El sábado 23, en el predio ex Rural de Rosario (Parque de la Independencia), Valentín Oliva Mónaco (ya internacionalmente conocido como Wos) cerró la Gira Mundial Descartable 2024, un tour que lo llevó por 13 países de Latinoamérica y Europa.
Valentín Oliva puso fin al Tour Descartable 2024, impulsado por canciones de su tercer disco homónimo, en la ex La Rural del Parque Independencia. Allí desplegó sus canciones sentidas y sus rimas filosas, que lo coloca como el nexo entre el rock nacional y la ascendente música urbana. Tampoco faltó el componente político, y la escena rosarina estuvo representada por la ascendente Solca.
El sábado 23, en el predio ex Rural de Rosario (Parque de la Independencia), Valentín Oliva Mónaco (ya internacionalmente conocido como Wos) cerró la Gira Mundial Descartable 2024, un tour que lo llevó por 13 países de Latinoamérica y Europa.
Se convocó en la jornada un público diverso, que el artista supo ganarse por su propio eclecticismo: surgido de un hogar donde no faltaban estímulos artísticos (su padre es Alejandro Oliva, percusionista de La Bomba de Tiempo y de Pedro Aznar, y su madre la cantante Maia Mónaco) supo hacerse un nombre propio como freestyler (El Quinto Escalón, FMS Argentina, Red Bull Batalla Internacional) y desplegó una carrera como solista con guiños al rock nacional (en "Descartable" colaboró con el Indio Solari y Gustavo Santaolalla, y ha aceptado convites varios) pero mantiene sus vínculos con la escena urbana y sus referentes (Dillom, Ca7riel, Evlay), donde destaca por su formación intelectual y política: un hijo orgulloso de la clase media argentina.
En la apertura estuvo la rosarina Solca, con guitarrista en vivo (Ignacio Martín Benítez Streuli) y pista. Salió al ruedo como una rockera sesentosa (flequillo, camisa transparente, corpiño blanco cinturón metalizado y pantalón de cuero negro), para rapear con voz sugerente sobre la distorsión de “Dirtbag”, con sus sonidos árabigos en la intro y las bases. Siguió con “Mala praxis”, con una base que podría estar en “Momo Sampler” de Los Redondos, y la oscura “Bocas rotas”.
“Me van a hacer llorar”, dijo Sol Cascardo (tal su nombre original), cuando le cantaron “Olé olé”. “Estas canciones son de mi disco debut, ‘Dirtbag’, estrenado en el pasado septiembre. Nos quedan un par más”, anunció, antes de cantar melodiosa sobre el R&B de “Switch”, ya sin camisa, antes de la bailable “Rola Rococó”, y caminando la pasarela otra vez electrificada con el riff metalero de “No me dejaron salir”. Se fue con el espíritu grunge “soungardenero” de “Como yo”
Ya esperando al protagonista de la noche, alguno se sorprendió de que una playlist de Bill Evans en piano solo sea la música ambiental: un planeta más del universo musical en el que abreva.
A la hora señalada, una pista monocorde activó las pasiones, hasta que muchos corearon “el que no salta votó a Milei”. A las y 20 se activó la maquinaria, entre sonidos industriales. La banda apareció entre guitarras rockeras y teclados de pop ochentoso a cargo de Francisco “Mariscal” Azorai, esperando a Wos para abrir “Nuevas coordenadas” con voz sutil. Rapado, de remera manga de lúrex plateado y pantalón de cuero tuvo la primera ovación de la noche.
De ahí fue a la explosión de “Descartable”, interactuando con la cámara móvil, comunicando con su histrionismo más allá de las palabras. Una base de blues rock abrió “7/8”, entre la electricidad y la guitarra acústica tocada por minita, que disputa o complementa (con su pollera escocesa y sus rodetes a lo Sailor Moon) el rol de superheroína de la histórica bajista Natasha Iurcovich.
“¿Cómo están che? ¿Bien? Gracias por recibirnos, Rosario. Esto es “Descartable’”, presentó Wos, antes de comenzar con “Morfeo”, donde se pasó en la pantalla (que cubría el ancho de escenario) la elaborada letra: “Cataratas en el iris por un ‘casi’ / Catarsis, frases que no pasan por la bilis / Es así, aunque te suene a antítesis / A veces, la crisis está a un paso del oasis”. Siguieron con “Okupa”, con solo de la Chipi.
“Que se haga tarde” fue creciendo desde el beat hasta la batería de Tomás Sainz, con Oliva masticando los estribillos y los teclados sobrevolando. Le cantaron “Wosito, Wosito”, y respondió con la intro vintage de “Niño gordo flaco”, que se detonó en columnas de humo, trapos y agite acompañando el solo de guitarra.
Hits con contenido
Redobló la apuesta y salió a pudrirla con “Canguro” si primera parte de melodía irónica y la segunda de rap duro, una de las letras más afiladas de los últimos tiempos: “No para de toser, trabajando doce horas / Cobra dos monedas al mes pa’ mantener cuatro personas / Y no hables de meritocracia, me da gracia, no me jodas / Que sin oportunidades, esa mierda no funciona / Y no, no hace falta gente que labure más / Hace falta que con menos se pueda vivir en paz / Mándale gas, no te perdás, acordate en dónde estás / Fíjate siempre de qué lado de la mecha te encontrás”. Terminó ganando la pasarela con las chicas, y volvió el cántico anti Milei.
Bajo la intensidad para “Estímulo”, interpretando con todo el cuerpo (como un performer integral al que la cámara ama) eso de “Hay que aprender a convivir con lo ridículo”, entre luces rojas.
“Cerramos la gira acá, así nomás. Gracias por acompañarnos”. Lo dijo en la pasarela, donde junto a la violera fueron a “Arrancármelo”, tema romántico devenido en hit mundialista (“Y no tengo pensado hundirme acá tirado / Y no tengo planeado morirme desangrado”), completados por el piano desde el fondo. La banda en pleno volvió para “Contando ovejas”.
En “Andrómeda” volvió a ametrallar con rimas (“¿Plata? Obvio que quiero / Pero la vida es un flash como para pensar solo en dinero / Si estoy solo, ¿pa’ qué quiero estar primero? / Me deprime imaginarme dormir solo con mi ego”) sobre una base con ecos de New Order.
Desafió a Sainz a un duelo de beatbox vs batería: en el que él propuso diferentes ritmos con su percusión vocal (funk, chacarera, reggae, dubstep) y el batero devolvía, demostrando que podía un poco más.
¿Estamos para un freestyle? Preguntó, y empezó a improvisar como en los comienzos, cuando era imbatible en las Batallas de Gallos: una de sus frases fue “Agradezco que den este momento / un poco de ternura entre tiempos violentos”.
Ahí desde la audiencia arrancaron a cantar “Vamos Wosito / con huevo vaya al frente”, esa canción ricotera que habla de “vengar a Walter (Bulacio)”. Cosa e’ mandinga, “Luz delito” trajo aquel riff de Skay Beilinson (“Luzbelito”) para ser mordido con rimas sin respiro, y rematar en otro solo de Rud.
“Culpa” llegó con aires folclóricos y latinoamericanos, con guitarra de nylon Ricardo Mollo cantando desde la pantalla. Ahí los cánticos politizados tomaron una dirección inequívoca: “Traigan al gorila de Milei / para que vea / que este pueblo no cambia de idea / lleva la bandera de Evita y Perón”.
Valentín se agenció un tecladito sobre la falda para hacerle la segunda al piano en la apertura de la sutil “Caída libre”. Un arpegio a lo Héroes del silencio trajo “Quemarás” en la voz de Carlos Alberto Solari grabada y un avatar digital ovacionado, demostrando que el viejo y el nuevo referente están en la misma constelación (el “Olé olé, Indio” lo confirmó.
Con “Ermitaño” volvió la faceta de rapero desfachatado, sobre una base que podría estar en un disco de Molotov; y se volvieron punkies en “Cabezas cromadas”, sumando a Dillom desde la pantalla.
Ese fue el momento elegido para presentar a la banda, con Natasha como la más ovacionada. “Bueno, gracias nuevamente por estar acá. Lo dije la primera fecha, cuando presentamos el disco, y lo digo ahora que cerramos. Algo de lo que atraviesa el disco este es la importancia de reencontrarse en momentos densos con lo que es sagrado para cada uno; desde lo más pequeño hasta lo más grande. Lo que uno considere, con esos rituales que son importantes para cada uno. Y para nosotros uno de esos es esto que pasa esta noche; así que gracias por venir, por hacerlo realidad, por construirlo con nosotros: porque esto es de todas las personas que estamos acá hoy, la concha bien de su madre”, remató.
Pasaron por la sutileza coreable de “Alma dinamita”, y de ahí al clima épico folk rock de “Sur”, en la que el solista sumó percusión a la batería, sobre los coros grabados y el slide en la guitarra.
“Si alguien vino con una energía de mierda, algo que quiera transpirar acá, la puede dejar en esta canción y nos vamos livianitos”, disparó, antes de abordar su clásico personal “Púrpura” terminando en un solo guitarrístico. El final fue entre el humo, con el nacido en Chacarita parado en el centro del escenario, como un Mesías generacional.
“Dejen tranquilos a los ingleses, ya les dieron a todos”, bromeó sobre los cánticos. “Bueno, hagan lo que quieran, estamos para divertirnos”. Agradeció al equipo que está afuera, a los costados. Cada día para mí es muy importante muy emocionante, así que gracias a todos. Acá estuvieron laburando escenario, luces, visuales, sonido, puesta. Y bueno, agradecerle una vez más a todos ustedes por estar acá: a los que compraron la entrada por venir; a lo que viajaron; hay algunos por ahí que se la saben de memoria. Y a mis seres queridos, que viajaron y que son todo para mí. Así que gracias a todo. Bueno, después tanta emoción vamos con el último tema loco: gracias, buenas noches”.
Salieron a rematar con el funk rabioso de “Cambiando la piel”, con Iurcovich divertida, sacando la lengua al llevar el groove del tema, intervenido por un nuevo segmento de freestyle a gran velocidad.
Hubo una despedida, pero para volver enseguida, mientras las chicas le pedían que se saque la remera. Fue el turno de la cumbia “Melancolía”, con arpegios de tropical peruano y trompetas en las teclas. Ahí desnudó su torso, cumpliendo el pedido, y le gritaron “sacate los pantalones”. La despedida fue con la rockera “La cochería”, celebrando entre músicos y staff el final, con Chipi yendo a punta de pasarela a rematar la canción tirando fantasía
Llegó la reverencia final, entre abrazos de satisfacción por la tarea cumplida, fotos y repartija de baquetas. La fiesta terminó, reponiendo fuerzas para sobrevivir a los tiempos violentos.
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