El compromiso de honrar la vida
Dos santafesinas recibieron en Buenos Aires el Premio Bienal Alpi. La vida les puso duras pruebas en el camino. Ambas las enfrentaron en sillas de ruedas.
Dos mujeres que superaron su discapacidad física y han logrado ser ejemplo de vida, sorteando la discriminación, el dolor, la incomprensión, sus propias limitaciones y las de la sociedad. Por todo esto, recibieron el Premio Bienal Alpi 2001 María Laura Renoir de Prenat, recientemente fallecida, y Noemí Imhoff. A continuación, se las presentamos.
Noemí Imhoff tiene 47 años. Es abogada, directora del departamento del Personal con Discapacidades Diferentes de UPCN y presidenta de la Asociación Discapacitado Santafesino.
Con la humildad de los grandes, se sorprende de recibir este premio, ya que considera que no ha hecho otra cosa en su vida que vivirla intensamente y declara que, si no fuera por la falta de autonomía personal, su vida sería como cualquier otra.
Con una dulce sonrisa y un brillo especial en sus grandes ojos verdes, Noemí relata su historia.
"Cuando apenas tenía dos años y un mes de vida, me enfermé de polio en la epidemia del año 1956 y quedé cuadripléjica. Mi madre fue mis brazos y mis piernas, pero jamás me sobreprotegió. Si hacía una travesura, me daba un chirlo y hoy se lo agradezco. Ella me dio dos vidas: una, al nacer, y otra, al prepararme para que me desenvolviera en la sociedad.
"En la primaria, fui a escuelas estatales; nunca a una especial. Para hacer las pruebas, tenía que dictar mis respuestas a las maestras; cuando hay deseo de colaboración siempre se superan las barreras.
"A los 17 años participé en el programa de televisión Odol Pregunta y gané una casa contestando sobre la vida y obra de Walt Disney y sobre sus películas. Pero el premio más importante fue la seguridad en mí misma que adquirí en esta maravillosa experiencia. Gracias a ello, entré muy tranquila y confiada a la Universidad, donde me recibí de abogada.
"Hoy ejerzo mi profesión y trabajo para las personas con discapacidad. Las defiendo en sus derechos laborales y lucho por su integración a la sociedad".
"En otro plano de mi vida, encontré el amor, me casé y tuve dos hijos. Si bien para el verdadero amor no hay barreras, no fue fácil emprender un noviazgo, porque en aquel entonces había muchos cuestionamientos en el entorno familiar y social. El amor no mira los límites físicos; ve y observa la riqueza interior de la persona. Eso es lo que enamora.
"Siempre busco que mi ejemplo les sirva a mis hijos en el plano del estudio, la responsabilidad y la voluntad. Tengo que hacer feliz a quienes me rodean, porque ellos no tienen la culpa de lo que me pasa.
"Lo accidental es una circunstancia; pero a partir de ese momento, comienza una nueva vida. Si uno se cierra en lamentarse, no gana nada. Es mucho más digno luchar y ganar cuando se es una persona con límites".
A muchos santafesinos nos ha llamado la atención ver a una pareja muy particular paseando por la ciudad. Se trata de una madre en silla de ruedas y su hija con síndrome de Down manejando la silla y asistiéndola de manera ejemplar. Es una imagen muy dulce, que llena el alma de quienes la observan. Pero más enriquecedora aún es la historia de María Laura Renoir de Prenat.
Nació en 1934 en Montevideo, Uruguay. Se recibió de licenciada en Psicología en Buenos Aires. Cuidó sola de su hija Judith, que hoy tiene 39 años.
En octubre de 1979 tuvo un accidente automovilístico. Salvó su vida milagrosamente y llegó al hospital con politraumatismos. Pese a su nuevo estado de invalidez, siempre acompañó a Judith a institutos especializados de Capital Federal.
Antes del accidente atendía a niños especiales en el ex Instituto Experimental del Mogólico. En la Asociación Juvenil Araucana intervino en la creación de la Primera Colonia de Vacaciones para Niños Down, instituida en el complejo Chapadmalal en 1979. Al mismo tiempo, asesoraba a familiares de niños especiales con respecto a la estimulación temprana.
En 1982, con el deseo de alcanzar una mejor calidad de vida para ella y su hija, se trasladó a Santa Fe. Aquí, una vez establecida, comenzó a vincularse con los ámbitos de atención a las personas con discapacidad con el objeto de prestar su desinteresada participación y experiencia profesional. En forma gratuita, recibió en su casa tanto a personas con discapacidad como a sus familias, para orientarlas y asesorarlas.
Trabajó en la Asociación Síndrome de Down Santa Fe y, paralelamente, colaboró con la Liga de Madres de Familia de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, buscando soluciones a los problemas de familias carecientes de barrios marginales, además de visitar hospitales, donde aportaba tanto su apoyo espiritual como material.
Perseverante en lograr la eliminación de barreras físicas y del transporte, acompañó los reclamos sobre accesibilidad que se hicieron en los ámbitos provinciales, municipales y privados.
El cáncer terminó con su vida hace poco más de un mes, pero ya antes de irse María Laura había logrado sus objetivos: plasmar para su hija un modelo de vida que la preparara para hacerse cargo de diversas situaciones y que alcanzara autonomía.
Judith, emocionada, describe con simples palabras a un gran ser: "Mi mamá era hermosa, era compañera, era la mejor madre. Me quería mucho. Juntas viajamos a Bariloche, Salta y Buenos Aires. Éramos muy compinches. Yo les diría a las personas con discapacidad que salgan como lo hago yo, que disfruten la vida, que vean cosas hermosas, que no se queden adentro de la casa abatidos. Eso me enseñó mi mamá".
Laura Burlando