Opinión |
Yeltsin, un gigante
con "pies pequeños"
La paz mundial pendió de un hilo cuando el anterior presidente ruso, Boris Yeltsin, descubrió con estupor en una cumbre que su colega estadounidense, Bill Clinton, calzaba tres números más que él, en un frustrado intento de intercambiar zapatos.
Esta es una de las variadas anécdotas que cuenta Yeltsin en clave de humor en su último libro de memorias, "Maratón presidencial", que presentó ayer en Moscú y cuyas versiones alemana e inglesa se propone promocionar en la Feria del Libro de Francfort el 18 de octubre.
"Con Clinton -relata en un episodio- una vez estábamos sentados juntos un largo rato en una recepción oficial y él me comentó que teníamos casi la misma estatura. Entonces le pregunté: `Y tú, ¿qué pie gastas?', y le propuse que nos intercambiáramos los zapatos".
"El se rió, pero yo empecé a quitarme el zapato. Pues resultó que, teniendo la misma estatura, yo calzo un cuarenta y tres y él un cuarenta y seis. Algo que pasa a veces...", escribe Yeltsin con un ligero sentimiento de frustración.
En otro momento cuenta el "curioso" ingenio de los organizadores de la ceremonia de investidura de su sucesor, Vladimir Putin, en mayo pasado, cuando decidieron celebrarla en las restauradas salas históricas del Kremlin, pero sin saber cuánta gente cabía dentro.
"Al problema lo solucionaron de manera expeditiva: trajeron soldados para que hicieran de invitados y después los contaron".
Curiosamente, Yeltsin hizo coincidir la presentación de su libro con el 48 cumpleaños de su sucesor en el Kremlin y reunió en su recepción a todo el mundillo político menos a Putin mismo, quien viajó a su patria chica, San Petersburgo.
Relata Yeltsin que toda su familia votó a Putin en los comicios presidenciales y que su nieto Vania, de dos años y medio de edad, "violó" la ley electoral al exigir en el colegio que todos los presentes apoyaran al candidato del "abuelo".
"Cuando anunciaron los resultados, su madre, Lena, le dijo al niño que su candidato había ganado y le preguntó si sabía de qué ejercería Putin desde aquel momento.
"Claro que lo sé -respondió Vania-: hará de Yeltsin".
Otro episodio curioso tiene que ver con el favorito de Yeltsin, su nieto mayor Boris, quien estudia en un colegio privilegiado privado en el Reino Unido y a menudo "se cartea" con la familia por correo electrónico.
"Una vez, hablando por teléfono con Tony Blair (primer ministro británico), le dije: `Por cierto, Tony, ¿sabes que mi nieto estudia en Inglaterra y está muy solo? ¿Por qué no le mandas al chico un par de líneas?".
"Cuál fue nuestro asombro cuando nos llamó Boris y nos contó el revuelo que se armó en su colegio al llegar un mensaje oficial, con papel timbrado de la oficina del primer ministro, con deseos de éxito a mi nieto y hasta una invitación para pasar por casa" de los Blair.
"Menos mal que Boris ya dominaba bastante el inglés, descifró los matices lingüísticos y comprendió que era una invitación formal y no debía tomar enseguida un taxi para ir corriendo a Downing-Street".
Otra nieta, Katia, acudió con lágrimas al abuelo para pedirle que rompiera la férrea norma de seguridad del Kremlin para la familia del número uno y retirara a los guardaespaldas que la acompañaban a diario a la Universidad y la esperaban a la salida del aula.
En otra anécdota familiar, Yeltsin recuerda cómo su nombre ayudo a su hija Tatiana a liberarse del acoso sexual de su profesor de autoescuela, quien le hizo "avances" hasta que supo, espantado, quién era su padre.
Y hablando de coches, la diversión favorita del retirado Yeltsin es conducir un pequeño coche eléctrico en el parque de su residencia y descender desde una colina como un poseso contra un árbol y esquivarlo en el último momento.
Quien peor lo pasa es el aterrado guardaespaldas, que nunca lo abandona y que alguna vez salió despedido en esos arriesgados virajes.
"Por supuesto, tuve que disculparme", comenta con dignidad Yeltsin.
Sergio Imbert (EFE)