Viernes 11.3.2022
/Última actualización 10:16
El viernes 1° de abril, Toquinho y Maria Creuza regresan al país para presentar “El Arte del Encuentro” en el Teatro Gran Rex. El show, postergado en 2020 por la pandemia, es una celebración sinfónica de los 50 años de un disco en vivo clave de la música brasileña, grabado en vivo en La Fusa, espacio artístico marplatense. Anticipando el esperado recital, la emblemática cantante de bossa nova, quien asume que “como buena bahiana, me gusta conversar”, dialogó en exclusiva con El Litoral.
—Yo quiero que sea un encuentro, como dice el título. Vamos a tener invitados, contaremos anécdotas y nos reiremos juntos de algunas cosas. El repertorio será lo que están esperando, con alguna novedad. Pero nada fuera de nuestra discografía que nos ayudó a llevar esta profesión hace tanto tiempo. Estamos organizando un sonido sinfónico que es un lujo. Se viene una fusa ampliada muy bonita.
—“El arte del encuentro” es un espectáculo que venían planificando para 2020 y la pandemia obligó a cambiar los planes.
—Fue tremendo. Afectó el equilibrio emocional, nos cortó de golpe lo que estaba planeado. Y tuvimos que parar todo. Además de la preocupación general por lo que sucedía con amigos y personas muy cercanas; todo lo que significó esta pandemia modificó el mundo entero.
Estamos tratando de enfrentarlo. Nuestra profesión es fundamental para alegrar los corazones y distraernos de lo que pasa en el cotidiano. Conozco muchos colegas que hasta hoy no están bien, tratando de sobrevivir en todos los sentidos, inclusive, económico. Fue devastador, realmente.
—En un contexto complicado como el que nos tocó vivir, seguramente fue clave el acompañamiento entre músicos y músicas.
—Estuvimos comunicados, tratando de ayudarnos mutuamente. Si no podía ser de forma presencial, hacíamos encuentros por video o nos mandábamos audios. Menos mal que la tecnología está avanzando. Muchas personas que no son amigos íntimos descubrían cómo comunicarse conmigo por internet. Y yo, que no estoy mucho en las redes porque no tengo paciencia, de vez en cuando veía que alguien me mandaba un video cantando un tema que me gusta y era una reacción muy linda. Me ayudó a descubrir cosas de mí misma que ni me acordaba. Esa cantidad impresionante, sin falsa modestia, de música grabada. Tenemos que ayudarnos. No estar en ese limbo ni estar como desaparecido del mundo. Hay gente que se esconde y yo lo entiendo perfectamente, están muy asustados. Otros se comunican constantemente. Yo soy de estos últimos y espero seguir así hasta que me encuentre con mi gente. Viví muchos años con ustedes, me siento local en Argentina. Y este vínculo no se va a perder nunca. Por eso estoy ansiosa por volver a cantar después de dos años en un escenario. Es impresionante. Terrible. La vida paró. Paró el reloj.
Gentileza prensa D.R—Nos quedamos en Argentina, pero viajamos 52 años atrás. ¿Qué imágenes atesorás de La Fusa?
—Mis mejores recuerdos están ahí. Yo era una chica recién llegada al escenario brasileño -a través de los festivales en los que participé antes de conocer a Vinicius-, con todas las expectativas puestas en mi primera oportunidad de cantar en público en un país nuevo. Fue un incentivo extraordinario haber tenido ese diálogo con otro idioma.
Vinicius era un ser extremadamente generoso. Decía que estaba encantado porque yo, como cantante, tenía “un oído” y hablaba castellano mejor que él… ¡y era la primera vez que estaba en Argentina! (Risas). Fue una suerte, una alegría, un masaje al ego conocer gente de la importancia de (Hamlet) Lima Quintana y Astor Piazzolla. Todo está en mi biografía, claro. Algún día escribiré mis diarios de amor.
—¿Quién es Toquinho para Maria Creuza?
—Tenemos una amistad entrañable que se cultiva para toda la vida. Vamos a estar viejitos y tratando de cantar “Garota de Ipanema”. Es una de las cosas más gratificantes contar con una persona con la que nos conocemos desde chicos. Éramos veinteañeros y empezamos una trayectoria que nos enriquece. Muchas veces tenemos el problema de vivir en lugares diferentes: por ejemplo, yo ahora vivo en Rio y Toquinho está en San Pablo. Últimamente, viajar en avión es una locura, yo prefiero no ir. Nada mejor que mi casa. Pero si tengo que ir lo hago con alegría porque voy a hacer algo. Esa es la paradoja. Con Toquinho siempre tuvimos una identificación. Pasamos meses sin vernos, como ahora, y nos entendemos con una mirada. Por tanta experiencia de vida, de viajes, de anécdotas maravillosas en la época de la juventud. Nuestras idas y venidas como hermanos. Porque nunca fuimos namorados (NdR: novios). Mucha gente preguntaba, se hacía unas fantasías muy interesantes, pero nada. Porque él siempre estaba casado, y yo también. Fuimos hermanos que nos perdimos en la maternidad (risas).
—¿Cómo se fue reconfigurando en ustedes la figura de Vinicius, desde su partida?
—Vinicius siempre estará presente. Tengo un archivo impresionante guardado en mi casa con sus escritos. Es todo lo que significa una persona que vive para siempre. En los libros que leía de vez en cuando, en lo que me acuerdo. Vinicius no se va nunca. Es el recuerdo viviente de una persona que dejó un legado extraordinario como pocos consiguen en la vida. (Con Toquinho) tuvimos que administrar la ausencia física. Pero eran tan fuertes las remembranzas, que nos fuimos fortaleciendo y agradeciendo todos los días la oportunidad de haber conocido a alguien tan intenso y generoso como Vinicius. Son personas especiales que no se repiten fácilmente. Y será la persona más recortada y más importante de nuestra vida profesional. Era mi compadre, el padrino de mi hija; tuvimos una historia personal de amistad completa con la familia. La última hija de Vinicius se llama Maria. Cuando ella nació, yo pregunté si era un homenaje a mí (risas). Y la madre, amorosa, me dijo: “Puede ser, Maria. Porque cuando yo pongo un tema que a ella no le gusta, llora. Ahora, con tres años, me pide para escucharte cantar a vos”. Esas cosas te alimentan, y son para agradecer a Dios. Espero disfrutar siempre de cantar; el escenario es como una terapia… ¡y ahora más! Estar tanto tiempo sin cantar es complicado. Parece que te falta una pierna.
—¿Tenés preferencia por alguna canción en particular, Maria?
—Sí. “Eu sei que vou te amar” fue la primera canción que Vinicius me indicó cuando estábamos preparando el repertorio de La Fusa. Yo no la conocía totalmente. Después, en la grabación del disco, Vinicius recitó del soneto “Fidelidade” una frase que me marcó para siempre: “que [el amor] no sea inmortal, puesto que es llama / pero que sea infinito mientras dure”. La gente se divertía mucho con eso porque el hombre se casó nueve veces. Mientras dure era Vinicius (risas). "Você abusou” por todo lo que significó. La cantó mucha gente: Stevie Wonder, mi querida Celia Cruz. Fue muy fuerte. Y tengo algunas más que todo el mundo me pide siempre que no me olvide. “Samba em preludio”, por ejemplo. Es una extraordinaria canción de Vinicius con Baden Powell. Cuando la canto con Toquinho me transporta. También, “Marcha da Quarta - Feira de Cinzas”. La letra de Vinicius parece escrita ayer, porque dice: “Acabó nuestro carnaval / nadie escucha cantar canciones / Nadie más pasa jugando feliz / y en los corazones anhelos y cenizas fue lo que quedó”. Es muy actual, muy fuerte. Y Vinicius lo escribió hace 50 años. La melodía es de una figura maravillosa, un ícono, Carlos Lyra. Él es uno de los pocos referentes de la bossa nova que sigue con nosotros, como Roberto Menescal. Todas estas canciones nos permiten transportarnos en el tiempo. Nos llevan a un lugar maravilloso. Cantar y masticar esas palabras, esa poesía fantástica de Vinicius es un gran legado.
Gentileza prensa D.R—Volviendo a la autobiografía, ¿en qué etapa se encuentra? ¿Qué fue lo que más te sorprendió de lo que te vas acordando?
—No tenía la información que hoy tengo y mi visión de determinadas cosas es diferente. En aquella época estaba muy ansiosa y con ganas de que todo sucediera rápidamente, pero no se podía adivinar nada. Ahora tengo una mayor capacidad de tolerancia. Eso fue marcando mi vida. Cada vez que escribo, paro un poco para pensar en las personas que valió la pena y en otras que pasaron sin pena ni gloria. Es un equipaje de vida que va juntando una mujer setentona con muchas cosas que decir. También es una historia linda. Tengo una hermosa familia: tres hijos, dos nietas y toda una historia para ellos. Mi legado. Pagué un precio muy alto también. Por estar viajando constantemente, perdía muchos detalles de mis hijos, uno de los problemas que traté con psicólogos para aguantar determinadas necesidades. Pero estuve buscando un equilibrio para poder aceptar cosas que sucedían en mi vida. Sin olvidarme de la gratitud, la inmensa gratitud.
—¿Cómo viviste las épocas de revoluciones culturales y políticas cuando iniciaste tu carrera musical?
—Entre 1969 y 1970 y toda la década, fue bastante complicada. Pero sobrevivimos. Viví, dentro de lo posible, con limitaciones y sustos. Problemas de trabajo, problemas políticos. También con una expectativa muy grande de que todo se solucionara. Algunos se quedaron en el camino y lo lamentamos mucho. Había una generación tan talentosa que hasta el día de hoy son los íconos: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Vinicius de Moraes, Tom Jobim… Fueron los grandes inspiradores. Yo lo viví al lado de ellos, compartiendo el mismo espacio. Siempre consideré que tuve una oportunidad única. Poca gente vivió lo que me tocó a mí. Salí de Bahía, para otro estado como San Pablo y después Río de Janeiro. Siempre tuve una mano, un hombro: desde mi exmarido hasta amigos que aparecieron para verme cantar y me incentivaron. Viajé de un lugar a otro y conocí nuevas culturas, que influenciaron mucho mi visión del mundo. En 1974, fue la primera vez que viajé sola para Japón y gané el segundo lugar como mejor intérprete al cantar “Você abusou”. Un milagro de la música. Fui la precursora y es un orgullo para mí. Pasaron los años. Tenés que matar un león cada día porque aparece mucha gente, muchas modas, y un poco se olvidan de tu trabajo. Siento eso por momentos: hay cosas que la gente olvidó de María Creuza o no le está dando la importancia que debería dar. Pero es natural después de tantos años. Yo tengo esa capacidad de observación que espero no perder. Porque sé que no se puede estar todo el tiempo vigente y que la gente te bese los pies. Esa es una mala costumbre del artista. Yo sobreviví y tengo mucho por decir y cantar. (NdR: Maria frena, para atender a su perrita Matilda. “Está llena de personalidad”, dice de su mascota, que en ese momento le reclama compartir el lugar fresquito).
—Con la historia que te antecede, ¿seguir mirando hacia adelante debe ser hasta un desafío, no?
—Es un desafío. Cantar mejor, modificar algún fraseo, buscar incentivos. Quiero ser bailarina, quiero ser patinadora (ahora que veo las Olimpíadas), quiero cantar de otra manera “Você abusou”. Quiero todo. Pienso que eso me ayuda a sentirme joven por más que esté en el umbral de los 80. El otro día leí una entrevista a Isabel Allende, de quien soy una lectora voraz. Decía que se sentía agradecida por llegar a una edad en la que estás viejo… viejo choto, como dicen ustedes y es una expresión que me encanta (risas). Pero no es mi caso, gracias a Dios. Tengo la cabeza llena de ideas y proyectos que voy a cultivar hasta el día que Dios lo permita.
—Además del libro, ¿estás grabando nuevo material?
—Ahora estoy buscando un repertorio de mis canciones preferidas de nuestra época para hacer algo con amigos. Junto a Antonio Carlos y Jocafi (dupla autora de “Você abusou”), estamos abocados a obras inéditas que quedaron guardadas. Una de ellas es “Opus 2”, que incentivó a un refrán de “Você abusou”. Para lanzar, si Dios quiere, ahora con las redes una promoción más inmediata. Siempre lo estoy proyectando, y ya estamos en camino. Tanto el disco como la biografía.