Opinión: OPIN-03

"La Nación es un diario conservador y liberal"


El hombre se parece a sus escritos: racional, moderado, reflexivo e instalado ideológicamente en ese espacio que podríamos, con la cautela del caso, calificar de liberal-conservador. Sus opiniones provienen de la experiencia, pero sin lugar a dudas que están sustentadas en lecturas y reflexiones acerca de lo que es el oficio periodístico y la responsabilidad de informar y opinar. Las dificultades para distinguir en qué momento Escribano opina como periodista del diario y en qué momento habla por su propia cuenta son inevitables, y en ciertos aspectos previsibles: después de cuarenta y cinco años de trabajar en un diario, esta distinción es más un juego teórico que un dato de la realidad.


-¿Con qué filiación cultural se puede identificar al diario La Nación? Se lo pregunto porque se lo ha calificado sucesivamente como mitrista, conservador, serio, proterrateniente, elitista...

-También le podríamos decir el diario de la gente joven... porque se ha preocupado siempre por ser contemporáneo. Pero en lo fundamental hemos querido ser una expresión de la cultura argentina, un diario profundamente argentino y capaz de estar en todos los confines de la República.

-¿Y lo lograron?

-Lo hemos logrado en estos 131 años de existencia, y nos proponemos seguir haciéndolo en el futuro.

-¿Desde cuándo está trabajando en La Nación?

-Ingresé al diario el 5 de marzo de 1956. Ese día la edición completa de La Nación era de ocho páginas, por lo que un secretario de Redacción de entonces podía decir que había leído y corregido todos los textos.

-¿Se respeta el mandato de Mitre de que La Nación sea un diario de doctrina? -Es un diario de doctrina, pero Mitre lo fundó como un órgano de partido, es decir, un órgano puesto a favor de una fuerza política que se proponía afianzar el proceso de organización nacional, del cual Mitre había sido una figura centralísima. Pero cuando en 1909 murió el ingeniero Emilio Mitre, semanas después se publicó un editorial diciendo que a partir de ese momento se dejaba de ser una hoja de bandería política para ser una hoja defensora de los intereses generales.

-¿La Nación es liberal, conservador o progresista?

-La Nación es simultáneamente un diario liberal y conservador... y nos sentimos bien en ese lugar.

-¿Puede explicarlo?

-Somos conservadores en cuanto a la defensa de valores muy representativos de la sociedad argentina.

-¿Qué valores?

-La defensa de la libertad, la defensa de un orden mínimo sin el cual no es posible una sociedad organizada, la defensa de las instituciones republicanas que nos dieron los constituyentes de 1853-60. Y somos liberales en el sentido más amplio de la palabra. No somos liberales economicistas, sino en tanto y en cuanto estamos a favor de la posibilidad de que en todos los órdenes del conocimiento el lector disponga de una oferta informativa plural.

-¿No se definen como un diario progresista?

-No nos incomoda esa caracterización. La Nación siguió con una gran simpatía todo ese movimiento que arrancó en 1910 con Roque Sáenz Peña, la expresión de un conservadorismo realmente progresista.

-¿Cuáles son los límites ideológicos del diario? Se lo pregunto porque en la década del '20 Leopoldo Lugones, un fascista confeso, escribía allí...

-Ya venía escribiendo desde antes.

-La misma consideración y amplitud, ¿la han tenido hacia la izquierda?

-Han participado en el diario hombres muy progresistas, como Alberto Gerchunoff, tal vez el más grande necrólogo que tuvo la prensa argentina en el siglo XX. Durante los años '30, los editoriales de política internacional eran escritos por José Luis Romero. Y también fue colaborador de La Nación el doctor Juan B. Justo. Todos estos ejemplos nos están hablando de un diario con una gran tradición de pluralidad informativa, que no les pregunta a sus periodistas sobre sus ideas, sino cómo las expresan.

-¿Qué quiere decir eso?

-Que toda idea expuesta en un diario debe estar sometida a ciertas reglas de oro: una prosa clara, que no caiga en torpezas idiomáticas, una prosa escrita con elegancia... creemos que a los lectores hay que llegar por la vía de la razón y no de las emociones violentas, con lo que nos diferenciamos del sensacionalismo...

-¿No es una concesión al populismo que en la tapa salgan las fotos y los resultados de los partidos de fútbol?

-En todo caso es una concesión a nosotros mismos. Yo vivo pendiente de los resultados de los partidos de fútbol (sonrisa). Si uno recurre a la colección del diario puede apreciar que -por ejemplo- las grandes peleas de Dempsey salían en tapa. Le digo más: si hoy me preguntaran cuáles son los fuertes periodísticos de La Nación, yo no tengo ninguna duda en decir que es la información deportiva. Una cosa es pertenecer a un diario popular y otro es ser un diario populista. Nosotros estamos a favor de un diario popular porque queremos tener gravitación en el país, queremos llegar a todas las clases sociales y queremos no sólo informar e interpretar los hechos, sino también ejercer esa modesta pero perseverante tarea docente que consiste en estirar una mano a los que están debajo de nosotros en términos culturales, y ayudarlos a subir al escalera. Somos profesionales y tenemos la obligación de tener una cierta formación, y esa formación transmitirla en términos fluidos, claros, comprensibles, que permitan a la gente del común enriquecerse todos los días con nosotros.

-¿Qué relación mantuvo La Nación con las dictaduras militares que actuaron en la Argentina desde 1930 a la fecha?

-Le diría que fue siempre una relación difícil, que más de una vez fue un mal inevitable y que fue un fenómeno que tuvo un acompañamiento civil más que significativo. A mi juicio, el golpe de Estado de origen más oscuro fue el de 1943.

-¿Y el golpe de 1955?

-También tuvo mucho apoyo popular. Yo no puedo olvidar nunca esa Plaza de Mayo llena de gente.

-Ése debe haber sido el golpe de Estado con el que La Nación estuvo más identificado.

-Yo creo que sí, porque La Nación sufrió muchísimo los atropellos del poder entre 1950 y 1955. La Nación siempre fue muy crítica de los excesos del peronismo.

-Muchos se preguntan por qué expropiaron a La Prensa y no a La Nación.

-Porque para esa época La Nación era un diario en términos populares de menos significación. La Prensa vendía entonces más de 400.000 ejemplares y La Nación apenas superaba los 150.000.

-Algún comentario a favor de Alberdi, ¿es publicado en La Nación?

-Sin duda.

-Porque Mitre y Alberdi murieron sin haberse reconciliado.

-Lo que pasa es que era muy difícil reconciliarse con quien había escrito "El crimen de la guerra".

-Convengamos que hoy los historiadores a esa guerra la discuten mucho.

-La discuten mucho, pero para La Nación sigue siendo una guerra que se desencadena a partir de la ocupación del territorio correntino por parte de las tropas paraguayas.

-Pero en definitiva, ¿un simpatizante de Alberdi puede publicar en La Nación?

-Puede hacerlo, lo cual no quita, como está insinuado en la pregunta, que la polémica librada entre Mitre y Alberdi haya sido realmente feroz. Mitre tenía una muy mala opinión de ciertos aspectos de la vida pública de Alberdi.

-Un periodista le atribuye a usted haberlo comparado a De la Rúa con Castillo, en el sentido de que ambos han sido y son presidentes de clara filiación conservadora.

-El día que asumió De la Rúa yo escribí una semblanza esa misma noche, en la que decía que de los presidentes civiles argentinos, los que merecen destacarse por su mayor formación intelectual son Arturo Frondizi y el propio De la Rúa.

-¿De la Rúa tiene una sólida formación intelectual?

-Es profesor universitario y medalla de oro como egresado de la Universidad de Córdoba...

-¿Y la comparación con Castillo?

-La comparación está hecha desde una perspectiva conservadora, señalando que visceralmente es más conservador que cualquier otro presidente civil.

-La calificación de conservador, ¿es descriptiva o valorativa?

-Tómelo como hecho descriptivo y como valoración, como una actitud ante la vida.

-Pero a usted no se le escapa que para un radical, "conservador" es una mala palabra.

-Lo que pasa es que para más de un radical la visión conservadora de la vida puede estar restringida a un juego de denominaciones partidarias. En ese sentido, insisto en que De la Rúa y Castillo se parecen.

-Yo lo ubicaría a De la Rúa más del lado de Ortiz que de Castillo.

-Pero Ortiz era un radical antipersonalista...

-Las diferencias entre conservadores y antipersonalistas están más cerca de la sutileza que otra cosa.

-Lo que ocurre es que Ortiz además libra una lucha contra el fraude, y en ese sentido tampoco se identificaría plenamente con el ideario conservador.

-Con esa forma de pensar, ¿por qué no compararlo con Onganía?

-De la Rúa es conservador, pero Onganía es un reaccionario.

-¿Qué evaluación hace del comportamiento de La Nación durante la dictadura militar que funcionó entre 1976 y 1983?

-Yo creo que un diario debe actuar aprovechando todos los resquicios que deja una dictadura. La otra alternativa es la lucha frontal, pero ésa suele tener un tiempo muy corto. De todas maneras, pienso que en el caso de La Nación, como en el caso de la prensa en general, cabe una reflexión para decir que debimos haber sido más enérgicos con nuestras críticas.

-¿Hay diferencias entre el sector comercial y el sector periodístico del diario?

-No hay diferencias, más allá de las que provienen de las funciones.

-¿Los periodistas pueden expresar sus ideas con libertad?

-La respuesta a su pregunta merece una serie de consideraciones: en primer lugar un diario no es un buzón...

-¿Qué quiere decir?

-Que un diario no publica indiscriminadamente todo lo que se escribe. A diferencia de un buzón, un diario realiza una tarea selectiva. En última instancia, un diario es el resultado de una inmensa y severísima tarea de selección. Un diario se juzga por lo que publica, pero también se puede juzgar por lo que deja de publicar. En ese sentido, una redacción profesional debe tener bien en claro cuál es el espíritu que anima al diario para el cual trabaja.

-¿Cómo es eso?

-Un diario debe ser coherente consigo mismo y con su propia tradición. Un diario debe ser previsible, y para serlo debe tener una línea de comportamiento editorial e informativo, para que, alrededor de esos ejes, se encolumnen los periodistas con sus propios puntos de vista. En ese contexto, la Redacción de un diario confiable goza de enormes ventajas.

-¿Por qué?

-Porque se debe a su propia tradición y porque está preservada de los avatares de los intereses económicos. No se podría ser un diario confiable si no hubiera fronteras claras entre la parte publicitaria y los contenidos periodísticos.

-Usted sabe que en más de un caso las diferencias de criterios en una Redacción tienen que ver más con los énfasis y los tonos que con los contenidos propiamente dichos.

-También es un problema de límites, para saber hasta dónde avanzar en alguna crítica y para no caer en alguna de esas dos figuras delictivas, como son la injuria o la calumnia.

-Es como que cierta autocensura es inevitable.

-Naturalmente que sí. Todo hombre responsable hace un acto de autocensura en todos los órdenes de su vida.

-¿Qué opina de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de sancionar a la revista "Noticias" por publicar notas relacionadas con el hijo extramatrimonial de Menem?

-Creo que fue un fallo lamentable y erróneo. Si bien es cierto que la revista "Noticias" se ocupó de la vida privada de quien era entonces el presidente de la Argentina, pero después de que los hechos hubieran adquirido notoriedad, por lo menos en el ámbito formoseño. En segundo lugar, creo que la Corte Suprema es contradictoria con los términos de su propia doctrina, porque ella misma ha dicho que los derechos a la privacidad de los hombres son menores para los hombres públicos. Creo, al mismo tiempo, que hay límites que los periodistas nunca debemos pasar, como es el caso de la mortificación a sabiendas o gratuita, pero no creo que esto haya sido lo que pasó con la revista "Noticias".

Rogelio Alaniz