Dentistas que dejan su huella en Jujuy
Con coraje y decisión, un grupo de estudiantes y profesores de la Facultad de Odontología de Rosario se animó a incursionar en la cultura jujeña. Desde hace 3 años se acercan a distintas poblaciones de esta provincia para atender, educar y asesorar en salud bucal a sus habitantes.
Había una vez... una población allá a lo lejos, a 4.500 metros de altura en el norte argentino, que no tenía la posibilidad de ir a un odontólogo, ni de mantener una adecuada salud bucal. Muchos no conocían lo que era un cepillo de dientes y otros sufrían dolores causados por muelas que nunca habían sido tratadas.
Sin embargo, un buen día, un grupo de misioneros y sacerdotes de la Iglesia Asunción de la Virgen María de Rosario que desde hace 15 años visita distintas localidades de esa región -Abra Pampa, Lagunillas del Farallón, Abdón Castro Tolay, Minas Pirquitas Misa Rummi, Susques, Tres Pozos, Barrancas, Humahuaca y Cusi Cusi, entre otras-, se conectó con profesores de la cátedra de Odontología Social IV de la Facultad de Odontología de Rosario para dar vida al programa de Atención y Educación para la Salud en la Puna jujeña.
En julio de 1998, "viajamos con docentes y estudiantes de la facultad. Los misioneros ya nos habían comentado que la mayor cantidad de consultas que las personas de este lugar hacían a los agentes sanitarios estaban directamente relacionadas con el padecimiento del dolor de muelas. A partir de esta información comenzamos a pensar en las estrategias que utilizaríamos para dar las respuestas necesarias a cada necesidad que se presentara", comenta el doctor Eduardo Williams, profesor titular de la cátedra de Odontología Social IV.
Si uno mira a través de un espejo retrovisor observa que desde hace tres años hasta la fecha se lograron incorporar en este grupo de gente distintas medidas preventivas en lo que respecta a la salud bucal. Obviamente, "esto genera un gran beneficio para la población al disminuir los índices CPOD (cariados, perdidos, obturado, diente)", agrega el profesional.
Gracias a este trabajo se obtuvieron muy buenos resultados. Tan sólo por dar un ejemplo, "los habitantes de estas poblaciones pasaron del desconocimiento total de lo que es un cepillo dental a aprender a utilizarlo de forma adecuada. También aprendieron a realizar una correcta ingesta diaria de alimentos y a fortalecer las estructuras dentarias por medio de buches fluorados", cuenta el profesional.
A medida que estas poblaciones se iban acercando a un mayor conocimiento sobre salud bucal, "incorporamos la posibilidad de hacer rehabilitaciones a aquellas personas que no podían de otra forma recuperar su función masticatoria, estética y fonética". Por esta razón, "en 1999 alumnos de la Escuela de Mecánico Dental Servando Bayo de Rosario se incorporaron al trabajo y en el 2000 también se integraron grupos de estudiantes de la Facultad de Medicina rosarina para dar una respuesta en otras afecciones dentro del ámbito de la salud".
Se trata de establecer un ida y vuelta. Por un lado, aunque sea por unas semanas, estas personas cuentan con la posibilidad de ser atendidas. Por el otro, los futuros profesionales de la salud "amplían sus conocimientos sobre las distintas realidades que existen en nuestro país y a partir de esto, programan acciones en salud para habitantes con características sociales y culturales diferentes que pueblan lugares distantes y con idiosincrasias distintas a las de los grupos que concurren a la facultad o a los centros periféricos donde regularmente se desarrollan sus actividades académicas", recalca el Dr. Williams.
Cuando los santafesinos pusieron un pie en el norte argentino se dieron cuenta de que las realidades odontológicas no son muy diversas de las que se encuentran en los centros periféricos de Rosario. Sin embargo, las diferencias existen.
La forma de vida social y cultural es distinta, lo que "se debe recordar al momento de programar las acciones dentro de este programa de salud para no ir en contra de las costumbres y hábitos diarios de esta población", puntualiza el especialista.
Por todas estas razones, antes de que se emprenda el viaje, el equipo de trabajo -alumnos y docentes de las distintas especialidades- se reúnen para conocer mayores detalles de las vivencias de los lugareños, cuáles son sus modismos, sus códigos de comunicación, el clima de la región, etc. Por ejemplo, "en este momento, ya estamos manteniendo distintos encuentros para programar el viaje que realizaremos el 8 de setiembre con los estudiantes de 5° año que están dispuestos a vivir esta experiencia".
Como el proyecto no cuenta con ningún subsidio, los mismos alumnos afrontan los gastos con dinero de sus bolsillos y la colaboración que reciben de las comunidades parroquiales, municipales y de pobladores de la zona.
A pesar de esto, cada vez son más los que quieren sumarse a la propuesta y muchos se tienen que quedar porque no hay lugar para tantos. "De acuerdo a las características de estas poblaciones sólo pueden ir cerca de 50 personas; sin embargo, hoy ya contamos con más de 100 inscriptos", relata el profesional.
Ariel Dalino participó de esta experiencia en 1999 cuando desembarcó junto con sus compañeros, profesores y misioneros en la provincia de Jujuy.
Tras una semana de convivencia con los habitantes de ese lugar que se encuentran inmersos en una cultura totalmente distinta a la santafesina, Ariel cuenta su experiencia desde el primer momento en que llegaron y se dividieron en tres grupos, distribuyéndose en las localidades de Cusi Cusi, Liviara y Humahuaca.
En las distintas localidades, los estudiantes y profesionales de la salud trabajaban durante todo el día y a la noche dormían en los mismos establecimientos educativos. Algunos tenían camas y otros contaban con un espacio para tirar unas bolsas de dormir.
Según cuenta Ariel, "siempre te volvés con esa `cosita' de querer hacer un poco más de lo que hiciste. Sin embargo... no siempre podés". Por eso, "cuando se termina todo te sentís bien de saber de que aunque sea llegaste con las charlas educativas a todos los pueblos y esto es muy importante", menciona Ariel.
Lo cierto es que la conexión con poblaciones que cuentan con 40 habitantes o con 150 en otros casos, es algo muy especial, sobre todo si alguien externo a esa comunidad les enseña algo nuevo. "Todos los días nos reuníamos con los chicos para explicarles de una forma didáctica y bien pedagógica todo lo que debían saber con respecto al cuidado de su boca". Después "hacíamos lo mismo con los padres y los maestros", cuenta Ariel.
En todos estos lugares hay muy poco de todo. "En algunos centros de salud, sólo hay una persona que administra los medicamentos que le envían". Por eso, "ellos valoraron muchísimo todo lo que les pudimos dar".
La respuesta de la gente fue y sigue siendo muy buena. Por eso, cuando "debíamos regresar, no querían que los dejemos y nos pedían que nos quedemos. Hasta el mismo día en el que teníamos que volver nos llamaban desde los distintos pueblos para ver si los podíamos atender".
Después de todo esto "uno se da cuenta de que a medida que conoce distintas realidades se encuentra en mejores condiciones para ejercer la profesión", remarca Ariel.
Ivana Zilli