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El seleccionado argentino tuvo una floja actuación ante su par de Chile, en un encuentro que formó parte de la décima fecha (primera de los desquites) de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de Alemania 2006.
El conjunto que ahora orienta tácticamente José Néstor Pekerman estuvo muy lejos del rendimiento altísimo que había demostrado ante Uruguay en la fecha pasada y se vio sorprendido por una selección trasandina rápida, decidida y enjundiosa, que le permitió ser muy superior en la primera mitad.
El tridente ofensivo propuesto por el cuestionado Juvenal Olmos fue un problema constante en esa primera etapa para el sistema defensivo argentino, con un Jorge Valdivia (enganche) muy movedizo y apoyado por las dos puntas (Marcelo Salas y Reynaldo Navia) que se turnaban para bajar a buscar la pelota y triangular de manera eficaz. Este tándem, con el agregado de los "carrileros", fue una preocupación constante para Esteban Cambiasso (no pudo darle el equilibrio acostumbrado a su equipo) y la línea de tres, que debía salir a cortar muy lejos de su área por la movilidad de los delanteros "rojos".
El equipo, además, se mostraba muy largo entre líneas y le faltaba dinámica creativa, especialmente porque el muy parsimonioso Juan Román Riquelme (muy bien marcado, a presión) le impidió a los de arriba recibir el alimento necesario para arrimar peligro al arco de Nelson Tapia.
Por eso, advertido del escaso predicamento del volante del Villarreal español en el juego, promediando la etapa, Pekerman lo llamó a un costado y le indicó intercambiar posiciones con Luis González (otro que estuvo estático y frío) llevando a Sorín detrás suyo como rueda de auxilio.
Estas características del partido perduraron en el segundo tiempo, aunque con una variante que terminó acercando a los chilenos a la victoria sin hacer mucho más que los argentinos.
Es que en ese período final los dueños de casa perdieron presencia en el armado del juego ofensivo, a partir de la desaparición futbolística de Valdivia, quien dejó de ser el conductor efectivo y tiempista que su equipo necesitaba.
Entonces todo se limitó a los esfuerzos individuales de Marcelo Salas y Reynaldo Navia, quienes terminaron convirtiendo a Roberto Abbondanzieri en figura. La performance del arquero de Boca Juniors, con tres tapadas muy oportunas, lo transformaron, por primera vez desde que juega en el seleccionado argentino (con Bielsa antes y con Pekerman ahora), en un jugador gravitante para el equipo.
Claro que las permanencias de Carlos Tévez, Javier Mascherano y Andrés D'Alessandro en el banco argentino obraron también como elementos de presión para Pekerman, quien sin embargo no se atribuló ante esa sensación que flotaba en el ambiente sobre sus inclusiones, a la primera de cambio, para sortear momentos de poca claridad conceptual.
Primero fue el volante riverplatense codiciado por el Real Madrid quien suplantó a González, para brindarle más equilibrio al medio juego argentino, y más tarde lo fueron haciendo progresivamente Tévez por Luciano Figueroa (flojo lo del ex Central aunque nunca estuvo bien abastecido) y D'Alessandro por un tibio Saviola (que tuvo el mismo problema que su compañero de ataque).
Y así, con el empate consumado y el invicto argentino ante Chile por eliminatorias prolongado en la estadística, quedó como saldo un final de esta miniserie de dos partidos con Pekerman como entrenador que dejaron mucha tela para cortar, tanto por el lado de las cosas positivas (la permanente búsqueda por jugar de abajo sin perder equilibrio) y negativas (algunos desacoples defensivos que hacen extrañar, y mucho, al lesionado Roberto Ayala).
Precisamente en defensa es donde el técnico tendrá que cambiar todo para el compromiso del mes próximo ante Venezuela, en Buenos Aires, ya que a la lesión del "Ratón" del Valencia se sumarán las ausencias de Walter Samuel y Gabriel Heinze, quienes sumaron dos tarjetas amarillas.
Será entonces una buena ocasión para observar la mano de Pekerman en el armado de un equipo que dejó su impronta del medio hacia adelante, pero quedó en deuda hacia atrás, más allá de la grata aparición del "Pato" xeneize en la noche de Santiago.