A mediados de año, Juanjo Conti publicó “Las lagunas”, obra finalista del Concurso Regional de Nouvelle organizado por la Editorial Municipal de Rosario. El autor afincado en Santa Fe ya había publicado tres libros de cuentos (“Santa Furia”, “La prueba del dulce de leche” y “Carne de dioses”), una novela (“Xolopes”, a través de Automágica) y lanzará esta semana “Las iteraciones” (Contramar Editora). En diálogo con El Litoral, Conti desglosó la obra, habló del vínculo entre la literatura y su formación como ingeniero en Sistemas de Información y adelantó algunos pasos de un año movido.
El final es en donde partí
“El domingo 12 de enero de 2014 me desperté con una imagen en la cabeza. Era la escena final de la novela”. Ahí, en el desenlace, Juanjo ubica el germen de “Las lagunas”. “Ese mismo día escribí doce capítulos de no más de un párrafo. Seguí trabajando en el archivo con cierta regularidad hasta el 24 de marzo de ese año”. En junio de 2017, comenzó a operar el rescate de la obra, con el objetivo inicial de presentarlo en un concurso. “Por supuesto, no gané”, completa el escritor pellegrinense.
“Más adelante, llevé el texto al taller de Fran Bitar. Lo leímos con algunos compañeros y empezamos a detectar huecos. No en la historia en sí, más bien en el contexto. Necesitaba elementos que lo sostengan”. A partir de algunos desplazamientos, se fue aclarando el panorama. Surgió el personaje de la oficial Dana Carrique, que llega desde otra localidad para ocuparse del caso. Y así, siguiéndole los pasos a su investigación, escribí los capítulos que faltaban. En la etapa final, la del montaje, se hizo evidente el peso similar entre ambas historias y la estructura simétrica se presentó como la más bella y simple. Como en las Matemáticas, la solución más simple suele ser la que se prefiere”.
En febrero de 2018, Juanjo se decidió a enviar el material a un concurso organizado por la Editorial Municipal de Rosario, luego de trabajarlo intensamente en el taller. Dos meses después, recibió la noticia de que era uno de los finalistas y tenían intenciones de publicar la novela. “Volví al texto recién en febrero de este año cuando recibí sus devoluciones y sugerencias. Trabajamos un mes más con bastante intensidad, con idas y vueltas muy enriquecedoras, y en marzo por fin entró a imprenta”.
Hasta la experiencia “Xolopes”, la incursión de Juanjo en la escritura de ficción se encaminaba exclusivamente hacia la producción de cuentos. Pero, algo pasó para que tomara forma un nuevo objetivo: terminar una novela. “Para conseguirlo hice algunas trampas, como escribir una novela coral y canibalizar algunos de mis relatos. ‘Xolopes’ es una novela con mucho aire. Está dividida en ciento treinta y siete partes; la más larga tiene un par de páginas y la más corta, una línea. Si contamos las palabras, ‘Las lagunas’ le gana a ‘Xolopes’. Sin embargo, en el primer caso, hablamos de nouvelle o novela corta y en el segundo, de novela a secas. Creo que es por una cuestión de expectativa y de cómo se le presenta el texto al lector”. El libro publicado por EMR funciona como una nouvelle “a lo Piglia”, para quien la longitud acotada está dada por un secreto no revelado. Descifrarlo, implicaría tener que escribir una novela para desarrollar todas las relaciones entre esas distintas versiones.
“Las lagunas” articula dos historias, que a medida que avanza la trama, se entrecruzan. Recuerda Conti que “primero se escribió la parte del niño Matías Migliorati y luego la de la oficial de policía Dana Carrique. A la hora de intercalarlas, la mayoría de los capítulos tenían partes móviles (objetos u acciones no determinantes para la trama) con las que podía jugar para lograr que las transiciones sean suaves y que haya cierta resonancia entre ellas”. Consultado por el tratamiento del material a fin de lograr suspenso, reconoce que “hay que administrar la información que se le va dando al lector. Creo, que en este caso se da (esto es más común en los cuentos) que la última oración resignifica todo lo que leíste hasta ese punto”.
“Me fui de Carlos Pellegrini cuando terminé el secundario. Al principio, volvía cada dos semanas, pero después esa frecuencia se fue espaciando. A la hora de escribir la novela, no necesité volver al pueblo. No me impuse ser riguroso con el nombre de las calles o la ubicación del bar que aparece como una de las locaciones. La historia no transcurre en el pueblo real que está sobre la Ruta 13, sino en una versión posible de ese pueblo. La versión que vive en mi memoria y vuelvo a visitar cuando lo evoco. En un capítulo de la primera temporada de ‘True Detective’, los protagonistas están en un lugar y uno dice: ‘Este pueblo es como el recuerdo de alguien de un pueblo’. Es algo así como funciona”.
Está claro que para Juanjo existieron operaciones emotivas e intelectuales a la hora de “volver al pago”. “Volví a más personas que a lugares”, destaca el mismo escritor que suele tematizar la amistad en la infancia, entendiendo que “escribir es una forma de evocar a los amigos” de esa época de formación. Para ello, compara el método con el de Rafael en La Escuela de Atenas, al detallar que “hice como esos pintores que se agregaban a un costado en sus cuadros. Por ejemplo, sumé a mis papás a sus cuarenta años”. En cuanto a la construcción de los lugares clave, Conti apeló a diversas fuentes: recuerdos “de amigos que se aventuraban en excursiones de pesca y caza, en las lagunas o en los montes”; “historias que había oído”; y al “imaginario colectivo de lo que es un pueblo en el interior de la provincia de Santa Fe”. Y agrega: “para lo único que hice algo parecido a una investigación consciente, fue para la parte del matadero. Leí varios manuales y miré videos institucionales en Internet”.
“Las lagunas” funciona como “un cruce entre los géneros policial y ciencia ficción”, pero como observa más adelante su autor, “el género es siempre una clave de lectura”. Por eso, “me gusta que sea enfocada desde distintos ángulos. De seguro, las escenas de un niño que vive en un pueblo chico permiten un juego con el terror. Para mí, no había mayor terror que tener que volver caminando a mi casa en una noche cerrada y pasar frente a donde vivían unos perros que, a mis ojos, eran bestias feroces. Más de una vez corrí esa última cuadra. El pueblo y el campo permiten evocar miedos distintos de los de las historias de terror que se pueden dar en una ciudad. En realidad, cualquier escenario es propicio para el terror, en especial, si lo miramos desde la óptica de un niño”.
La obra deja leer otras referencias como “Mi planta de naranja lima” (“libro que leí cuando tenía la edad de Matías Migliorati”) y lecturas sugeridas en el taller, como “De ganados y de hombres” (Ana Paula Maia), “Adiós, muñeca” (Raymond Chandler) y “La casa de los eucaliptos” (Luciano Lamberti). Pero, además, intervienen discursos de otras disciplinas en la hechura del texto: “El lenguaje audiovisual, que afecta variables como la velocidad en la narración, se filtra tanto como la música que escucho, el software que uso o las noticias que leo. Aprovecho todos los estímulos que me llegan como materia prima para la escritura”. Y remata: “Ahora, si me preguntás si me la imagino como serie o película, te tengo que decir que sí. Tengo en la cabeza todas las imágenes. Cuando escribo, intento dibujar en la mente del lector y para lograrlo, tengo que hacerlo antes en la mía”.
“Luego de los primeros dos libros de cuentos, tuve la necesidad de tener mayor control sobre el objeto libro que aparecía después de que yo entregaba mi archivo a un editor o un imprentero. Entonces usé mi habilidad como programador para escribir un programa de maquetación automática. Un software que reciba como entrada un manuscrito y produzca como salida un archivo listo para ser enviado a imprenta. Con Automágica publiqué cuatro libros míos y dos de otros autores. Esta es la primera retroalimentación posible, la más fácil o primogénita, un enfoque utilitarista.
Pero hay otra retroalimentación que me interesa más y que estoy pudiendo poner en práctica en mis últimos proyectos. Es lo que Guillermo Martínez llama ‘ampliación del campo de batalla’: la incorporación a la esfera de lo literario de registros y temas que no han sido tratados hasta ahora.
En estos momentos, estoy trabajando en un libro de no ficción que se titulará “Una historia del software”. También estoy revisando la novela “Las iteraciones” (NdR: recientemente publicada por Contramar), en la que los protagonistas son un grupo de hackers, y escribiendo una serie de relatos sobre la temática de la programación”.