El idioma coloquial de los argentinos sumó tantos términos que a cualquier otro hispanohablante le costaría entender un diálogo corriente en alguna cafetería de Buenos Aires. Pero, gracias a la fuerza de la televisión, los latinoamericanos comienzan a incorporar muchos "argentinismos" a su vocabulario cotidiano.
De estilo desenfadado y lenguaje casi elemental, el más popular conductor de la televisión argentina, Marcelo Tinelli, se convirtió en el principal transmisor de argentinismos a través de su programa Videomatch, de gran difusión en otros países sudamericanos.
Tinelli, un ex comentarista deportivo, debe su fama a la sencilla fórmula de "hablar como habla la gente", recogiendo las expresiones de uso corriente para crear una fácil identificación con millones de televidentes.
Cómo se vuelven masivas esas palabras forma parte de una discusión de la que no se ponen de acuerdo ni siquiera los expertos. Lo que parece es evidente es que nacen en sectores juveniles populares y de clase media que buscan una forma de expresión diferente para marcar su pertenencia.
Antes se nutría de los arrabales y de la jerga de los "compadritos" -el lunfardo porteño- que fueron adoptados para letras de tangos. Ahora aparecen en letras de rock o de cumbia villera, una adaptación local de la música caribeña de gran difusión en los barrios pobres o periféricos.
Algunos de esos términos, como "trucho" (falso), fueron adoptados masivamente y hasta utilizados en forma cotidiana por la prensa, tal vez por su expresividad. Otros como "canchero" (pícaro) o "chabón" (muchacho) volvieron al idioma popular luego de décadas de no ser utilizadas.
Los especialistas en el idioma popular recopilan hasta 70 palabras por año para volcar los diccionarios de lunfardo que renuevan sus ediciones cada 10 años o más.
Los argentinos adquirieron la costumbre de reciclar su propio idioma coloquial, quizás por vivir en país formado por numerosas corrientes inmigratorias de las que se readaptaron términos o fueron importados casi textualmente, como "laburo" (del italiano `lavoro' = trabajo).
La lingüista argentina Ivonne Bordelois, diplomada en la Sorbona y doctorada en Nueva York con Noam Chomsky, se pronunció recientemente en un debate que planteaba la necesidad de recuperar el lenguaje y fijarle límites en la televisión: "Como decía Jorge Luis Borges, el lenguaje no lo hace el poder, no lo hace la Academia (Real Española), no lo hace la Iglesia, no lo hacen los escritores. Lo hacen los cazadores, los pescadores, los campesinos, los caballeros, es el lenguaje del alba, es el lenguaje de la noche, hay que acudir a las bases donde se forma la lengua", explicó.
Pero con la globalización, el inglés y sus símbolos informáticos metieron la cola y amenazan con extenderse con la misma facilidad que los argentinismos.
Ese fenómeno es perceptible sobre todo en la clase alta, más familiarizadas con las novedades tecnológicas.
"El inglés tiene una presencia hegemónica: ya no es más norteamericano ni británico, sino la lengua mundial. Esa hegemonía clara y abarcadora es parte de nuestra cotidianeidad. Dicho de otra manera: una persona que no hable ni lea inglés es casi un analfabeto en este mundo. Por eso debemos aprender inglés, pero el español y el portugués deben darle batalla", argumentó el sociólogo brasileño Renato Ortiz.
"Clikear", "chatear", "under" (alternativo), "casting" y los comerciales "outlet" o "sale" son sólo algunos de los términos en inglés que ya casi no admiten traducción.
En el Río de la Plata es común chamuyar al vesre, rajar de la cana, ir a apoliyar al bulín o apuntarse una mina: es la impronta que dejó el lunfardo en Buenos Aires y Montevideo, ciudades portuarias que comparten códigos culturales, por ejemplo el tango.
El titular de la Academia Porteña del Lunfardo, José Gobello, define al lunfardo como un "vocabulario compuesto por voces de diverso origen que el hablante de Buenos Aires emplea en oposición al habla general".
El lunfardo nació en la segunda mitad del siglo XIX con la llegada de inmigrantes europeos a Buenos Aires, Montevideo y Rosario. Los nuevos pobladores se afincaron en los arrabales en medio de una fuerte promiscuidad que incluía a los idiomas.
Esa inmigración se produjo en momentos en que Argentina y Uruguay buscaban consolidarse como estados. Al desembarcar, los inmigrantes -en su mayoría italianos jóvenes y solteros- se metían en un proyecto de identidad nacional.
Pero el lunfardo también se nutrió de los gauchos emigrados del campo, que habitaban esos suburbios marginales.
En las últimas décadas del sigo XIX "se fue conformando en Buenos Aires y Montevideo un submundo que mantenía un hablar prostibulario, en el hampa, entre los delincuentes y las prostitutas", dijo el periodista y profesor de historia uruguayo Lincoln Maiztegui. El objetivo era "defenderse de los soplones", añadió.
Como el argot francés, el caló de España o México, la giria brasileña, la coa chilena y la replana de los peruanos, el lunfardo nació como lenguaje críptico para disimular las intenciones de quienes lo hablaban.
El lunfardo es "jeringoza ocultadiza de los ladrones. El lunfardo es un vocabulario gremial como tantos otros", definió Jorge Luis Borges.
"En esa etapa era absolutamente incomprensible", dijo Luis Ignacio Lecaldare, periodista y estudioso del tema.
La estructura del lunfardo se nutre de la sustitución de sustantivos, verbos, adjetivos e interjecciones castellanas por términos a los que se le cambia el significado, provenientes básicamente del italiano y sus dialectos, del francés, de indigenismos, de afronegrismos y arcaísmos.
Así, por ejemplo, el término "sorete" -que en el Río de la Plata significa tanto `trozo de mierda' como `mala persona'- tiene su origen en "sžreté", la policía francesa.
El escritor Roberto Arlt, que recurre al lunfardo en su obra, explica en un aguafuerte el origen de la palabra "cana", utilizada sin pudor en el Río de la Plata para referirse a la policía.
Cuenta que a comienzos del siglo pasado había un comisario llamado Racana, muy conocido por sus razzias contra los malandras (delincuentes). Tanto se usó "ahí viene Racana" que terminó siendo "la cana", dice Arlt en la narración "Ahí viene la cana".
Un auxiliar del lunfardo es el vesre (revés), es decir la pronunciación de las palabras cambiando el orden de las sílabas: tango es gotán, vieja es javie, cabeza es zabeca, amigo es gomía, calle es lleca.
Pero ¿cómo llegó el lunfardo a "contaminar" el castellano?
"Se explica básicamente por dos factores", dijo Maiztegui. "Uno es que el tango salió del sector prostibulario; y el otro fue el proceso de ascenso social acompasado con el progreso económico. Las clases bajas se van integrando en el tejido social e incorporan su cultura -básicamente el tango- y su lenguaje".
Gobello estimó que ya a fines del siglo XIX el lunfardo empezaba a tomar la calle y a infiltrarse en la literatura popular, el periodismo y el teatro.
"Pero el lunfardo más puro, incomprensible para los ajenos, no sobrevivió como forma de expresión completa", sostuvo Maiztegui. Es que una vez que el código entre delincuentes es comprendido, deja de cumplir su finalidad, explicó por su parte, Lecaldare.
La experta argentina Nora López estimó en 2002 que actualmente se puede "hablar de un lunfardo consolidado, asociado básicamente con el tango. El lunfardo y el tango nacieron en la misma época y en el mismo lugar, pero han podido y pueden vivir uno sin el otro", añadió.
El tango se bailaba a fines del siglo XIX en los prostíbulos, donde recalaba el hampa. Mientras, el proxenetismo fue la cuna del lunfardo.
Lecaldare señaló que los primeros versos conocidos que incluyeron lunfardo son una pieza anónima a la que el argentino Benigno Lugones cita por primera vez en 1879:
Estaba en el bolín polizando
cuando cayó el mayorengo;
a portarlo en cana vengo
su mina lo ha delatado
La palabra "bolín" derivó en el propio lunfardo como "bulín" (casa/habitación), en tanto que "polizando" terminó como "apoliyando" (durmiendo). "Mayorengo" significa oficial de policía, mientras "cana" (policía) también es sinónimo de cárcel.
No obstante, muy pocas letras de tango o poesías completamente lunfardas, de letra procaz, llegaron a nosotros. El tango incorporó voces lunfardas, pero el castellano sigue siendo su gramática, reconoció Maiztegui.
Además, el gobierno militar argentino de 1943 encabezado por Edelmiro J. Farrell se propuso depurar las letras del tango, llegando a cambiar títulos y estrofas enteras.
Hoy, "con el uso de palabras del lunfardo, hay una conciencia de transgresión: sabemos positivamente que estamos quebrando la norma usando palabras que no están en el diccionario", afirmó Nora López, aunque en el Diccionario de la Real Academia aparecen algunos lunfardismos.
Oscar LaskiYanina Olivera