Se presentó una obra de teatro: “Las viejas”. Comprende varias sorpresas su sola existencia. Además un deseo: ojalá la vean en muchos sitios del país.
Se presentó una obra de teatro: “Las viejas”. Comprende varias sorpresas su sola existencia. Además un deseo: ojalá la vean en muchos sitios del país.
Un teatro, La Comedia, refrigerado y bien delimitado (acomodadoras, piso limpio, todo cuidado, no parece un teatro estatal) para una obra con escenografía sin remiendos, luces en existencia pareja, micrófonos ambientales y los individuales con algunas imperfecciones en la ecualización pero excelentes, un vestuario que era el necesario y ayudó a la obra y tres actuaciones sin fisuras (María Franchi, Verónica Leal y Vicky Olgado. También trabaja José Pierini con un ingrato destino, partiquino de las tres actrices).
“Las viejas” dispara a la platea con evocaciones de tías, primas, abuelas, madres y demás deudos y confronta con la realidad nacional (Rosario es parte) del cómo, dónde y cuándo de la vejez. Abundemos: son tres viejas.
El texto apunta a glorias del espectáculo, con unas referencias obvias a Olinda Bozán y Mecha Ortiz. Cómo es el presente de viejas actrices. Daniel Feliú es el autor.
La obra, su texto, afortunadamente es una obra de texto, se liberó, no sigue la suicida inclinación que proponía María de los Ángeles González sobre la creación colectiva como el eje del teatro contemporáneo.
Muchos de los espectadores pueden tener referencias de aquellas actrices y su gloria, pero al texto no le quita ni le pone que sus nombres estén disimulados (Olinda Bozán es Olinda Bazán, por ejemplo) porque la sustancia de la que se nutren los diálogos refiere a la nostalgia, la memoria que se aferra a los sucesos que quiere recordar y la contradicción entre aquellos modos usos y costumbres y estos “folkways”, tan diferentes. Detalle ineludible: la obra pega un vuelco cuando aparece la tercera actriz, protagonizada por la señorita Vicky Olgado. Acierto del disparo sobre un texto que estaba cerrándose en si mismo.
Eli Chinoy escribió un fenomenal ensayo sobre el condicionamiento de los detalles que definen las épocas (la conducta humana es siempre en relación a...) y Lukács consolidó: “el criterio estético lo decide la clase dominante”.
El texto de Feliu está ahí. Había que interpretarlo y alguien debía dirigir. Ambas cuestiones tienen resolución favorable. No aparecen fisuras.
Hace dos semanas, no más que eso, en una comunicación al aire que realizamos con Enrique Pesoa, “el Quique”, para su programa y para el que conduzco, donde el juego es “...hablemos, ya veremos de qué...”, me preguntó si no sentía, advertía que ya no servía para conducir programas de radio y que a veces él se encuentra en tal situación.
Cualquiera que haya trabajado o trabaje sin libreto en radio, televisión, teatro, sabe que esa impronta define y algo de adentro se escapa siempre, no hay engaños en los programas de años y años... Que la vida está en seguir. Es tan fácil de entender.
Con los muchos años eso, comprender, entendí que no debo engañarme y no lo hago, que siempre sostengo en los escenarios el tal y como se es debajo, único bastón sin quebrantos. No trae más audiencia, quita fantasmas de una personalidad inexistente. Así llegué a esta edad súper adulta trabajando y sostengo: la obra pega en el plexo.
Interrogado por “Quique” y sus dudas sobre seguir trabajando y hasta cuando le advertí (me advertí, nadie habla para los demás) que las respuestas vienen de adentro. Ese impulso no se cierra. La obra toca a todos, algunos estamos más cerca. La comunicación con la platea es instantánea y ése es un fenómeno a destacar.
Las condicionantes devienen de un punto: el comercio. La venta. Poner una obra de teatro en un escenario cuesta dinero. El juego de Moebius aparece: en La Comedia son jóvenes haciendo de viejas, que retuercen el mensaje: no somos viejas, simplemente no nos llaman y por eso nos convierten en viejas usando la palabra como sujeto descalificador. No hay panfleto, hay mensaje.
Rescatemos el plus que aparece. El juego escénico es de alto valor, las marcaciones de los actores (tarea del director) es impecable y el texto sostiene (insisto, no hace falta la referencia a glorias verdaderas, ni le quita ni le pone, excepto que así el autor se sienta más cómodo) una línea que lleva y lleva.
Tal vez el director, Hernán Peña, debería indicarles que la obra, por tener gags visuales, gestuales, por tener textos con alta comicidad, por conjugarlos, obligaría a los actores a un “tempo” con “minuendos”, un “ma non troppo” para que se entiendan y disfruten más.
Amores y desamores. La obra de Billy Wilder (“Sunset Boulevard” o “El Ocaso de una vida”) con Gloria Swanson es un eje ineludible. En algún momento pensé que aparecería eso, la alegoría de lo inatajable: todo tiempo pasado fue mejor, pero el autor, Feliu, elige la comicidad, el retruécano. Subyace, claro está, y mejor: ni aburre ni se lagrimea melodramáticamente. Hay, sin embargo, un cierto paso de baile, un uso del personaje masculino, tan sacrificado que apunta a lo esencial: el tiempo que fue. “Es la nostalgia...”.
Toda obra posterior a aquella tiene eso, la posterioridad. El teatro que propone Feliu, que dirige Peña, pone a estas tres mujeres en el sitio correspondiente, el de la pregunta que no se hacen: ¿“cómo vivir en un mundo que se derrumbó”? Eligen vivir alterando el ayer, buscando sus fantasmas y desubicándose. Lo cruel, convertido en machietta, mueve a risa y mejor así.
En “Las viejas” nos miramos en un espejo cruel, muy cruel, que con la risa y el disparate se soporta. Parece un esquicio cómico y mejor así. Pero no estoy ciego, sordo o mudo: es denuncia.
Es cruel, definitivamente patético y en ese patetismo el elogio: una obra de teatro completa, que ojalá perdure; Rosario es tan rara en estas cuestiones. Cubierto los flancos de producción y costos solo cabe recomendarla, para que no se muera lo que oferta. Texto, teatro de texto y bien resuelto.
Atención, algunas miradas distraídas sostienen que es un mensaje pro vejez. No. Es una denuncia de la realidad. No triunfa la vejez, es un deseo moral que va en el meta texto. Recomendación: véanla de nuevo. La calidad actoral se lo merece, la oscuridad conceptual desaparecerá.
Dramaturgia: Daniel Feliu.
Actúan: María Franchi, Verónica Leal, Vicky Olgado y José Pierini.
Diseño de vestuario y caracterización: Ramiro Sorrequieta.
Asistencia de vestuario: Agustina López.
Realización de vestuario: Liza Tanoni, Cintia Pendino, María Carolina Leali, Claudio Benítez y María Alicia Pendido.
Realización de pelucas: Ulises Freire.
Diseño de escenografía: Maxi Arana y Rodrigo Frías.
Realización escenográfica: Equipo del Teatro La Comedia.
Diseño de luces: Equipo del Teatro La Comedia.
Música original y entrenamiento vocal: Vanesa Baccelliere.
Pistas y mundo sonoro: Vanesa Baccelliere y Leandro Maseroni.
Asistencia de dirección: Cielo Pignatta.
Dirección general: Hernán Peña.
Producción general: Teatro La Comedia.
Coproducción: Las Viejas Cooperativa de Teatro.