Opinión |
Con fuerza para la revancha
Por Teresa Pandolfo
Los hechos que tienen como centro las denuncias contra el senador nacional Jorge Massat han significado, sin duda, un torpedo en la línea de flotación del reutemannismo. La naturaleza de la denuncia es mayor y conmocionó el entorno de Carlos Reutemann.
En el justicialismo afín, se opina que el hecho no puede desvincularse de lo ocurrido en el Senado de la Nación -se alude a desde dónde procedieron los primeros comentarios acerca de la existencia de retornos en la Cámara alta- ni tampoco de la interna peronista de la provincia; que tendría como propósito poner en situación incómoda a otras personas cercanas al mandatario, como al presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Hammerly, a partir de un dictamen del Tribunal de Cuentas relativo a la causa Intemec.
El comentario de la semana fue que "la lista" no terminaba allí. Temas como el contrato de la lotería, la compra directa de vehículos, los casinos, iban a ser utilizados para esmerilar a las figuras más próximas al Poder Ejecutivo, en una suerte de venganza hacia Reutemann.
Propiamente en el gobierno, lo ocurrido se aprecia como "un golpe fuerte; una acción que va a seguir tratando de golpear otros costados. Todo responde a una misma central de inteligencia", se dice.
En ningún caso, los análisis llegan al fondo de la cuestión, a los hechos denunciados, en los que, si bien está actuando la Justicia, merecen por parte de las autoridades una respuesta política explícita.
Las reacciones del propio Reutemann, luego de una semana en Estados Unidos -donde compartió una presencia en una expodinámica rural con una internación en un centro de salud por el estado de su columna-, tuvieron distintos andariveles, y no siempre fueron felices. Buscó que Massat dejara en forma inmediata la presidencia del PJ en la provincia; tomó distancia de lo que presuntamente podría haber cometido el senador según el tenor de las denuncias; y circunscribió todo a esperar el resultado de la investigación judicial.
En forma coincidente, en esas primeras horas en las que evidenció que estaba shockeado por la información que sobre el caso estaba recibiendo de sus colaboradores -al gobernador le lleva tiempo procesar internamente las cosas-, cometió errores que internamente, en el plano de la opinión pública, le costará revertir. Yerros de apreciación cuando focalizó que lo de Massat era una cuestión privada y familiar, cuando su carácter es primeramente institucional, con derivaciones que pueden ser motivo de reproche penal según lo determine la Justicia.
En segundo lugar, Reutemann no puede desconocer su responsabilidad en cuanto a haberlo catapultado a presidente del PJ este año, luego de siete como senador nacional y habiendo compartido con él un ámbito común, como lo es el Congreso de la Nación.
Otro punto que lo desfavoreció fue la forma en que se desarrolló la conferencia de prensa del lunes. Nada esclarecedor ni positivo surgió de ella. Quizás en un ámbito más tranquilo y organizado para el coloquio, el análisis político habría ocupado el lugar del tiroteo de preguntas sin rumbo y de las respuestas contradictorias.
Dos días después, tras un viaje a Buenos Aires donde profundizó contactos y revisó personalmente parte de los dictámenes firmados durante el período en que Jorge Massat presidió la Comisión de Seguimiento de las Privatizaciones (los ha pedido a todos), la postura del mandatario había cambiado y estaba decidido a dar batalla interna y a defender su gobierno fuera de la provincia.
Dicen sus allegados que le molestó profundamente el comentario de Joaquín Morales Solá para el diario La Nación, y sostuvo, a su regreso, que la única vez que había mantenido una larga negociación con el poder central en presencia de Massat fue cuando se definieron cómo iban a encararse las relaciones económicas entre la Nación y las provincias (el compromiso federal), y su presión para que la primera financiara el déficit de las cajas previsionales no transferidas. Esto se logró a tres años de plazo en porcentajes crecientes.
Las reacciones en el resto del gabinete no escapaban tampoco al enojo, y en alguna medida, reflejaban desencanto. "Nunca se destaca cómo está administrada esta provincia frente a otras y a las ausencias de la Nación", se lamentaba un miembro del gabinete, quien se manifiesta -además- harto por el clima de sospecha en el que tiene que desarrollar la acción de gobierno.
¿Cómo se sale de esta situación? Sin duda, con más gobierno, más iniciativa política y económica; sumando proyectos y sectores; acompañando para dejar atrás la emergencia. Continuando con la transparencia y, sobre todas las cosas, apostando a un modelo de acción política en función de los intereses de comunidad y no de los propios.
La gente está asqueada por los negocios políticos; azorada por el crecimiento que alguna dirigencia exhibe (no acorde con lo que puede ser una dieta o un sueldo público), y por la impunidad con que se manejan las figuras políticas.
Seamos sinceros, la ciudadanía busca un profundo cambio en el comportamiento de la dirigencia. En su momento, Reutemann representó esa expresión distinta que se necesitaba. Todavía su caudal es la credibilidad, aun cuando resulten incomprensibles algunas designaciones y apoyos que brinda; pero, más que nunca, le resulta indispensable convertir en hechos ese potencial propio, no transferible.
Entre las actividades mantenidas en la metrópoli, el gobernador compartió un almuerzo con una quincena de empresarios y economistas de primer nivel, organizada por la Fundación Libertad. Fueron a compartir una comida quienes lo ven como un presidenciable. En medio de una tormenta política para su sector, desde afuera se lo aprecia como un político con futuro.
Un futuro que dependerá, aunque él sostenga que no es suficiente, de cómo organiza este presente provincial; de cómo exige a todo su equipo -ampliado a los legisladores- capacidad y conducta ejemplificadora, en lo personal y en atención a las demandas de la comunidad. Santa Fe debe pegar un salto: esta periodista lo cree posible.