Carlos, Alfredo, María Azucena y Lucho Catania son indiscutidos personajes de la vida artística santafesina, más allá de que los dos del medio viven desde hace tiempo en Costa Rica. Formaron parte de la época de esplendor del teatro santafesino, allá por la década del '60 del siglo pasado, y hoy siguen relacionados con el arte, cada uno desde su mirada e interés personal.
El mayor, Carlos, orientó sus preferencias hacia la literatura; Alfredo siempre estuvo ligado al teatro; la única mujer se inclinó desde sus comienzos hacia los niños y ahora está abocada a la formación de docentes; por último, el "gurrumín y mimado de la familia", como ellos definen a Lucho, dirige actualmente Radio Nacional.
Compartieron una infancia "maravillosa, en contacto con la naturaleza", en San Carlos Centro. Hijos de un médico rural y de una madre dedicada a los quehaceres domésticos, aseguran que "no había antecedentes familiares teatrales" que pudieran haber influido en una vocación tan firme en los cuatro hijos. Reconocen, sí, que "en casa se leía mucho y nos estimulaban en ese sentido". Incluso, el padre escribió dos novelas.
Carlos pisó por primera vez un escenario cuando tenía 14 años. "Fue en el colegio de monjas al que asistía la Negra (así llaman cariñosamente a María Azucena), y como eran todas mujeres, necesitaban hombres para la velada de fin de año", recordó. Junto a otros compañeros presentaron una parodia de "Los Tres Mosqueteros".
Entusiasmado con esta primera presentación en público, al poco tiempo integró el grupo de teatro Cincel, de la mano de Israel Wisniak. Esto no fue visto con buenos ojos por su hermano Alfredo, quien no perdía oportunidad para hacerle bromas sobre su nueva vocación. "Imaginen -dice Alfredo-, yo era jugador de rugby y waterpolista, estudiaba Medicina y no quería saber nada con todo eso, lo veía como una cosa rara".
Después de rechazar varias invitaciones para asistir a los ensayos, un día decidió ir. "Cuando Wisniak lo vio, lo invitó a pasar al escenario a hacer un ejercicio". Desde ese día, no se bajó más de las tablas.
La decisión estaba tomada: no tocaría más un solo libro de Medicina. Un día, tomó coraje y dijo:
-Papá, voy a dejar de estudiar porque quiero meterme por el camino del teatro.
-íAh, sí! -le contestó. Acto seguido, tomó el teléfono, llamó a un amigo que trabajaba en el ferrocarril y le pidió que consiguiera un puesto de empleado público para su hijo. Allí trabajó Alfredo durante siete años.
"Papá era así, nos estimulaba en lo que hiciéramos y nos apoyaba en todo. Era muy abierto", coincidieron los hermanos. Tanto es así que el reconocido grupo Teatro de los 21 se fue pergeñando en el garaje de la casa paterna, ubicada en bulevar Gálvez 1057, ya en Santa Fe, donde comenzaron los ensayos.
"Es más -acotaron-, cuando terminábamos de ensayar, a eso de las 11 de la noche, mamá nos esperaba con una parva de milanesas, no sólo para nosotros, sino también para nuestros amigos".
Finalmente, en el año 1957 quedó formalmente fundado el Teatro de los 21 en el escritorio que Don Catania tenía al lado de su consultorio. "No se imaginan lo que fue eso: éramos 21 tipos fumando, tomando mate hasta las 6 de la mañana y tratando de encontrar un nombre para el grupo. Nunca podremos olvidar cuando estábamos todos en silencio y, de pronto, Depetris (uno de los integrantes) dijo: `Ya lo tengo: La divina comedia'. íCómo nos reímos! Al final, alguien aportó: somos 21, que se llame Teatro de los 21. Fue aprobado en el momento, se descorchó una botella de vino y listo", recordaron los dos mayores.
Entre otros, integraron el grupo Chiry Rodríguez Aragón, Carlos Ferreyra, Duilia Chiuffo, Graciela Martínez, Delia Bustos, Betty Martínez, Gladys Acebal y Rodolfo Villanueva.
En ese entonces, a María Azucena podía encontrársela espiando las clases por el agujerito de la cerradura de la puerta. "Era más chica, y como estaba pupila en un colegio de monjas, no tenía tiempo para dedicarme a otras cosas y participar".
Lucho tampoco se perdía los ensayos. "Tenía alrededor de 13 años y me agarraban para todo: colocar reflectores, poner música, ocuparme de la iluminación. Yo hacía de sostén de esas cosas", contó. Incluso, fue el iluminador y sonidista de la obra de teatro "Nuestro barrio", que montó Carlos con su escuela del Club Unión y presentó en la Casa del Maestro.
Sus comienzos en radio llegaron de la mano de sus hermanos, cuando en 1957 decidieron incursionar en el género del radioteatro con la obra "Moulin, el niño de la selva". Lucho tenía 14 años y lo eligieron para ponerle su voz al personaje principal. Fue todo un desafío, porque "se transmitía en directo, sin grabación previa", cuenta.
"Era el benjamín de la familia, el mimado, pero el más centrado", confiesan y se ríen.
Después, llegó el famoso ciclo santafesino Entre mate y mate, primero en radio, y desde 1976 hasta 1991, en TV, por Canal 13. Ahora puede escuchárselo en Radio Nacional, por lo que lleva más de 30 años en el aire.
Allí dio sus primeros pasos mediáticos María Azucena. Había realizado un curso de narración oral con Clelio Villaverde y a Lucho se le ocurrió darle un espacio en su programa de tele para que cautivase a los más chicos contándoles cuentos.
"Apagaron todas las luces y un foco me iluminaba sólo a mí", contó, mientras recordaba los nervios de esa primera experiencia, que resultó exitosa. Un montón de cartas pidiendo "más cuentos" comenzaron a llegar al canal. Un día, "Don Marcos Bobbio me preguntó si me animaba a hacer un programa para chicos y me largué".
La famosa apertura de una ventanita al ritmo de la canción "Buen día" quedó grabada para siempre entre los recuerdos infantiles de quienes hoy están cerca de los 30 años o apenas los superaron.
"Fueron siete años de hacer en vivo una hora de televisión. Fue una gran responsabilidad, porque me preocupaba por no perder de vista los valores que hay que enseñarles a los chicos. Pero significaba una alegría enorme poder comunicarme con los niños".
El diálogo fluye divertido y se va pareciendo más a una charla de café que a una entrevista. De pronto, Carlos toma el rol de periodista y pregunta a sus hermanos:
-�Qué querían ser ustedes cuando eran chicos? Yo quería ser el dueño de un tobogán -ríe-.
De a uno, contestan la pregunta del hermano mayor: Pato (Alfredo), bombero; María siempre soñó con dedicarse a los pequeños, y Lucho se imaginaba manejando un tranvía.
Estallan las carcajadas. Todos recuerdan los juegos que inventaba el menor, involucrando al resto. "Llegaste a hacer un tranvía en la escalera del patio de casa. Me acuerdo que, como un tonto, yo tenía que levantar el brazo para subirme y hasta pagar el boleto. Usabas una bicicleta y un balde con una soga hacía de campana", recordó Pato, entre risas.
Con el correr del tiempo, el grupo Teatro de los 21 se fue afianzando en el gusto de varias generaciones de santafesinos que disfrutaron de la época de oro del teatro local.
Gracias al incondicional apoyo de los directores de Cultura de la provincia y de la Municipalidad de aquella época, Paco Urondo y José María Paolantonio -respectivamente- pusieron en marcha una gira por las localidades del interior santafesino. "Nos daban plata para los viáticos, pero nosotros no gastábamos en hoteles y dormíamos en el ómnibus, envueltos en las telas de teatro", recordaron.
Después, llegó la participación en el Primer Festival Rioplatense de Teatro Independiente en Montevideo, lo que significó el despegue artístico para el grupo. "Tuvimos tanto éxito que empezamos a pergeñar la idea de hacer una gira por América latina para llevar el teatro santafesino".
Enterados de que al menos tres embajadores en Centroamérica eran de esta ciudad, les escribieron cartas comentándoles la propuesta. Para recaudar fondos, hicieron socios contribuyentes y se reunieron con el entonces gobernador Silvestre Begnis, quien les entregó un subsidio por un monto mucho mayor al solicitado.
En 1960, parte del grupo partió de gira con una selección de tres obras: "Tres en el centro de la tierra" (escrita por Carlos), "El Zoológico", e "Historias para ser contadas", ya presentada con gran éxito en la Argentina. "Fue una quijotada que duró siete meses y medio", aseveró Alfredo.
En Guatemala, un productor mexicano los contrató para que se presentaran en su país. "Estuvimos un mes y medio a sala llena tarde y noche, pero igual volvimos debiendo plata", contaron.
Cuando regresaron, retomaron las funciones en el interior. La primera fue en Cululú. Llegaban a las 5 de la mañana en colectivo y esperaban que abriera sus puertas el Banco Provincia, para pagar la cuota del crédito que habían obtenido para costear parte de la gira.
Como no todos los integrantes habían podido realizar la gira, poco a poco el grupo se fue desintegrando.
La gira por Centroamérica sembró sus frutos y pronto Carlos fue contratado para dirigir teatro en México, y luego, en Guatemala. A Alfredo lo convocaron desde Costa Rica para abrir la Escuela de Teatro y hasta llegó a ser director de Cultura del país. Ya lleva 37 años viviendo allí. Desde ese cargo, propuso a María Azucena dedicarse al campo de la niñez, por lo que ella también emigró.
Carlos también cumplió funciones en ese país. Mientras visitaba a sus hermanos, recibió una propuesta de boca del propio presidente de la República, para crear la Primera Escuela Oficial de Teatro. Y también se quedó, aunque regresó a la Argentina hace ya varios años.
Ahora, "Lucho está tratado de unirnos otra vez a todos los hermanitos, como siempre el más chiquito; debe ser porque sabe que ya nos vamos", bromeó Alfredo.
Para lograr su cometido, decidió producir una obra escrita por Carlos, denominada "Sibelius". Carlos y Alfredo son los actores, después de 25 años de no compartir el escenario. El estreno estaba previsto en el Festival Internacional de las Artes que comenzaba en estos días allá en Costa Rica. "De aquí en adelante nadie sabe qué pasará con nosotros", coinciden.
Lo cierto es que el hecho de vivir separados no convence a ninguno. "Quizás cada uno ganó individualmente, pero en conjunto perdimos", reflexionó Lucho.
"Es terrible la nostalgia porque tiran mucho las raíces", acotó María, que está concretando algunos proyectos en Santa Fe, quizás con la idea de retornar definitivamente.
Algo queda claro cuando la charla se desvanece. íQué determinante resulta en la vida de un hombre ser protagonista de una infancia feliz!
Todos lamentan que sus padres no puedan verlos hoy. "Seguro que estarían siempre ocupando la primera fila de los teatros. Serían los primeros oyentes de la radio y lectores de nuestros trabajos. "Papá siempre nos decía: nunca para los costados, nunca para atrás ni para adelante. Siempre para arriba". Y así lo hicieron, cada uno brillando en lo suyo.
Ha dirigido y actuado en 76 obras teatrales. Publicó numerosos cuentos, ensayos y novelas, muchas de las cuales han sido traducidas al francés, italiano, portugués, alemán y rumano. Entre ellas, se destacan: "La ciudad desaparece" (Premio Ángel Savoini), "El escritor y el teatro", "Genio y figura de Ernesto Sábato", "Las varonesas" (Premio Aquileo Echeverría), "El pintadedos", "Entre la letra y la sangre - conversaciones con Ernesto Sábato", "La Mutiladora", "Como duermen las palomas" y "La nube en la alcantarilla".
Algunas de las obras teatrales estrenadas son "Tres en el centro de la tierra", "El vagabundo y la rosa", "La gran pelea" y "El Palomar", representada en Nueva York, donde fue merecedora de una crítica elogiosa en el New York Times.
En 1957, a los 14 años, hace la voz de "Moulin (el niño de la selva)" en el radioteatro que se emitía por LT 10, junto a sus hermanos Carlos y Alfredo. Un año más tarde desempeña tareas de iluminador y sonidista para el elenco de teatro del Club Unión, que dirige Carlos Catania.
El 11 de octubre de 1969 debuta como periodista deportivo en el programa "Estadio 13", por Canal 13 de Santa Fe. Su debut como relator de fútbol llega en enero de 1970, en LT 14 de Paraná, tarea que desarrolla simultáneamente con la televisión. Fue locutor y redactor de noticias en LT 10, donde condujo varios programas, entre ellos el reconocido "Entre mate y mate", que luego hizo en TV. El programa se constituyó en un clásico de la televisión santafesina por los variados temas de interés familiar.
Desde julio de 2001 dirige Radio Nacional Santa Fe, desde donde actualmente conduce su tradicional programa, todos los días, en el horario de 14 a 16.
Fue director del Teatro Estable de la Municipalidad de Santo Tomé y fundador del Teatro de los 21. Reside en Costa Rica desde 1967, donde ocupó importantes cargos en el campo teatral y cultural. Fue director fundador de la Escuela Oficial de teatro de Costa Rica, profesor de la escuela de Artes Dramáticas de la Universidad, director del teatro universitario y director artístico de la Compañía Nacional de Teatro. Entre 1982 y 1986, fue director general de Cultura del Ministerio de Cultura de ese país.
Ha recibido en once oportunidades el Premio Nacional de Teatro como director, actor y escenógrafo, y el premio Áncora del periódico La Nación. Incursionó en el campo del cine como actor, y en televisión como director y productor. En 1998 obtuvo el premio a la mejor interpretación masculina en el VII Festival de Cine y Video Costarricense.
Es autora de cuentos, canciones, poesías y obras de teatro para niños; directora y actriz de obras de teatro que fueron presentadas en distintas provincias del país; productora, guionista y conductora del programa televisivo "El Mundo de María Azucena", emitido por Canal 13 entre 1978 y 1985, con el cual obtuvo numerosos premios.
En Costa Rica, entre otras cosas, organizó la escuela-taller Niño Sol, dictó cursos y charlas, narró cuentos (también en Méjico) y participó como expositora en seminarios de literatura infantil. Convocada por la Dirección de Cultura participa con su grupo de teatro en el festival de Teatro Infantil.
Montó numerosas obras de teatro en calidad de actriz, directora y autora. Se destacan "Los amigos", "Tiempo de jugar", "Buen día, alegría", "�Dónde están los niños?", "El bosque de los sueños perdidos" y "Retoñito".
Lía MasjoanFotos: Néstor Gallegos y gentileza familia Catania