El 1° de abril se estrenará en Netflix “Apollo 10½”, la nueva película de Richard Linklater. Sobre la base de su propia niñez, el director usa las tecnologías de la animación para reconstruir los ‘60. La gesta de los astronautas que llegaron a la luna se mezcla con la aventura de un niño de 9 años.
Netflix El nuevo trabajo de Linklater se define como una aventura de la era espacial en el contexto de la misión lunar Apolo de 1969 e inspirada en la infancia del director .
“El rechazo definitivo a la estructura de Hollywood es ver el tiempo pasar”, afirmó una vez Richard Linklater. Y, en cierto modo, esa premisa sirve para considerar el rasgo autoral que poseen sus películas más personales. No es aplicable a todas, pero sí a las que hoy todavía perviven como su mejor legado. Es que el director parece más preocupado por demostrar cómo los dispositivos del cine sirven para reflejar esos momentos pequeños, capaces de sellar el curso de una vida y no solo las grandes historias. Como ejemplos: la despedida en el tren de Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy), al final de “Antes del amanecer” o la partida de Mason (Ellar Coltrane) a la universidad en “Boyhood”. La carga emocional de ambas secuencias es inabordable, pero Linklater las plasma, acertadamente, de un modo austero.
El nuevo trabajo que escribió y dirigió el director se podrá ver en la plataforma Netflix a partir del próximo 1° de abril. El título es “Apollo 10 1/2: A Space Age Adventure”. El film toma como punto de apoyo la historia del Apolo 11 que terminó con el hombre en la Luna en 1969, pero se inspira sobre todo en la infancia del propio director, quien tenía 9 años cuando se produjo este hecho clave para la historia de la humanidad. Así, la película unirá dos perspectivas: la de los astronautas que concretaron la misión y la de un niño que asiste maravillado a los hechos que ocurren cerca de su casa y se embarca en una aventura. Todo esto, a través de una combinación de dibujos a mano con imágenes generadas por computadora.
La mirada de un autor
Luego de filmar una serie de cortometrajes donde plasmó algunas de sus inquietudes frente al medio cinematográfico, Linklater alcanzó mayor consideración con “Slacker” (1990). En esta película experimental, no hace mucho más que recorrer, cámara en mano, la ciudad de Austin (Texas) a lo largo de un día. Con este recurso, exhibe una galería de personajes que incluye tanto a músicos como a delincuentes, intelectuales y gente de la calle. “Slacker” obtuvo cierta repercusión en festivales de cine independientes, demuestra la búsqueda de nuevas formas narrativas y la premisa de que se puede, desde el cine, deambular sin una dirección prefijada.
“Rebeldes y confundidos”, que se estrenó en 1993, lo ratificó como un artista con inquietudes definidas, capaz de defender su mirada particular. En esta comedia, con un claro espíritu satírico, Linklater muestra el último día de clases en un instituto, hacia finales de los ‘70. Hay una fiesta con algún que otro exceso, que el director utiliza para evocar el color de una época y mostrar las relaciones entre esos personajes que están a punto de comenzar una nueva etapa vital. En este sentido, “Rebeldes y confundidos” remite a “American Graffiti”, de George Lucas, que se filmó en 1973 con la mirada puesta en los ‘50, también con una visión entre nostálgica y mordaz. La sensación de cambio de época está a flor de piel.
Trilogía sobre el amor
Cuando rodó “Antes del amanecer” (1995), Linklater puso de manifiesto una de las ideas que se reiteran en sus películas, respecto al viaje sin un rumbo definido o prefijado, por el placer mismo. La película, simple en apariencia, narra el encuentro casual entre una estudiante francesa y un estadounidense que deambula por Europa tras pelearse con su novia. Durante una noche, los dos veinteañeros pasean por las calles de Viena y simplemente charlan sobre cosas de la vida y disfrutan de poder conocerse.
La empatía de los actores (Ethan Hawke y Julie Delpy) y la capacidad del director para sugerir los profundos cambios internos que se producen en esos personajes luego de su cruce, hizo de “Antes del amanecer” un ícono de los ‘90, que conectó con los interrogantes de fines del siglo XX. Y llevó a Linklater, en un ejercicio cinematográfico pocas veces repetido, a retomar el devenir de estos personajes en dos películas más: “Antes del atardecer” (2004) y “Antes de la medianoche” (2013). Juntas, las tres películas son un reflejo sobre cómo los lazos van cambiando en las distintas etapas de la vida. Hay que remontarse a Francois Truffaut y sus películas con Jean-Pierre Léaud como Antoine Doinel para encontrar una iniciativa similar.
Trozos de vida
“SubUrbia” (1996), “La pandilla Newton” (1998) y “Escuela de rock” (2003) y “Orson Welles y yo” (2008) comparten cierta mirada nostálgica relacionada con los sueños y las esperanzas juveniles y el modo en que se transforman con el tiempo, a pesar de estar construidas a partir de los códigos de géneros diferentes como la comedia, el drama, el western y el biopic. Pero la obra más ambiciosa de Linklater luego de la mencionada trilogía, es “Boyhood” (2014), asombroso ejercicio audiovisual que recorre una década en la vida de Mason (interpretado por Ellar Coltrane), desde su infancia hasta su adolescencia. Para lograr una mayor verosimilitud, el director inició la filmación de la película en el verano de 2002 y la finalizó en 2013, de modo que el actor creció a la par del personaje que encarnó.
“Boyhood”, que obtuvo un amplio reconocimiento por parte de la crítica y el público que se tradujo en varias nominaciones a los Oscar y los Globos de Oro, es una radiografía precisa y sensible sobre la gesta cotidiana de personas comunes y corrientes. El espectador no puede menos que identificarse con lo que observa en la pantalla, un reflejo de la agridulce de la vida. Tal como señaló el crítico Javier Porta Fouz, el director “impone su verdad, su calidez, su confianza en el cine como la mejor manera de acercarnos a otras vidas, a otras maneras de habitar, sufrir y disfrutar el tiempo”.
En su nueva película, que estará disponible a partir de abril, Linklater propone nuevamente (ahora a través de la búsqueda en otros terrenos estéticos relacionados con la animación, sobre los que ya profundizó en “Waking Life” de 2001 y “A Scanner Darkly”, de 2006) una revisión sobre el paso del tiempo. Esta vez, a partir de sus propios recuerdos sobre un hecho que, al a vez, forma parte de la memoria colectiva como la llegada del hombre a la Luna. De lo particular, a lo general.