Nosotros |
Felicidad por triplicado
El 10 de julio de este año aparecía en la tapa de El Litoral la noticia del nacimiento de trillizos en Santa Fe, dados a luz gracias a un método de poliovulación. La mamá, Mariela, festejará mañana, por primera vez su día.
Era una nena apenas, cuando Mariela perdía su vista en el horizonte e imaginaba su futuro montado sobre dos grandes sueños: ser guardiamarina y, el principal, que algún día, un hijo de su sangre le dijera mamá.
Con el tiempo, esta hija única del matrimonio de Clara y José Ríos, conoció a Guillermo, se casaron y juntos proyectaron un hogar lleno de la ternura y el amor de los hijos. Luego de dos años de convivencia y espera, un análisis endocrinológico mostró a las claras que algunas dificultades hormonales incidían en la ovulación de Mariela, pero que con un tratamiento a base de pastillas e inyecciones podría quedar embarazada.
Eternos fueron los cinco meses previos a la noticia esperada, y cuando llegó, sacudió el hogar de los Morello, que sabían de la posibilidad de un embarazo múltiple. "Nos dijeron que eran dos los bebés que se estaban gestando. Con Guillermo pensamos: `Está bien, nosotros también somos dos, así que nos podremos repartir bien las tareas' ", cuenta Mariela, sentada en el living de su casa en barrio Candioti.
El 28 de septiembre del año pasado, la ecografía mostró un tercer feto haciéndose lugar entre sus hermanos. La más chiquita de los tres, Azul, también quería ser parte de la fiesta. "Justo el Día de los Inocentes, el médico me dio la noticia", cuenta, y obviamente, en primera instancia, habrá pensado que se trataba de una broma.
Los trillizos nacieron el 10 de julio de este año con un peso considerado bueno: Cielo marcó en la balanza 2.250 gramos, Matías, 2.200 y Azul, 1.750. "Durante la cesárea _recuerda_ estaba muy nerviosa, eran muchos médicos, muchos aparatos y yo tenía miedo. Recién cuando el llanto del primer bebé inundó la salita, me quedé un poco más tranquila".
Los tres bebés llegaron hasta poco más del octavo mes en la panza de Mariela. El médico que la atendía no podía creer semejante hazaña. "Yo quería aguantar hasta donde pudiera, que nacieran a tiempo. Mi madre se preocupaba mucho por mí, por el esfuerzo, por mi salud...".
Cielo y Matías permanecieron sólo dos días internados en el servicio de Neonatología; en cambio, Azul estuvo 28 días en la incubadora, "para control", dice Mariela, quien todos los días se trasladaba al sanatorio para amamantar a la más chiquita, "aunque tenía que guardar leche para los demás".
Cielo no hace otra cosa que observar y mover las manitos; Matías duerme plácidamente a pesar de los ruidos y los flashes; y la más chiquita, Azul, sonríe todo el tiempo en brazos de sus abuelos. "Ser madre por partida triple es intentar que te alcance el tiempo para trabajar y atenderlos a todos por igual, es dormir menos y saber de entrada que los gastos son mayores".
Con 32 años, Mariela se siente feliz. Reparte su tiempo entre sus alumnos de Educación Física de Cayastá, Santo Tomé y barrio Villa del Parque, y los tres hijos que la esperan en su casa. "Mis viejos me ayudan muchísimo. Todos los días vienen desde Sauce Viejo para cuidar los nenes, se quedan hasta la noche con ellos", comenta. Y agrega: "Se me complica cuando tengo que quedarme a pasar la noche en Cayastá, pero igual nos arreglamos".
Es fácil adivinar cómo ni el cansancio de viajar de una escuela a otra ni los problemas económicos quitan la magia de la llegada y el momento compartido con los hijos. "Disfrutarlos" es la palabra que usa Mariela para referirse a su anhelo de cada día.
"Ellos son lo más importante de mi vida. El papá y yo vamos a hacer hasta lo imposible para que crezcan sanos y felices. Ser mamá es lo mejor que le puede pasar a una mujer, algo que no se puede explicar", se emociona.
Hoy a Mariela ya no le queda tiempo para perder su mirada en el horizonte y soñar con barcos y mares lejanos. Hoy sabe que la vida cumplió su otro gran sueño por partida triple. Hoy encuentra en la mirada de Azul, el color del mar; en la de Cielo, un canto de inmensidad; y en la de Matías, el horizonte de sus días.
Araceli B. Retamoso