Opinión: OPIN-04 Marxismo analítico


Una parte importante de la izquierda política vivió siempre deslumbrada por la experiencia de la Revolución Rusa. Se pensaba que un pequeño grupo ilustrado de revolucionarios podía provocar un cambio radical de la sociedad en un breve período de tiempo. Pero el amargo resultado de aquel experimento obligó a reflexionar sobre las dificultades de producir abruptos cambios sociales.

En el terreno de la filosofía política, mientras una corriente de pensamiento liberal -reflejada por la "Teoría de la Justicia" de John Rawls- hurgaba en el problema de la justicia, los pensadores de tradición marxista se despreocupaban de justificar distribuciones más equitativas de la riqueza. Pensaban simplemente que con la llegada del comunismo iban a desaparecer todos los males sociales, que estaban vinculados a la pervivencia de la propiedad privada. Según Marx, en la fase superior de la sociedad comunista iban a desaparecer la sumisión esclavizadora de los hombres a la división del trabajo y el desarrollo de la riqueza colectiva iba a permitir hacer realidad el ideal comunista: de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades.

La caída del Muro de Berlín y la convicción de que los cambios sociales requerían un proceso de adaptación cultural más lento, llevó entonces a algunos pensadores de formación marxista a ocuparse de los temas de la justicia y la igualdad, problemas que amenazaban seguir el curso natural de la humanidad y que no habían sido bien resueltos en las sociedades postestalinistas. Estos pensadores comenzaron debatiendo las tesis de los liberales igualitaristas como Rawls y así se fue conformando una nueva corriente de pensamiento que algunos denominan "marxismo analítico".

Autores como Gerald Cohen, Jon Elster, John Roemer, Philippe Van Parijs, Sam Bowles, etc. profesores en universidades de Canadá, Estados Unidos, Suecia o Europa han publicado una serie de ensayos en estos últimos veinte años que han dado lugar a la conformación de una sólida corriente de pensamiento.

Alejados de todo dogmatismo han abandonado posiciones estructuralistas o deterministas propias del marxismo tradicional (según la cual los individuos no eligen, sino que sus decisiones vienen definidas por su pertenencia a una determinada clase social).

Estos nuevos marxistas han actualizado, o simplemente abandonado, importantes piezas de la armazón de la vieja teoría marxista.

éltimamente se han concentrado en elaborar posibles alternativas al capitalismo, aceptando criterios de eficiencia, y poniendo el acento en la cuestión de la autorrealización individual.

Uno de los temas abordados, presentado originariamente por Philippe Van Parijs, es el de la renta básica universal. Afirman la necesidad de que la sociedad asegure a todos sus miembros un ingreso suficiente para satisfacer las necesidades básicas, de forma incondicional, es decir con independencia de que aporten o no al proceso productivo. Para estos nuevos utopistas, la alineación desaparecería puesto que nadie se vería obligado a aceptar aquellos trabajos que no quiere.

Algunos otros marxistas analíticos se han adelantado a criticar esta idea, afirmando que permitiría una nueva forma de explotación: la de los trabajadores por los perezosos.

Otra de las ideas barajadas por los nuevos marxistas es la del socialismo de mercado. Un modelo en el que se trata de hacer compatible la presencia del mercado con la ausencia de la propiedad privada de los medios de producción. En el caso extremo, fomentando la presencia de un tercer sector, se alcanzaría un sistema de empresas conformadas por cooperativas de trabajadores, en las que negociando unas con otras, todas toman parte en las transacciones de mercado.

Los trabajadores definirían en el interior de cada empresa qué y cómo producir y cómo distribuir sus beneficios. El gobierno central se limitaría a desarrollar un plan general de inversiones, recogiendo recursos mediante un riguroso sistema impositivo sobre los beneficios de las cooperativas.

Es prematuro opinar acerca de la viabilidad de estas propuestas, y si algún día serán política y socialmente aceptables y alcanzables. En cualquier caso contribuyen a alimentar un debate intelectual interesante, sobre las alternativas al capitalismo globalizador actualmente existente.

No debemos olvidar que si, como afirmaba Heráclito, todo fluye y no nos bañamos dos veces en el mismo río, ningún sistema de organización social tiene garantizada la vida eterna.

Aleardo Fernando Laría (DyN)