 1990 se estrenó “La Rosa”, texto del propio Beltzer, que surgió de un taller de dramaturgia con Ricardo Monti, organizado por el Foro de la UNL. El texto está basado en un crimen ocurrido en Santa Fe, allá por los ‘50. Y no es casual porque si uno se toma el trabajo de revisar los títulos de las obras realizadas, sin dudas va a encontrar ejes redundantes que “desde la dirección y la autoría, manifiestan mis preocupaciones, mis obsesiones y, sin dudas también la de los actores, a quienes agradeceré eternamente, porque pusieron su cuerpo, sus fantasías, emociones, sus sueños...”. Después, en el ‘91 vino “Madame o la cortina de abalorios”, de Ricardo Monti, “otro texto en el que respetamos hasta la última coma. Posiblemente, viéndolo en perspectiva como proceso, pienso que cada tanto necesitamos reacomodarnos en el límite de un texto ya escrito, para luego volver a arriesgar desde las propias palabras”. El mismo año montaron “Las tres hermanas”, de Chéjov, con adaptación de Elsa Ghio y Julio Beltzer. Esta propuesta fue muy singular tanto por la versión textual como por la puesta en escena. Literalmente en este caso “tomamos la casa”, ocupando todos los espacios del lugar para luego de la temporada partir. Como las hermanas. A buscar lugares donde plantear nuestros siguientes montajes”. Poesía en escena En el ‘92, llegó “La tempestad”, adaptación de Ghio y Beltzer de la obra de W. Shakespeare, en el Centro Cultural Provincial y, a partir de 1996, “un período de ‘ocupación’ de la querida Casa de la Cultura, en Bv. Gálvez y Güemes. Más precisamente, del Sótano de la Casa de la Cultura. La primera producción Asunción’, de Ricardo Monti. Esta obra lírico-dramática fue abordada tomando como andamiaje fundamental, como en algunas experiencias anteriores, al material textual, sin cambiar absolutamente ni una palabra. En 1997 continuaron en el Sótano, pero con un dispositivo que integraba los altos del edificio y el patio, con una exigente cercanía de los espectadores al espacio escénico de la historia: “Telarañas” de Tato Pavlovsky. Historia cruel, absurda y despiadada que toma como célula argumental a una típica familia argentina, que bien puede contextuarse en los años duros de nuestro país. Un secreto compartido “El secreto de la luna”, de pluma beltzeriana, se estrenó en marzo de 1999. Esto ocurrió luego del premio que el texto dramático obtuvo, otorgado por el Instituto Nacional de Teatro en el Primer Concurso de Obras a nivel nacional que se organizó en el período democrático. Tras el estreno, llegó el suceso de crítica y público para presentarse después en el Teatro Nacional Cervantes y varias provincias argentinas (Chaco, Misiones, entre otras). En 2005, “ ‘El secreto...’ se estrenó en Caracas, con posibilidades de realizarla en España. Creo que todo este recorrido con un texto -que habla de cuestiones muy nuestras, basándose en el mito del lobizón- amplía el nombre del grupo de un modo maravilloso e impensado”. En el 2001 comenzó, como extensión de los trabajos de T.T., a experimentar como director en el entrecruzamiento de los lenguajes del teatro y de la danza. Surgió como emprendimiento “El territorio de la res” del Grupo RES, “en el que cubro el rol de director asistente en el curso de ese año de búsqueda. ‘Mi querida’, de Gambaro, es la vuelta al abordaje, de manera estricta, de un texto dramático que se realizó sin ninguna modificación en el lenguaje verbal. Fue una propuesta escénica unipersonal, la única realizada por el grupo hasta este momento”. Del bardo Teatro Taller, en coproducción con el grupo Exit estrenó “Alrededor de Otelo”, una versión de Elsa Ghio de “Otelo”, de Shakespeare, en octubre de 2005 en La Tramoya. En este caso, lo nuevo fue la re-escritura del texto original, reduciendo el número de personajes y reorganizando la totalidad de la trama desde la perspectiva de Yago y Emilia. En la temporada 2006, el grupo presentó “El último rastro”, de Julio Beltzer. La obra fue resultado de un taller de dramaturgia realizado con Mauricio Kartun por una beca obtenida a través del INT. El texto fue publicado por A.A. de Actores junto con otros dramaturgos en el volumen dedicado a la Región Litoral Argentino. “Pastore El Posludio”, en 2008, con autoría y dirección de Beltzer, fue el segundo unipersonal de T.T., que tomó como base textual al personaje de Pastore, de la obra “Stéfano” de Discépolo. La indagación estuvo planteada en relación con el uso del cocoliche y su vigencia como modo de expresión oral en la actualidad. “Estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia”, en 2010, de Jean Luc Lagarce, fue posiblemente “el trabajo más estricto bajo mi dirección en el grupo, en cuanto a lo que se refiere a ser fiel a un texto. Este espectáculo es, en gran medida, una resultante de las experiencias de trabajo realizadas en los seminarios de Puesta en Escena de Rubén Szuchmacher. Con “Boceto para teatro I” de Samuel Beckett, “recuperamos con T.T. la buena costumbre de proponernos un riesgo mayor. Se realizó una versión tomándonos algunas ‘libertades’ con el texto, tal como habíamos hecho, allá por el ‘78, con ‘Final de partida’, y se eligió un espacio teatral -pequeño y exigente por la cercanía permanente de los dos actores en juego y el público”. Se estrenó en diciembre de 2010 y siguió hasta 2011. Finalmente, con uno de los talleres de formación actoral del grupo, ofrecieron con excelentes resultados “Arrabaleras” (mujeres que trabajan), de Mónica Cabrera; siete monólogos de la autora que están contenidos en un contexto común. Se encuentra en preparación con el grupo más avanzado un texto propio que demandó un largo proceso de escritura, alrededor de 10 años, y que recién ahora sale a la luz y que se llama “Hombre quieto”. No tanto como Julio Beltzer que, como se advierte, realiza una incesante labor en el campo del teatro y de la cultura.
“El último rastro”, de Julio Beltzer.
“Aiaiay”, de Enrique Butti. Fotos: Archivo El Litoral
“Telarañas”, de Tato Pavlovsky”.
Julio Beltzer, el incansable hombre de teatro.
“El secreto de la luna”, de Julio Beltzer.
“Asunción”, de Ricardo Monti.