Ignacio Andrés Amarillo
La cantante que se consagró en los 90 con “Endúlzame que soy café” volvió a radicarse en el país luego de varios años en Miami. Con varios proyectos en marcha, conversó con El Litoral sobre sus vivencias y lo que viene.
Ignacio Andrés Amarillo
Daniela Mori, o simplemente Daniela, vivió una época de furor en la década del '90: con su canción “Endúlzame que soy café” recorrió el país y se volvió una figura recurrente en la televisión argentina. Con el cambio de siglo, se mudó a Miami para iniciar una carrera más global en el mercado latino.
De vuelta en la Argentina, charló con El Litoral sobre la nueva etapa de su carrera, su sello discográfico, y todas las vivencias de estos años.
Internacional
—Estuviste mucho tiempo afuera, en Puerto Rico y Miami. ¿Cómo siguió tu carrera?
—Lo lindo es que la gente me recuerda con aquellas canciones. Uno va sacando canciones y no sabe; por supuesto que un cantante tiene que cantar lo que siente, y el éxito lo decide la gente. El éxito es lindo tenerlo en la vida, ya lo tenés cuando te podés dedicar a lo que más te gusta.
Mis años en Miami fueron años impresionantes. Después de “Endúlzame que soy café” (que fue la canción más emblemática de mi carrera) tuve la suerte de ir a grabar a Estados Unidos, porque Fonovisa (mi sello discográfico) me lo propuso. Llegó el momento en que había que hacer un disco más internacional, y estaba entre quedarme en la Argentina o llevar mi música un poco más allá. Grabé con Emilio Estefan, empezamos a trabajar un disco con ritmos de los lugares a los que quería ir; y viajar a esos países, que me era muy difícil: primero porque estamos un poco lejos. Radicarme en Miami y viajar a esos países era empezar de cero.
—Era la plataforma para entrar a un mercado...
—Que era para mí inalcanzable. Pensé en el desafío, y tenía ganas de representar a la Argentina en el exterior. Fue como picar piedras, pero fue un desarrollo tremendo: te abre mucho la cabeza musicalmente viajar a otros países; con Emilio y con otros productores con los que fui trabajando después el resto de los casi diez años. Me enseñaron que a la música hay que fusionarla, que uno va cambiando, te vas transformando; que el oficio te hace mucho más.
—Te forma como artista.
—Claro. Cantar en escenarios, y compartir. Empecé mi carrera abriéndole los conciertos a Marco Antonio Solís, en 2001. Los dos éramos de Fonovisa, y a su vez le falló la cantante que le iba a abrir, porque se enteró de un dulce embarazo (risas). “¿Y si la proponemos a Daniela?”, dijeron. Marco Antonio vio videos míos, un concierto, y dijo “me encanta”. Me iba a meter con el público suyo: podía ser que me chiflen o me amen. Digamos que el público me aceptó, salí con canciones muy buenas. En la carrera de un artista todo empieza y termina en una canción; después todo lo demás que le pongas mejor; pero la gente quiere escuchar canciones. Por eso es importante la canción que elijas.
—¿Hubo algún momento en que pensaste que no iba a funcionar?
—No me atrevo a decir, porque no sé si va a funcionar (risas). Lo que sí siento lo que canto: en cada canción hay parte de mi historia o parte de una historia de un amigo, o de alguien que me contó que le pasó. Generalmente hago canciones alegres, tiene que ver con mi vida: mi mamá (a mi hermana y a mí) nos protegió mucho, y nos enseñó que a la vida hay que vivirla con alegría, porque pasan muchas cosas y obstáculos. Uno tiene que ver la vida más divertida y alegre: si la encarás así, vas a encarar vínculos de esa manera con la gente. Le vas a sacar la parte divertida que todos tenemos. Tengo eso de maestra jardinera, o niñera: necesito tratar de sacar la alegría de la gente.
Tocar el cielo
—Recibiste distinciones.
—Aquí fui Disco de Oro y Platino, obviamente: con “Endúlzame que soy café” cuando todavía se vendían discos (risas), vendí dos millones, la compañía me los liquidó (risas); ahora están Spotify, las plataformas, es diferente. Después fue a Paraguay, Uruguay, Perú, y pegaba esa canción, detrás de un gran trabajo, porque no se puede decir que sonó dos veces.
En Miami grabé un reggaetón llamado “Carita bonita”: quería grabar reggaetón con mi toque argentino. Empecé a sonar en las radios más conocidas, que eran las que te posicionaban en la revista Billboard, en los 40 principales. Existen los premios Latin Billboard, y fui nominada, porque esa canción estaba retocada en las radios. Era 2009, entré en la terna, y tuve la suerte de llevarme el premio: lloraba, reía, me pasó de todo.
En la terna estaban Ricky Martin, Marc Anthony. Además de que te están viendo todas las compañías discográficas, te están viendo esos artistas grosos. Canté en los Billboard también, estaba sentada al lado de Marc Anthony. Cuando vino la terna de Canción del Año, empezaron a nombrar a Don Omar, a Daddy Yankee, a Ricky Martin, a Marc Anthony, David Bisbal. Y dijeron “Daniela con ‘Carita bonita’”: mi manager de entonces me dijo “cambiá la cara que te están enfocando”. Primero le clavé las uñas a Marc Anthony y me arrodillé.
Cuando subí al escenario (en cuatro patas) se levantó una cortina de láser como agua que caía, apareció el Obelisco en láser y un bandoneonista tocando “Mi Buenos Aires querido”, uno de los que tocaba en la gira de Julio Iglesias. Dije que toda mi carrera se la debía a la Argentina: es mi país, mis raíces.
Regreso
—Ahora estás trayendo tu sello discográfico a la Argentina.
—Con mi prensa y manager, Amalia Pinetta, estamos trayendo un sello que abrí en Estados Unidos, La Pampa Music (en honor a la Argentina). Más allá de trabajar juntas en mi carrera queremos abrir sede de este sello digital. Vamos a apoyar a nuevos artistas: como artista valoro muchísimo al nuevo talento y ella tiene mucha experiencia en prensa. Desde elegirles la canción, el estilo...
—Ayudarles a desarrollarse.
—No te puedo decir que es una escuela de arte, pero más o menos. Imaginate las tablas que han corrido por estas patas (risas).
—Trabajaste con Cucho Parisi de Los Auténticos Decadentes.
—Sí, en una nueva canción en la que estoy trabajando: somos grandes amigos y dijimos “en ésta vamos”. Eso es un pendiente que nos quedó desde hace mucho, compartimos muchos escenarios: Cucho es de la vieja guardia, de los buenos. A Amalia se le ocurrió que se sume Cacho Castaña: hay que llamarlo, estaría buenísimo.
Es una canción que me mandaron de Colombia “Fiesta”, un ritmo regional llamado champeta; pero lo voy a fusionar con el ritmo de acá, con la latinada y el tropical argentino. Falta que le pongamos las voces.
—¿Esto va con un nuevo disco?
—Sí, éste sería el primer corte. Hay una canción que es mezcla de brasileña y reggaetón, decimos que es un “braguetón” (risas).
—¿La idea es volver a recorrer la Argentina?
—Sí, ahora ya me radiqué acá, quiero que sea mi base otra vez. Quiero hacer el país completo, y después hacer otros países. Es un reencuentro, y hay caritas jóvenes también. La pasé muy bien en el exterior, pero nunca sentí un aplauso tan fuerte como el argentino.