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Estancia La Esmeralda: la
vida tranqueras adentro

Rogelio Haller arboló y forestó la estancia. Plantó 200.000 eucaliptos "para proporcionarle reparo a la hacienda".. 

La mayoría de la gente que trabaja en la estancia La Esmeralda nació, se crió y hasta se casó allí. En las 12.000 hectáreas del establecimiento viven 16 familias con casa propia y una vida más que organizada.


(Por Sonia Catela).- El capataz Rogelio Haller y la cocinera Carmen Alcaraz son los miembros más antiguos del personal de la estancia ceresina La Esmeralda. Hace cuarenta años que ambos trabajan en este establecimiento que posee una extensión de nada menos que 12.000 hectáreas, donde pastan y engordan 15.000 cabezas de ganado.

Carmen nació en 1944, en la sección San Guillermo de La Esmeralda, la que por entonces se hallaba dividida en cuatro sectores. Aquí se enamoró de Manuel Oscar Ponce, se casó, alumbró a sus hijos y atendió a los más conspicuos personajes, alojados en el casco en circunstancias especiales. "Han venido personas de categoría, como el militar interventor Guillermo Sánchez Almeyra, el gobernador Carlos Sylvestre Begnis. Políticos. Obispos. Monseñor Jorge Casaretto. En la época en que el brasileño Gerson Prata era el propietario, llegó directamente en avión el gobernador del Estado de San Pablo. En ocasiones hemos contado hasta 16 aviones venidos para participar de los remates que se hacían los 31 de agosto. Se veía aterrizar y despegar a los Pucarás, de a cuatro por vez".

Haller comenta que debía traer gasoil en tambores para suministrarles combustible. ¿Y cómo se atendía a esas figuras? "De guantes blancos, delantal de organza y uniforme azul", recuerda Carmen.

Había mucamas, cocinera, niñera (en ambos cascos) y patieros. ¿Qué viandas se servían, se organizaban bailes? La imaginación corre mientras se intenta descifrar las costumbres de los estancieros. "Preparábamos lo que se nos pedía, pastas, o asados, inclusive los postres", pero aunque los invitados se quedaban en los cuartos de huéspedes -la casa principal tiene 13 habitaciones- no se desarrollaban veladas danzantes. Importantes decisiones se han tomado en tales encuentros de alto nivel: la esposa de uno de los mayordomos (designación que le dan al empleado tope en la escala jerárquica) plantea la necesidad de edificio para la escuela Nº 413 de Ceres, y Sylvestre Begnis concedió su asentimiento y encaró la construcción.

La cotidianidad; la educación


Actualmente, hay 16 familias residentes en La Esmeralda, y un total de 20 empleados. Durante los '60, se llegó al máximo en la planta laboral: cien personas trabajando. Los peones comen cada uno en su casa; hace ya dos décadas que la campana no los convoca para compartir almuerzos colectivos. "Cuando se tiene un franco, la gente se va a Ceres. Antes había más contacto entre los que vivimos aquí", compara Carmen.

Los chicos se educan en escuelas rurales de Montefiore. Se los lleva en camioneta, a las 8 de la mañana y se los trae de vuelta a las 3 de la tarde. En estos momentos son 15 los niños que asisten a la primaria. Los adolescentes que quieren cursar la secundaria deben alojarse en pensiones, en Ceres.

Pero en su infancia, Carmen debió ir a diario al colegio El Triunfo, montando a caballo. Otras épocas.

La estancia genera la luz eléctrica, la que se proporciona a sus pobladores doce horas por día. A las diez de la noche, se suspende el servicio y todos se retiran a dormir. El costo de la luz lo cubre la empresa, y los habitantes acceden a la televisión mediante antenas satelitales.

La salud


La atención sanitaria se cubre en la ciudad de Ceres y el desplazamiento se realiza en medios de movilidad propia y, si no se dispone de ellos, en los que proporciona la estancia.

Forestación


Rogelio Haller, por su parte, realizó una continua tarea de forestación en la estancia. Explica: "Fui viverista, me encargué de arbolar, de forestar para proporcionarle reparo a la hacienda. Puse 200.000 plantas de eucalipto. Las hice de semillas y organicé un vivero". Solamente quien conoce la flora de esta zona, baja, achaparrada, espinosa, aprecia los beneficios climáticos que significa una exhaustiva tarea de forestación, como la que emprendió este hombre.

La historia


Nogues Hnos. y compañía, oriundos de Tucumán, fueron, según lo atestiguan nuestros anfitriones, los primeros propietarios de La Esmeralda. Hay un letrero que data el origen del haras: 1921. Pero la estancia ya funcionaba diez años antes de esa fecha. "Papá, que los amansaba, solía contarnos que en aquel haras se criaban caballos de carrera, los que se mandaban a Buenos Aires, a Palermo. Luego se empezó en la estancia con la cabaña de toros de raza cebú".

Con posterioridad, La Esmeralda pasó a manos de Futs Moreno Güello, de Pergamino (década del '50). Más tarde, a la firma Zepec -de nacionalidad brasileña. Promediando la década del '90, Cappozzolo, de Árbol Solo, adquirió la propiedad y luego La Esmeralda fue rentada a Swift Armour. A continuación ingresó al patrimonio del financista internacional Soros -quien nunca llegó a conocerla personalmente- y finalmente pasó a poder de la empresa Cresud.

Números y datos de hoy


La explotación se centra en la invernada, realizándose el proceso de recría de Bradford y Brangus. Se cambió la producción y se la encaminó a estas razas, porque las carnes provenientes de cruzas con las europeas Aberdeen y Heresford se prefieren a las asiáticas Nelore y Cebú. Los terneros se reciben desde el norte, se mantienen un año en La Esmeralda y se los deriva a San Luis para un ciclo de corral, insumiendo todo el proceso un bienio antes de derivar la hacienda al mercado.

Hay 2500 hectáreas sembradas con alfalfa, 1500 de agricultura directa (soja y maíz) y 800 de verdeos.

La empresa propietaria, Cresud, ha encarado un plan significativo de inversiones en mejoras productivas en los últimos tres años.